ACANTILADO - PAIS DONDE FLORECE EL LIMONERO

El país donde florece el limonero. La historia de Italia y sus cítricos
Helena Attlee

La Historia no siempre ha de versar sobre grandes batallas, logros revolucionarios o debates políticos. Existen otras formas de afrontar el relato histórico más artesanales, más humildes, en las que se trabaja sobre pequeños detalles cuya cotidianidad los hacen parecer irrelevantes, pero que también tienen su origen, su evolución, su historia, en definitiva. Una muestra fascinante de ese modo de proceder —y, a la vez, uno de los libros más interesantes que hoy se pueden leer— es Azul: historia de un color de Michel Pastoureau, un apasionante viaje por la aparición y el uso de un simple color. Puede parecer un tema baladí, pero lo cierto es que encierra una simbología extraordinaria y nos ayuda a comprender mejor nuestro pasado y nuestro presente. Muchas veces no advertimos que la mayor parte de los objetos que nos rodean, por muy insignificantes que sean, o de las acciones más triviales o rutinarias tienen su propio relato. Piensen: ¿por qué los coches circulan por la derecha? ¿Por qué el teclado del ordenador comienza por las letras qwer? ¿Por qué damos dos besos al saludar? Cuestiones tan superficiales esconden bajo su aparente simplicidad muchos capítulos de la historia del hombre.

En esta línea se encuentra la obra de la escritora Helena Attlee, El país donde florece el limonero. La historia de Italia y sus cítricos*. Un libro redactado con mimo y traducido elegantemente por María Belmonte, que ahonda en la relación de los cítricos con la cultura y con la historia de Italia. Así explica su autora la esencia de su trabajo: “Durante muchos años mi vida laboral ha estado relacionada con el exclusivo mundo de los jardines italianos, ya sea como escritora o como organizadora de viajes. Así, me resultó sencillo rastrear la historia de los cítricos como árbol ornamental en los jardines. Pero a medida que iba creciendo mi interés, me di cuenta de que aquellos árboles cultivados en macetas representaban únicamente un fragmento de la historia. Durante los viajes que me han llevado desde los bosques de Calabria en los que se extrae la bergamota, en la punta meridional de la península italiana, hasta los invernaderos de limones levantados contra el fondo nevado de los Alpes, he descubierto que los cítricos y sus frutos han desempeñado un papel fundamental en la historia social y política de Italia y han aportado una extraordinaria riqueza a algunos de los lugares más pobres del país”.

La obra de Attlee mezcla, según la costumbre anglosajona, el relato histórico con sus vivencias personales. La escritora británica utiliza sus viajes e investigaciones como elemento introductorio para explicar la historia de un determinado cítrico. Por ejemplo, su estancia en Palermo le da pie para narrarnos la llegada de los limones y las naranjas a la isla siciliana en el año 831, de la mano de los árabes; o su cena en un restaurante de la pequeña provincia de Reggio en Calabria, para contarnos la historia de la desconocida bergamota. Los saltos son constantes y el hilo narrativo no es ni cronológico ni espacial. En un epígrafe podemos estar leyendo acerca de las naranjas sanguinas de Catania y en el próximo nos hallamos a cientos de kilómetros al norte, en Liguria, descubriendo cómo se cultivan cítricos en esta región. Este aparente desorden contribuye al encanto del libro, que nos invita a perdernos entre sus páginas.

LIMONERO - ZURBARAN NATURALEZA MUERTA

Si bien los cítricos son los protagonistas de la obra, en segundo plano emerge la historia, más humana y cultural, de la Italia “profunda”. El cultivo de la tierra siempre ha recaído en personas de condición humilde y, aunque su propiedad perteneciese a aristócratas o a nobles, el esfuerzo lo han soportado pequeños campesinos. Attlee nos ofrece un vivo retrato de cómo ha evolucionado el cultivo de los cítricos desde su llegada a la península italiana hasta el presente, enfatizando precisamente la labor y la pasión de los artesanos de la horticultura. También se interesa por la gastronomía, por las tradiciones locales, por la simbiosis entre los frutales y el paisaje. Incluso nos facilita algunas recetas, extraídas de libros clásicos, con las que saborear los productos cuya historia nos está relatando. Como destaca la contraportada del libro, los aromas, los colores, las texturas, la luz y los paisajes que evoca son los hilos de una historia dorada en la que civilización y naturaleza se reconcilian.

Sirva como ejemplo este extracto para ilustrar el estilo de la escritora inglesa, que mezcla actualidad, historia y cultura: “La Conca d’Oro se sigue utilizando como metáfora de fertilidad y abundancia, y sin embargo la auténtica Conca d’Oro se ha convertido en un extraño paisaje liminar, surcado por carreteras, desfigurado por fábricas y bloques de pisos, y salpicado de coches destrozados, harapos y viejos frigoríficos que han sido arrastrados como madera a la deriva a los bordes de campos y caminos. En este contexto los huertos de mandarinos que aún rodean Ciaculli y Croceverde han asumido una enorme importancia cultural e histórica. Algunas personas, como Giuseppe Barbera y Salvino Bonaccorso, hace tiempo han reconocido su importancia como los últimos fragmentos del cinturón verde que una vez fue el pulmón que purificaba y refrescaba el aire de la ciudad”.

O este otro: “Muchos cultivos de cítricos de Sicilia y del sur de Italia se encuentran en lugares remotos y muy rurales, donde los visitantes extranjeros no son habituales y sólo se habla en dialecto. Pronto descubrí la utilidad de llevar conmigo una navaja a esos lugares, porque la mayor parte de los frutos se aferran al árbol y, a menos que cortes el tallo de la rama, corres el riesgo de desgarrar la piel del fruto. También aprendí que no hay que pelar nunca una naranja en el campo. Hay que respetar un ritual y ésa es otra razón por la que un cultivador de naranjas lleva siempre una navaja. Primero sujeta el fruto en la palma de la mano, con el tallo hacia arriba. Luego hace un corte horizontal para dividirlo exactamente por la mitad. El jugo de una naranja recién cogida es abundante, incontenible y su aroma estalla en el aire. Arroja la mitad superior al suelo sobre la crecida hierba, porque, en la naranja, el zumo y la dulzura se concentran en la parte inferior, lo más lejos posible del tallo. Luego corta una rodaja y, pinchándola con la hoja de la navaja, la ofrece por la parte sin filo”.

LIMONERO - VAN GOGH LIMONES

Hay libros de historia que, sin revelar grandes verdades, da gusto leer. Este es uno de ellos. Ya sea por su sencillez, por lo original de su planteamiento o por la delicada prosa de su autora, lo cierto es que estamos ante un pequeño tesoro. Que nadie espere encontrar una sesuda investigación académica sobre la historia de los cítricos, pues aquí no la encontrará. Attlee ha concebido este trabajo como un pequeño ensayo de introspección, con el objetivo de recuperar del olvido esa pequeña faceta de nuestras vidas que hoy damos por sentada. Y, de paso, recorrer una Italia alejada de las postales, más auténtica y tradicional, en la que la tierra y el pasado se hallan indisociablemente unidos. No se limiten a leer el texto, saboréenlo.

Helena Attlee es autora de cuatro libros sobre jardines italianos y sobre la historia cultural de los jardines en todo el mundo. Es, asimismo, miembro de la fundación de escritores profesionales Royal Literary Fund de Londres y ha trabajado en Italia durante treinta años. Para más información sobre ella, se puede consultar su página web personal.

*Publicado por la editorial Acantilado, marzo 2017. Traducción de María Belmonte.