LUCIANO CANFORA ANAGRAMA - MUNDO ATENAS

El mundo de Atenas
Luciano Canfora

Llega a España, en la colección Argumentos de Anagrama, el trabajo del profesor italiano Luciano Canfora titulado El mundo de Atenas*, con una excelente traducción (siempre nos olvidamos de los traductores) de Edgardo Dobry. El libro, publicado por Laterza en Italia en el año 2011, fue saludado en aquel país como una «opera perfetta e felicemente compiuta» a cargo de «uno dei maggiori studiosi del mondo classico«. El hecho de que esta crítica apareciera en las páginas culturales del Corriere della Sera, periódico en el que ocasionalmente colabora Canfora, no obsta a su valor.

Al acabar la lectura de El mundo de Atenas se entrecruzan varias sensaciones. La primera es que difícilmente podría imaginarse mejor autor para este trabajo que un profesor nacido en lo que fue parte de la Magna Grecia y cuya herencia cultural todavía se respira, pese a todo, en aquella región. No es de extrañar que en él se atribuya a Roma un papel clave en la «restauración de la superioridad de la Atenas clásica» para afirmar que fueron los romanos, tras derrotar a la monarquía macedonia, quienes «exaltaron –en una mezcla de idealización literaria y esterilización política- a Atenas, su mito y su centralidad«.

La segunda sensación linda en cierto modo con el asombro y a veces con el desconcierto: resulta tal el cúmulo de conocimientos que exhibe en la obra Luciano Canfora, tal el dominio de las fuentes griegas por él utilizadas –y de las monografías alemanas, italianas, francesas y británicas sobre ellas escritas desde el siglo XIX- que uno queda admirado y a veces, por qué no decirlo, impresionado. Y, si se nos permite la licencia, difícilmente alguien que no tenga la lucidez mental de los italianos podría dosificar, a partes iguales, su asombrosa erudición con la agudeza de sus observaciones.

BUSTO PERICLESLa tercera sensación, en fin, es que El mundo de Atenas no habla sólo de Atenas, ni del mundo de Atenas, sino de nuestro propio mundo y de las formas políticas asumidas por las democracias que podríamos llamar «occidentales» a lo largo de la Historia. Esta dimensión es perceptible en varios pasajes de la obra, por ejemplo al hablar de la polémica entre Filipo de Macedonia y Demóstenes (el autor de las Filípicas, precisamente contra aquél). El profesor de Bari afirma que se trata «casi de una metáfora de los conflictos actuales» y subraya cómo las opiniones historiográficas a favor de uno (Demóstenes en cuanto protector de la libertad de Atenas frente a un poder extranjero) o de otro (Filipo y Alejandro en cuanto conquistadores y fundadores de la civilización helénica) han ido variando, con los siglos, en función de las ideologías de los historiadores.

Hechos estos elogios, la única objeción –de índole menor- que podría formularse al libro es que en él se repiten con cierta frecuencia determinados pasajes, quizá porque algunos de los capítulos que lo integran parecen haber sido escritos previamente con carácter independiente, como monografías o colaboraciones en otras obras. El propio autor lo reconoce implícitamente en su expresión de agradecimientos cuando afirma que el dedicado a «Eurípides en Melos» es la reformulación, dentro de este libro, del ensayo que con el mismo título había aparecido en la nueva serie de una revista.

Sintetizar el contenido del libro es, en este caso, tarea o bien imposible o bien inútil. Lo mismo podríamos afirmar que todo él versa, en realidad, sobre el fondo de la «verdadera» constitución de Atenas subyacente bajo la oración fúnebre de Pericles («parafraseada y al menos en parte inventada» por Tucídides, según Canfora), que sostener –como propugna la contraportada de la edición española- que el autor ha tratado de poner en tela de juicio la imagen idealizada de Atenas para «desmontar la máquina retórica» creada sobre ella.

Y es que, en efecto, uno puede sucumbir a la tentación de interpretar el libro sólo en clave de democracia vs. oligarquía, o de ciudadanos vs. esclavos, o de Atenas vs. Esparta, o de la Hélade vs. los persas, pero su contenido va mucho más allá de todos estos temas, que sin duda aborda, cuando refleja la complejidad de la situación y el pensamiento de los atenienses del siglo de Pericles.

IMAGEN PARTENON ATENASEl libro se formula como un diálogo a posteriori entre los pensadores, políticos, historiadores y autores dramáticos griegos de la época, siempre con el tema de fondo del sistema político de la ciudad (y, en cierto modo de su rival Esparta) y de los conflictos internos y externos en que intervino. Cualquier episodio de los brillantemente analizados (así en el capítulo «Lucha política en la gran potencia de Occidente: Siracusa 415 a.C.«, o el que Canfora denomina «Golpe de Estado del 411«) es descrito y puede ser leído en términos que reflejan su realidad histórica, desde luego, pero también sus connotaciones más profundas, dentro de la constante controversia entre las tendencias políticas confrontadas una y otra vez en Atenas.

En ese diálogo hay unas voces recurrentes (Tucídides, Alcibíades, Eurípides, Aristófanes, Demóstenes) y otras que hacen observaciones de gran altura: los diálogos platónicos sobre cuestiones políticas, la obra de Aristóteles y las citas de Sócrates recogidas por Jenofonte y por sus discípulos. En otro orden de magnitud, aunque quizás no de relevancia, se encuentra las referencias a los textos del autor anónimo (pseudo Jenofonte) de la «Athenaion Politeia«, Lisias e Isócrates.

Quizás el eje principal del discurso sea la obra de Tucídides, y no sólo porque Canfora aproveche el elogio fúnebre de Pericles como contrapunto de la suya. Para el autor italiano la Guerra del Peloponeso esconde en sí misma muchas más «pistas» de las que a primera vista parece sugerir. Valga, por ejemplo, el análisis que hace Canfora del «diálogo terrible» de los embajadores atenienses y los magistrados de Milo antes del asedio y posterior masacre de los isleños, narrado por Tucídides.

BUSTO DEMOSTENESEl autor refleja cómo la «Atenas del mito grabada en el epitafio perícleo-tucidídeo» fue –casi inmediatamente después- objeto de discusiones y rechazo en las obras de Isócrates, de Platón y de Lisias. La democracia de la que hablaba Tucídides llevaba ya en sí ciertas contradicciones («hace reverberar sobre el demo las características que son, por el contrario, exclusivas de la élite») y Platón pudo afirmar en el Mexeno (Canfora lo cita en el capítulo titulado «Una camarilla que se reparte el botín«) que en realidad siempre había sido una aristocracia: «algunos la llaman democracia, otros de otra manera, pero en los hechos es un gobierno de los mejores con la aprobación de la masa«. La dialéctica entre estas dos formas de percibir la misma realidad es una constante a lo largo de las páginas del libro, a modo de variaciones sobre un único tema musical interpretadas con toda la potencia y la variedad de una gran orquesta.

Canfora nos da cuenta de cada uno de los personajes principales de la obra (y aludir a su condición de actores no es ocioso, dada la influencia del teatro en la polis, frecuente reflejo de la contiendas políticas, como ocurre con algunas comedias de Aristófanes) a través de sus propias palabras, casi siempre obtenidas de Tucídides, y del resto de fuentes contemporáneas o posteriores. De aquél procede, por ejemplo, el conocido pasaje en el que Alcibíades, enfant terrible de la época, justifica ante los espartanos su pasado («nosotros los sensatos sabíamos que la hegemonía del demo –la demokratia- era, según sabe todo el mundo, una verdadera locura«). A veces, sin embargo, la defensa de la constitución política antigua se pone en cuestión apelando a los meros intereses de la clase dirigente y en algunos casos extremos, como el de Demóstenes, destacará las sospechas, vertidas poco después de su fracasada campaña contra Filipo, de que estaba a sueldo de Persia (Contra Ctesifonte, 156 a 193) para oponerse a la hegemonía macedónica.

El estudio de Canfora es un constante ir y venir sobre la lucha entre lo que él mismo llama la «autorepresentación ideológica» de Atenas, sobre la que se asienta el mito que ha perdurado, y las tomas de postura de sus disidentes internos, ya sean políticos, pensadores o autores literarios. No es casual, en sus palabras, que «los dos críticos de la ciudad más perseguidos, Sócrates y Eurípides, hayan terminado el uno ajusticiado por delitos ideológicos y el otro autoexiliado en Macedonia y decidido a no volver nunca«.

El mundo de Atenas no es reductible a una síntesis o resumen banal, lleno como está de matices y descubrimientos. Canfora dedica ciertamente una atención destacada a la «crítica nada banal de la democracia«, título de uno de los capítulos que transcribe el pasaje de La Constitución de Atenas en el que Aristóteles marca el punto de inflexión del sistema político ateniense tras la muerte de Pericles y el acceso al poder de personajes como Cleón y Cleofonte. Pasaje que, para el estudioso italiano, refleja la evolución demagógica de aquella política, también descrita en alguna comedia de Aristófanes y no ausente, ya antes, en la obra en Tucídides, contrario a «confiar el Estado a los caprichos del demo«. Pero esta atención a la cuestión política de fondo es sólo el lienzo en el que se dibujan, capítulo tras capítulo, episodios relevantes de la vida de Atenas y se pasa revista a sus personajes más destacados.

ANAXAGORAS Y PERICLESLa última parte de la obra dirige su mirada al siglo IV, tras abandonar la Atenas del siglo precedente Canfora destaca de él el predominio de la corrupción política, quizás mejor conocido porque las fuentes documentales que nos han llegado son piezas de oratoria forense en las que sus autores intercambian acusaciones ante los tribunales. Destaca también, tras la derrota de Queronea (388 a.C), el predominio macedonio y dedica especial atención a la figura de Demóstenes. Y concluye el libro, tras reproducir unas palabras de «inusitada ferocidad» de Posidonio, con la afirmación de que «para él, como para Cicerón, Atenas era ya el lugar de la nimia libertas, reducida a una farsa. Así, juzgaban, era como había terminado

Canfora, que acompaña sus afirmaciones con constantes referencias bibliográficas en las notas a pie de página (la obra es en cierto modo un diálogo de gran altura mantenido con todos los autores anteriores que se han ocupado de esta misma realidad) ofrece al final un interesantísimo –y breve- estudio historiográfico en el que nos da cuenta de cómo han tratado las diversas generaciones de historiadores, conservadores o no, a partir del siglo XIX el mundo (¿el mito?) de la Atenas clásica.

Luciano Canfora (Bari, 1942) es profesor de filología clásica, historia antigua y literatura griega. Autor –polémico- de muy numerosos trabajos en su especialidad y coordinador de la obra colectiva Lo spazio letterario della Grecia antica, ha prestado especial atención a la obra de Tucídides y de Demóstenes, así como la política ateniense, sobre la que después de El mundo de Atenas ha escrito (2012) La democracia ateniense.

*Publicado por la Editorial Anagrama, febrero 2014.