Aníbal Barca fue uno de los generales que ha dado la historia universal cuyas cualidades le permitirían mirar a los ojos a Alejandro Magno o a Napoleón sin tener que agachar la cabeza. Ahora bien, a diferencia de estos dos grandes militares, el estratega cartaginés no llegó a construir un imperio legendario con sus conquistas. Es más, al final fue derrotado en la batalla de Zama por Escipión el Africano y Cartago perdió toda su influencia en el Mediterráneo. Sin embargo, las hazañas de Aníbal han pasado a la eternidad. Recordado por su viaje desde la Península Ibérica a la italiana a través de los Alpes, con elefantes incluidos, puso en jaque a Roma durante varios años. Derrotó a sus tropas en sucesivas batallas (la más famosa de ellas, la de Cannas) e incluso se quedó a las puertas de la ciudad capitolina.
La vida de Aníbal se enmarca en un periodo fascinante de la historia antigua. El siglo III a.C. es una época de transición, en la que la República romana empezaba a consolidarse y el Mediterráneo bullía a causa del floreciente comercio y de la ambición de pequeños estados dominados por reyes o tiranos, que ansiaban ampliar su poder. La victoria romana en la Primera Guerra Púnica había sido una sorpresa: una simple ciudad había derrotado a una de las grandes potencias del Mediterráneo y el equilibrio de poderes se empezaba a resquebrajar. Cartago, para resarcir su orgullo herido y obtener nuevos recursos, se fijó en la Península Ibérica, que pasó de ser un territorio periférico sin apenas relevancia a convertirse en una pieza clave en el tablero de ajedrez del sur de Europa. Al Este, mientras tanto, Grecia seguía siendo el faro de la cultura occidental, aunque muy debilitada militarmente. Roma no tardó en lanzarse a su conquista. Los galos, por su parte, miraban con recelo a sus vecinos del sur.
En este convulso contexto histórico, la figura de Aníbal emerge como uno de los grandes hombres del momento. Su vida es fascinante y su complejidad, poliédrica. A pesar de la admiración que despierta, no hay muchas obras en español que aborden su figura. Para salvar ese vacío, la editorial Edhasa ha publicado la biografía escrita por el profesor estadounidense John Prevas, El juramento de Aníbal. Vida y batallas del mayor enemigo de Roma*. El libro, de un tono divulgativo y ameno, nos da cuenta de las peripecias del general cartaginés en su lucha contra Roma. Es una obra pensada para el gran público, cuya lectura nos proporciona un retrato del Mediterráneo en el siglo III a.C. y de sus principales protagonistas, centrada en quien puso en jaque a la orgullosa Roma.
Con estas palabras explica el autor la finalidad de su trabajo: “Mi intención al escribir este libro ha sido realizar una biografía de Aníbal clara y cautivadora, dedicada al no historiador, cuya lectura y comprensión no requiera un extenso conocimiento del contexto histórico del período. El mío no es un libro para académicos sino para lectores generales interesados en la historia y en la aventura, pues está destinado a ser leído y disfrutado, no estudiado. Las Guerras Púnicas entre Roma y Cartago, al menos para un lector general, constituyen un período relativamente oscuro en la historia antigua, aun cuando esa confrontación supusiera la transformación de Roma. La ciudad pasó de ser una república regional en la tierra firme italiana a conformar un imperio que se extendió desde un extremo al otro del mundo antiguo y que puso las bases para el desarrollo de la civilización occidental. Aníbal desempeñó un papel determinante en ese profundo cambio”.
Es probable que lo lectores conozcan las gestas de Aníbal en territorio italiano. Es menos probable, sin embargo, que estén al tanto de sus orígenes. El estratega cartaginés no era un advenedizo en el arte militar: provenía de una familia, los Barca (o Brásidas), con una larga tradición en el campo de batalla. Su padre, Amílcar Barca, conquistó gran parte de la Península Ibérica y su cuñado, Asdrúbal, continuó la labor del suegro y consolidó la presencia cartaginesa en Hispania, fundando la ciudad de Qart Hadasht (la actual Cartagena). A la muerte de ambos, nos explica John Prevas, Aníbal, que había participado en las campañas de sus familiares, con solo veinticinco años tomó el control del ejército africano. Su ambición le llevó a romper la tregua firmada con Roma y a emprender la expedición que le haría famoso, tras la conquista de Sagunto en el año 219 a.C. La ciudad, aliada de los romanos, cayó, dando inició la Segunda Guerra Púnica que a la postre resultaría fatal para Cartago.
Uno de los principales retos de todo biógrafo consiste en penetrar en la mente y en el alma del personaje que estudia. Saber qué pensaba al tomar decisiones trascendentales resulta una cuestión prioritaria, aunque de una dificultad extrema. Las fuentes que hablan de Aníbal, casi todas de origen romano, son poco fiables y divergen entre sí. Las más cercanas a las Guerras Púnicas lo describen como un ser poco fiable, pérfido, avaricioso y cruel, pero, a medida que se alejan en el tiempo, la visión se transforma y Aníbal emerge como encarnación del digno y noble adversario, poseedor de las virtudes propias de un héroe de la Antigüedad. John Prevas dedica un buen número de páginas a descifrar las motivaciones y la personalidad del biografiado, suscitando interrogantes tales como ¿qué impulsó a Aníbal a abandonar África y emprender su guerra contra Roma? ¿Fue un soldado dedicado a seguir las órdenes de su gobierno o actuó por su cuenta y riesgo para alcanzar la gloria? o ¿Qué rasgos le convirtieron en un gran líder que, durante años, logró mantener a un ejército cohesionado en condiciones extremas?
Al final, como explica el historiador americano, “Aníbal fue una compleja mixtura de lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, un hombre de una enorme inteligencia y confianza en sí mismo, un genio táctico, generoso y compasivo, pero también de una insondable violencia, frialdad y codicia”.
Las buenas biografías encierran mucho más que el relato de la vida del protagonista. La de Prevas se atiene a esta regla y, además de retratar al general africano, nos ofrece un cuadro muy ajustado de la situación del Mediterráneo a finales del siglo III a.C. Los sistemas políticos de Roma o Cartago, las relaciones entre las distintas ciudades italianas o la organización social y cultural de los pueblos mediterráneos son algunas de las cuestiones que aparecen tratadas en sus páginas. Por supuesto, el factor militar también se halla muy presente en el libro y la estrategia y las tácticas de Aníbal para derrotar a los romanos, así como las principales batallas de la guerra, son analizadas con detalle.
Para concluir, aprovechamos de nuevo las palabras del propio autor: “La Segunda Guerra Púnica a menudo se conoce como “Guerra de Aníbal”, porque desempeñó el papel principal en ese conflicto, tal como su padre lo hizo en la primera. Aníbal tomó la iniciativa y puso patas arriba la estructura de poder del mundo antiguo al lograr lo que todos creían imposible en ese momento. Cruzó los Alpes con un ejército al comienzo del invierno, luego hizo lo inimaginable y llevó la guerra al propio patio trasero de los romanos. Cruzar los Alpes con un ejército y con los elefantes le valió su lugar en la imaginación popular. En Italia, Aníbal derrotó ejércitos romanos que doblaban en número a sus tropas y durante años mantuvo a los romanos en un continuo estado de crisis mientras su ejército devastaba los campos. […] Aunque, al final perdió el combate, todavía sobresale como una de las grandes figuras de la historia militar, un hombre impulsado y consumido por el odio y un líder que nunca pudo aceptar la derrota o la conciliación cuando se trataba de luchar contra sus enemigos”.
John Prevas, académico y profesor de historia griega y romana, de latín y derecho en el Eckerd College de Florida desde 2001 hasta el 2011, ha sido profesor visitante en la Universidad del Sur de Florida, Sarasota. Entre sus obras más conocidas se hallan Ambition Glory (2009), en coautoría con Steve Forbes, Envy of the Gods (2004), Xenophon’s March (2002) y Hannibal Crosses the Alps (2011).
*Publicada por la editorial Edhasa, mayo 2018. Traducción de Isabel García Trocolí.