POLIFEMO - HUMANISMO MEDIEVAL Y ALFONSO X

El humanismo medieval y Alfonso X el Sabio
H. Salvador Martínez

El Renacimiento se considera uno de los grandes puntos de inflexión de la historia europea del último milenio. Las transformaciones políticas, sociales y culturales que trajo consigo cambiaron, ya para siempre, el curso de la sociedad occidental y conllevaron una nueva forma de entender la vida y los hombres. Supuso, sin duda, el inicio de una nueva Edad, la Moderna. Las figuras que protagonizaron este proceso son bien conocidas y, seiscientos años después, sus nombres todavía son identificables, incluso por un público que rara vez presta atención a su pasado. Tal es la fuerza de atracción que ejerce que ha eclipsado a otras etapas cuya importancia, similar a suya, han pasado un tanto desapercibidas. Nos referimos, en este contexto, a la renovación intelectual que se produjo en el siglo XIII, cuyo símbolo externo fue la construcción de las impresionantes catedrales góticas. Los especialistas ven en ella el origen del futuro movimiento renacentista.

En España pudiera parecer como si toda la Edad Media hubiese estado condicionada por la Reconquista (lo que, en parte, es una realidad incuestionable), con la guerra y las disputas políticas y hereditarias como eje central sobre el que habrían de girar los estudios de este período. No obstante, más allá de las campañas militares, los reinos peninsulares no fueron ajenos a las corrientes intelectuales que florecían al norte de los Pirineos y, de hecho, participaron activamente en el florecimiento cultural de esa época. Por supuesto, hay etapas más oscuras que otras, pero la Península, a diferencia de lo que se podría creer, no era un erial yermo de sabiduría, antes al contrario: su contacto con las culturas judía y musulmana y la aparición de notables pensadores contribuyeron a iluminar los debates que empezaban a producirse en las recién fundadas cátedras universitarias.

La figura paradigmática de esta época es el monarca castellano Alfonso X el Sabio, cuya ambiciosa obra apenas tiene parangón en aquellos tiempos. La originalidad, calidad y buen hacer del proyecto del hijo de Fernando III el Santo dotó a la sociedad castellana (y, por extensión, a la europea) de un corpus doctrinal, legal y literario incomparable. H. Salvador Martínez indaga en la labor del Rey Sabio, y en el contexto histórico y cultural en que se enmarca, con su completísimo trabajo El humanismo medieval y Alfonso X el Sabio. Ensayo sobre los orígenes del humanismo vernáculo*. Como explica el propio autor: “De todas partes confluyen personalidades, obras y traducciones que hacen cambiar el mundo de las ciencias y las letras y la misma sociedad con gran rapidez. Chocan y se influencian mutuamente tres grandes culturas: la latino-cristiana, la clásica greco-pagana a través de las traducciones del árabe, y la musulmana. Alfonso es beneficiario de todas. De esta encrucijada cultural sin precedentes nace en la corte alfonsí una visión nueva del pasado nacional en la Estoria de España y del universal en la General Estoria, pero también nacen una gran cantidad de obras jurídicas, científicas y hasta pasatiempos […] El trabajo intelectual de Alfonso X, efectivamente, debe inscribirse en el ámbito cultural del siglo XIII, dominado por el enciclopedismo didáctico que el rey cultivó con extraordinario fervor personal; de tal manera que el contenido ideológico y el entero significado histórico de su obra encajan perfectamente en esta tendencia de la época”.

Nos hallamos ante un trabajo de investigación denso, pormenorizado y esclarecedor. Un lector profano podría cometer el error de desechar el libro, a la vista de su título y de su extensión (seiscientas páginas aproximadamente). ¿Qué interés tiene en el siglo XXI, estaría tentado de pensar, una obra de estas características? Pues bien, más allá del indudable aliciente histórico, conocer la figura del Rey Sabio, su tiempo y sus inquietudes, tal como Salvador Martínez propone, nos sumerge en el nacimiento de una lengua nueva, el castellano, sobre la que Alfonso X construyó gran parte de su movimiento cultural, científico y literario. Las implicaciones que su proyecto tuvo en la sociedad medieval fueron revolucionarias. La cultura, hasta entonces en manos de la Iglesia, se liberó del yugo del latín culto y se acercó a todo el pueblo. Sin menoscabar la autoridad del estamento religioso, se empiezan a estudiar otras materias, alejadas de los dogmas revelados. Si hoy nos parecen cuestiones obvias, en aquella época fueron un fenómeno cultural extraordinario.

Para Salvador Martínez, el humanismo vernáculo, que no debe confundirse con el humanismo clasicista (o “florentino”) del siglo XV, tuvo su origen en la Corte de Alfonso X. Sus principales rasgos fueron la revalorización de las siete artes liberales; la separación de la filosofía de la teología; el estudio del derecho romano; el interés por la historia como disciplina de la filosofía moral; y el estudio de las ciencias de la naturaleza. De ahí, afirma el autor, “[…] que su humanismo, como en general el de sus contemporáneos, sea un humanismo total; en el sentido de que abarca tanto las letras, divinas y humanas, como las ciencias; así como un nuevo método en que apoyar su argumentación, fundado en la naturaleza misma de las cosas”.

HUMANISMO MEDIEVAL ALFONSO LIBRO CANTIGAS

Con el fin de “rastrear” los orígenes de este humanismo vernáculo, la obra analiza el desarrollo de la cultura de los siglos XII y XIII en Europa (presta especial atención a la célebre Escuela de Chartres) así como en la Península, estudiando los principales escritos promovidos por el Rey Sabio. Salvador Martínez no rehúye el sempiterno debate sobre la autoría o participación de Alfonso X en la elaboración de los textos. Siguiendo a San Buenaventura, quien distinguía entre scriptor, compilator, commentator y auctor al abordar el análisis de las Sagradas Escrituras, atribuye al monarca castellano la doble consideración de compilator, pues Alfonso se ocupó de recorrer personalmente numerosos archivos y monasterios buscando fuentes e impartió instrucciones sobre cómo seleccionar y ordenar el material recogido; y de auctor, que no ha de equiparse a la noción que de esta figura tenemos hoy, sino a la de quien asume la plena responsabilidad del contenido de los textos. Ahora bien, el grado de participación del Rey difiere en relación con sus obras, pues claramente intervino más activamente en unas que en otras (es el caso, por ejemplo, de la General Estoria).

Obviamente, Alfonso X no inventó el castellano, ni fue el primero en emplearlo en documentos oficiales o literarios. El castellano era ya la lengua utilizada por la mayoría del Reino y el instrumento de comunicación entre los tres grupos étnicos que poblaban la Península; al mismo tiempo, el latín perdía fuerza y quedaba confinado a las élites. El Rey Sabio, tras las conquistas llevadas a cabo por su padre y por él mismo, hubo de optar entre recuperar el latín o adoptar el castellano como lengua de cultura. La decisión, cargada de motivaciones políticas y sociales (pretendía unificar las distintas partes del reino bajo una misma lengua), supuso un giro copernicano en la historia cultural europea. Así lo expresa Salvador Martínez: “[…] es evidente que todavía no nos damos cuenta cabal de lo que debió significar para los intelectuales europeos de la época, cuyas miras eran mejorar el latín de sus escritos, que un rey de España se propusiese disociar el saber humano de la latinidad, empeñándose en transmitirlo en una lengua prácticamente inexistente como lengua de cultura. Esto era como empezar desde cero (quemar las naves), reescribiéndolo todo, y en el proceso crear una lengua a la altura de las circunstancias y con unas estructuras lingüísticas que enseñasen a todos sus súbditos a pensar en castellano”.

Junto al designio de utilizar una lengua vehicular para unificar el reino, se erige otro factor como causa del proyecto alfonsino: la voluntad del monarca de que todo su pueblo tuviese acceso a la cultura. Las alusiones a este ideal son una constante en el libro, pues, para Salvador Martínez, ese propósito resulta clave para comprender qué llevó a Alfonso X a intentar reescribir (en castellano) todos los conocimientos adquiridos por la humanidad a lo largo de su historia (“En este esfuerzo por extender el saber a todos los súbditos consistió la labor didáctica de Alfonso X y la razón de ser toda su obra” o “Es evidente que el objetivo de la obra alfonsí y el de todo su programa humanístico fue poner el saber del pasado, del presente y posiblemente del futuro al alcance de un público inculto pero deseoso de aprender”). Un noble propósito, que bien merecería ser imitado en los tiempos que corren. La obra de Salvador Martínez no es tan ambiciosa, pero nos ayuda a ver un poco más lejos, apoyados en los hombros de gigantes.

Salvador Martínez realizó estudios de Filosofía en la Universidad de Viena y de Filología latina en la Universidad de Roma. En el Canada Council del Centre for Medieval Studies de la Universidad de Toronto obtuvo el doctorado en Literatura Medieval. Inició su docencia en la Universidad de Texas y, desde 1976, ha ocupado la cátedra de Literatura Medieval y del Renacimiento en la New York University. Entre sus obras destacan “Poema de Almería” y la épica románica (1975), Berenguela la Grande y su época (2012), La convivencia en la España del siglo XIII. Perspectivas alfonsíes (2006); Alfonso X el Sabio: una biografía (2003) o La rebelión de los burgos. Crisis de Estado y coyuntura social (1992).

*Publicado por la editorial Polifemo, mayo 2016.