GRANDE - UNIZAR - CIUDADES INTERMITENTES

Las ciudades intermitentes. El heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas

La historia, la política y la literatura han mostrado zonas de intersección que, sin llegar a superponerse y confundirse, ofrecen una serie de consideraciones interconectadas, no siempre adecuadamente tomadas en cuenta por sus respectivas áreas de estudio. Cuando la literatura, además, hace mención a grandes contadores de historias, a genuinos autores-siglo, como son los casos del francés Honoré de Balzac y el español Benito Pérez Galdós, esta relación es, si cabe, más estrecha.

En el libro titulado Las ciudades intermitentes* (y convenientemente subtitulado «El heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós») la autora, Scheherezade Pinilla Cañadas, presenta un trabajo que combina diferentes campos de estudio: la historia, por supuesto, pero también la teoría política, la sociología y la crítica literaria. Es, pues, un ensayo de carácter multidisciplinar cuyo objetivo emerge conforme avanzamos en su lectura: la recuperación de la noción de «pueblo» en la obra de ambos autores, así como la formación de la «ciudad» como espacio genuinamente político de la experiencia moderna.

Es indudable para la autora que las obras de Balzac y Galdós presentan semejanzas y diferencias. Por el trabajo de Pinilla Cañadas desfilan buena parte de los libros de ambos escritores y, en especial, los relativos a sus dos producciones principales: La Comédie Humaine en el caso de Balzac y los Episodios nacionales en el caso de Galdós. Una de las cuestiones que llaman la atención –y que la autora pone de manifiesto desde el inicio de la obra– es la diferente reacción que ella misma percibió, por parte de los expertos en la obra balzaciana y galdosiana, respecto del objeto de su propia investigación. Mientras los estudiosos de la obra del español reconocían (cómo no hacerlo, si así lo admitía el propio Galdós) que sus planteamientos están fuertemente influidos por la obra de Balzac; los especialistas en el novelista francés se mostraron mucho más reticentes a admitir dicha influencia, en parte por el desconocimiento de la obra galdosiana y en parte por la pretensión de excesiva originalidad.

RETRATO DE BENITO PEREZ GALDOSUna referencia común al planteamiento de ambos escritores respecto de la formación del espacio urbano es rápidamente detectada casi desde el comienzo del libro. Se trata del pensamiento del político, consejero y ensayista florentino renacentista Nicolás Maquiavelo. En concreto, los dos literatos están fuertemente influidos por una idea que el escritor italiano plantea en el célebre capítulo IX de su obra más conocida, El príncipe, cuando se refiere a los dos humores presentes en toda ciudad. El fragmento maquiaveliano dice lo siguiente: «Porque en todas las ciudades existen estos dos tipos de humores; que nacen del hecho de que el pueblo no quiere ser gobernado ni oprimido por los grandes y en cambio los grandes desean dominar y oprimir al pueblo; y de estos dos apetitos nacen en las ciudades uno de estos tres efectos: principado, libertad o anarquía».

La reconstrucción que lleva a cabo Pinilla Cañadas sobre el papel del «pueblo» y de la «ciudad», como actor y espacio político, en la obra de ambos literatos también nos permite atisbar otra serie de influencias relacionadas con la filosofía política, el pensamiento historiográfico y la hermenéutica literaria. Por citar algunos ejemplos, encontramos referencias a las aportaciones y a las obras de Claude Lefort, Jacques Rancière, Hannah Arendt, Jules Michelet, Reinhart Koselleck, Italo Calvino o Paul Ricoeur. Este listado de nombres ya nos hace presagiar un texto con un enfoque sin duda interesante sobre la literatura de Balzac y Galdós, pero también nos sitúa ante una obra cuya lectura no es en absoluto sencilla. Las ciudades intermitentes no es un libro para devorar en trayectos en metro o en trenes camino de la universidad o del trabajo, sino para leerlo tranquila y detenidamente en un entorno sosegado que permita un gran nivel de concentración.

Los dos conceptos fundamentales que atraviesan el libro son el de «pueblo» y el de «ciudad intermitente». Si bien resumir todo el contenido del libro sería difícil en el espacio que disponemos, resulta conveniente abordar, al menos de forma somera, ambas nociones. La idea de «pueblo» hace referencia a dos realidades claramente diferenciadas. Por un lado, la de las masas, los desposeídos, los oprimidos. Aquellos de los que Maquiavelo decía que ansiaban, como gran pasión política, la de no ser gobernados ni dominados por los grandes, los ricos o los poderosos. No se trata tanto de una pasión por ser ellos quienes gobiernen y opriman, sino más bien de una liberación respecto de la opresión que otros ejercen sobre ellos. «Pueblo», en esta primera acepción, no deja de ser sino otra palabra para referirse a los súbditos, a los ciudadanos en cuanto destinatarios pasivos (aunque siempre presentes) de las normas y decisiones políticas de las que puede decirse que no toman parte.

RETRATO DE BALZACEn un segundo momento, sin embargo, el concepto de «pueblo» denota una realidad completamente diferente: la de nación, la de sujeto político soberano. En esta construcción la idea de «pueblo» se presenta como la totalidad activa y plena (no como un sujeto-masa pasivo). Es importante destacar, como señala la autora, que esta segunda noción está mucho más presente en la obra galdosiana –en especial en los primeros volúmenes de los Episodios nacionales– que en los libros del novelista francés, marcados por un mayor pesimismo y en las cuales el pueblo, aunque siempre presente, aparece y desaparece de forma intermitente a lo largo de la narración, aflorando mucho más en descripciones que en la narración de la acción principal.

La noción de la «ciudad intermitente» guarda relación con una serie de consideraciones como la concepción de la ciudad en Italo Calvino, la noción política de Hannah Arendt, el espacio político en Lefort o la idea de la política como fenómeno estético de «aparición» en la obra de Rancière. Lo mejor para dar cuenta de ello será ceder la palabra a la propia autora, quien en uno de sus breves pasajes afirma: «Tomé del escritor italiano el nombre de las ciudades invisibles (habitadas aquí por quienes no aparecen en el relato) para uno de sus tipos y añadí tres nuevas denominaciones íntimamente vinculadas con la definición arendtiana de lo político: las ciudades existentes (cuyo contenido es menos evidente de lo que pudiera pensarse en un principio), las ciudades a lo lejos (que abren el interrogante por la distancia propia del mundo como entre-dos) y las ciudades intermitentes (que descubren la temporalidad de la brecha)».

La «ciudad intermitente» es, por lo tanto, uno de los espacios imaginarios del relato que recoge la idea de Hannah Arendt sobre la imposibilidad de estar siempre presente lo aparente. Todo esto, como reconoce la autora, construido a partir de la noción del espacio político en Lefort: «La definición de la ciudad lefortiana como espacio-contra parte del conflicto como división insuperable y del hecho decisivo de la asimetría entre el apetito de los grandes por tener y el de los muchos por ser. Y, sobre este suelo, se entretejen mis ciudades del relato».

Aun siendo importantes las nociones de espacio urbano y de la inherente existencia del conflicto de los humores, es necesario un paso más para que la ciudad cobre una apariencia de intermitencia. El elemento adicional, que podemos considerar como la incapacidad de permanecer permanente de lo aparente, está tomado por la autora de las obras de Arendt y Rancière y tiene vínculos directos con los planteamientos de Balzac y Galdós, así como de otros muchos escritores. Así lo explica Scheherezade Pinilla Cañadas en la introducción del libro (a pesar de la extensión de la cita creemos pertinente transcribirla por su claridad):

PARIS 1810«Aún quedaba por activar el engranaje que pondría en marcha el juego de las ciudades aprendido de Calvino: la idea arendtiana de que no todo el mundo puede estar todo el tiempo en el espacio de la aparición. Mi auténtico diálogo con el balzacianismo y el galdosianismo comenzó con la reflexión sobre esta interminencia. La Comédie y los Episodios como formas del mundo ofrecían el soporte necesario para el análisis de las estrategias globales de la crítica a la hora de enfrentarse al problema de la inscripción narrativa de los muchos. De hecho, el problema de la representación es el problema; porque, como sostiene Rancière, la política es el lugar de la apariencia, un asunto estético. Esta definición de lo político convertía el esfuerzo de análisis que se renueva con la lectura de cada novela en una suerte de re-creación de la escena inaugural de la ciudad: el litigio sobre la existencia de una escena compartida y sobre las partes que en ella se incluyen. Este fondo teórico dotaba de sentido político a un ejercicio sobre el estado de la cuestión (la representación literaria del actor colectivo) que se articulaba en torno a lo que he denominado movimiento pendular entre la poética de lo pleno y la poética del vacío por parte de las distintas escuelas de crítica literaria. El primero de los términos (que expresa la cosmovisión dominante en el galdosianismo) engloba todos aquellos trabajos que han defendido la existencia de una suerte de horror vacui del espacio literario, concebido desde la verticalidad de las ciudades existentes. El segundo término (que expresa la cosmovisión dominante en el balzacianismo) incluye los estudios que han subrayado las ausencias, el inmenso vacío del pueblo. El paso por los textos de Baudelaire, Gautier, Faguet, Lanson, Hinterhaüser, Jover Zamora, Rodríguez Puértolas, Suárez Cortina, Anselmo Lorenzo, Altamira, Guyon, Lukács, Chevalier, Wurmser o Barbéris me llevó a adoptar una posición radicalmente crítica que cuestionaba el transparente pueblo-evidencia de Galdós y la unanimidad del agujero balzaciano. En este doble cuestionamiento encontré mi hipótesis de trabajo; y, en mi primera intuición sobre la importancia del relato como estructura interpretativa, el hilo que, a lo largo de seis capítulos, formaría el ovillo que se recoge en el epílogo del libro».

En suma, se trata de un libro con un contenido complejo y necesitado de sosegada reflexión que permita comprenderlo. Nos ofrece una buena conjunción de elementos políticos, literarios e históricos que puede interesar a los apasionados de estas disciplinas. Algo a lo que hay que añadir una siempre cuidada edición por parte de la editorial Prensas de la Universidad de Zaragoza.

Scheherezade Pinilla Cañadas es doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y en Filosofía por la Université de Paris 8. Su trabajo de investigación se ha articulado en la confluencia de la Teoría Política, la Historia, la Sociología de la Cultura y la Crítica Literaria. Ha sido profesora de la facultad de Ciencias Políticas de la UCM, en donde ha impartido clases de Historia de las Ideas Políticas, Historia Política Contemporánea y Política Comparada. También ha realizado estancias en centros universitarios en el extranjero (Université Paris VII-Denis Diderot, Centre de Recherches Politiques de la Sorbonne, Université Paris 8 y Harvard University) y ha publicado numerosos trabajos en España, Francia e Italia

*Publicado por Prensas de la Universidad de Zaragoza, noviembre 2014.

Andrés Casas