FERNANDO MARIAS - NEREA - EL GRECO

El Greco. Historia de un pintor extravagante
Fernando Marías

El profesor Fernando Marías realiza un nuevo acercamiento a la figura del Greco. Según nos confiesa el propio autor en la introducción del libro El Greco. Historia de un pintor extravagante*, la investigación sobre el artista cretense se gesta desde muchos años atrás y toma cuerpo en 1989, durante sus años de profesor en Harvard. A partir de entonces no ha parado de reflexionar, escribir y discutir sobre el Greco, de releer y revisar las notas manuscritas del artista en los textos de las Vite de Giorgio Vasari y De Architectura de Vitruvio, de completar los datos hasta la fecha conocidos con otras nuevas noticias que han ido apareciendo recientemente. Con la suma de todo ello el profesor Marías ha elaborado un trabajo que abarca la multiplicidad de facetas de la vida y la obra del artista, en el que tiene presentes las diferentes interpretaciones, positivas o críticas, que la historiografía ha realizado sobre el pintor, desde el siglo XVI hasta la actualidad, con especial atención a las opiniones vertidas por Fr. José de Sigüenza, Palomino, Cossio, Justi y Tormo y otros muchos que han tratado su figura a la luz de consideraciones romántica. Frente a todos ellos, Fernando Marías concluye que se trata de una de las figuras más originales y extravagantes del siglo XVI, entendiendo el término en el sentido de caprichoso y complejo.

Comienza el primer capítulo con el análisis de sus orígenes y el entorno familiar de los Theotokópoulos, comerciantes en la ciudad cretense de Candia. Se destaca el papel desempeñado por su hermano Manusos, relacionado con el comercio marítimo con el Véneto y, en cierto modo, posible responsable del acercamiento de Doméniko a Venecia, hecho que supondría un cambio importante en la trayectoria personal y artística del pintor. Al hilo de su primera etapa griega, el Dr. Marías aborda una de las discusiones más reiteradas por los biógrafos de El Greco: su inclinación religiosa y, consecuentemente, el debate entre su ubicación como griego católico o, por el contrario, griego ortodoxo, opción ésta que Marías considera la más probable, aunque no fuera muy practicante. Dedica también un apartado a la formación cultural y artística y al primer aprendizaje del cretense entre la maniera greca y la latina.

EL GRECO SUEÑO FELIPE IILa llegada del pintor a Venecia en 1567, con veinticinco años cumplidos, es el punto de partida para el segundo amplio apartado de este estudio, que comprende los tres años de estancia en aquella ciudad italiana, de la que saldría en noviembre de 1570 para dirigirse a Roma. El conocimiento de Tiziano, de Tintoretto y Veronés, sumado a la obra de Bassano, incluso la de un ya viejo Paris Bordone, por entonces en el Véneto, fue un verdadero descubrimiento y la apertura a una forma de arte diferente a la que hasta entonces el cretense había conocido. Ese panorama de aproximación al lenguaje plástico occidental se completaría con la admiración por el arquitecto Palladio y el escultor Alexandro Vittoria. De manera precisa y rigurosa el autor del libro va desgranando préstamos y dependencias de los pintores y talleres venecianos en las obras realizadas por El Greco durante este período, con especial atención a la influencia ejercida por Tiziano, a veces magnificada por otros historiadores y sobre la que Fernando Marías clarifica distintos aspectos, inclinando la balanza hacia Tintoretto y otras fuentes indirectas. El ambiente veneciano fue así mismo determinante en el desarrollo cultural del pintor. En este sentido, dedica uno de los apartados del segundo capítulo a desgranar el posible papel desempeñando en la formación teórica e intelectual de El Greco por los textos de Daniele Barbaro, Paolo Pino, Ludovico Dolde, Francesco Patrizi y otros nombres.

En 1570 se inicia otra nueva etapa en la vida y obra del artista. Diversas circunstancias determinan que se traslade a Roma con la esperanza de mejores posibilidades profesionales, económicas y sociales. El camino hacia Roma y su itinerario a través de distintas ciudades de la península italiana es analizado con rigor por Fernando Marías, sustentando sus aportaciones en las propias anotaciones que El Greco dejó en el texto de Vasari. Bajo el epígrafe «Roma. La reforma del artista«, el autor nos describe los avatares de los primeros momentos del cretense una vez instalado en la ciudad eterna en el otoño de 1570, así como los círculos culturales y sociales con los que se relaciona y los artistas que frecuenta, con nombres como los Farnese, Fulvio Orsini, G. Clovio, Vasari, etc. Como en las dos etapas anteriores, también ahora, en esta tercera parte, dedica bastante atención a las influencias y relaciones personales y profesionales de El Greco, tratando de comprender las obras que realizó en sus siete años romanos y contemplarlas desde una perspectiva compleja que nos ayude a conocer los cambios producidos en la vida y obra del pintor, cada vez mas inclinado a la intelectualidad y a la figura de artista excéntrico y original. Bajo el título «Los españoles de Roma«, Marías puntualiza qué papel desempeñaron algunas de esas figuras hispanas en su intención de viajar a España y abandonar Italia.

Los tres amplios bloques que siguen están consagrados a Toledo. La amplitud se justifica plenamente por ser esa la ciudad en donde El Greco residió más tiempo (desde 1577 hasta su muerte en 1614) y donde llevó a cabo su obra más madura y representativa, a pesar de que, en opinión del autor, nunca llegó a integrarse plenamente en la ciudad, ni con los artistas toledanos. Con buen criterio, Marías destaca tres momentos importantes y diferentes en la vida toledana del cretense y a cada uno de ellos dedica un diferente apartado.

EL GRECO - ENTIERRO CONDE ORGAZEl primero (1577-1585) se corresponde con la llegada a España y los primeros pasos por la corte madrileña y la ciudad toledana, sin olvidar el revés de El Escorial y la importancia de algunos encargos como el Expolio y el retablo de Santo Domingo el Antiguo. El segundo, que titula «De estante a vecino (1585-1601)«, coincide con la etapa en la que su prestigio como pintor se afianza y a partir de 1585 los encargos se suceden: Marías analiza con nuevos puntos de vista las obras del Greco, entre ellas El entierro del señor de Orgaz, y la creación de un fructífero taller. Paralelamente nos descubre un Greco socialmente independiente y aislado, quizás voluntariamente, empeñado en defender su postura de pintor genial, ajeno a la colectividad toledana. La tercera parte dedicada a su prolongada residencia toledana coincide con la «Vejez y eternidad (1601-1614)» del cretense. Años críticos, afirma Marías, por la avanzada edad del pintor, la desaparición de antiguos colaboradores, el cambio de reinado, la necesidad de entrar al servicio del consejo arzobispal. El contrato para el retablo de la capilla mayor del santuario de Illescas, firmado por él y su hijo Jorge Manuel, y la tasación de la obra en 1605-1607 volvían a demostrar las complejas relaciones profesionales y contractuales de El Greco y su defensa de la actividad pictórica, tal y como nos muestra Marías a través de lectura de la documentación conservada sobre las valoraciones del retablo.

En esos mismos años su anciano hermano Marusos y un grupo de griegos hacían acto de presencia en Toledo implicando en más problemas al pintor, pasajes de su biografía hasta ahora poco conocidos que Marías nos revela. En los últimos años su figura seguía siendo valorada de manera ambivalente por artistas, intelectuales, eruditos y poetas, en especial los culteranos, alguno de cuyos elogios y versos son anotados en el libro por como muestra de esa apreciación. La última década del cretense está casi consagrada al retrato y a los lienzos de devoción, con algunas incursiones en el grabado. Infinitos y anónimos clientes, afirma Marías, son los destinatarios de retratos vitales y lienzos seriados, una producción amplia en la que sobresalen ejemplos como el Laocoonte y muchas obras con la activa participación de Jorge Manuel, entre ellas las últimas creaciones en la capilla Ovalle y el retablo del Hospital Tavera de Toledo. Para concluir, el apartado final está dedicado a su testamento y últimas voluntades y a las ceremonias que pudieron rodear su entierro, cuyo epitafio, escrito por Fray Hortensio Paravicino, resume la trayectoria vital y artística del cretense.

En conclusión, un libro que nos presenta una visión distinta del pintor, nos ofrece un riguroso estudio de sus creaciones, de su pensamiento y de su concepción de la pintura, así como del contexto en el que se desarrolló su personalidad y su actividad profesional. Por todo ello es una obra de referencia obligada, que completa los estudios ya existentes. La edición es muy cuidada, con buena calidad fotográfica que permite visualizar las principales obras del cretense en sus distintas etapas. El libro se completa con amplia bibliografía, algunas referencias documentales, índices y listados de obras.

*Publicado por la editorial Nerea, noviembre 2013.