CATEDRA - EL ESPIRITU DE LA IMAGEN

El espíritu de la imagen. Arte y religión en el mundo hispánico de la Contrarreforma
Carlos Alberto González Sánchez

La imagen se ha utilizado frecuentemente como instrumento del poder. Ya sea para respaldar al soberano, ya sea para derrocarlo e imponer un nuevo régimen, el aparato iconográfico ha sido un arma poderosísima para catalizar y construir la opinión pública. Allí donde un líder quiera reivindicar su autoridad, allí encontraremos manifestaciones artísticas (construcciones arquitectónicas, representaciones visuales, señas distintivas…) que apoyen sus pretensiones. Este proceder, además, no es algo moderno, es casi tan antiguo como el propio hombre. Desde el origen de la civilización hallamos ejemplos del uso interesado de la imagen (las pirámides egipcias, sin ir más lejos). Es posible, incluso, que el recurso a las artes fuese más acentuado antiguamente, pues la legitimación del soberano era más endeble que la actual y requería de un aparato propagandístico más intenso y efectivo. Además, los artistas requerían de mecenas o del Estado para sobrevivir, lo que entrañaba que se plegasen a los intereses de quienes los mantenían.

La Iglesia también ha sabido recurrir a las artes para trasmitir su mensaje. En su caso, se mezclan el ensalzamiento del poder religioso con la pretensión didáctica y con la vocación ecuménica. Si los obispos fueron los grandes impulsores de las catedrales en la Baja Edad Media, en su intención estaba tanto mostrar la fuerza de la Iglesia como cautivar a los fieles. Erwin Panosfky ya habló de la estrecha relación entre el arte y la teología cristiana en su conocido trabajo Arquitectura gótica y pensamiento escolástico. La Reforma de Lutero sacudió los cimientos del cristianismo y obligó a una profunda revisión de su doctrina. La reacción, la Contrarreforma, se articuló en el Concilio de Trento, que sentó las bases del resurgir de la Iglesia Católica: además de combatir los postulados protestantes, se acometió la formación del clero, se reforzó la autoridad pontificia, a la par que la de la jerarquía eclesiástica, y se impusieron nuevos métodos de apostolado.

El catedrático de Historia Moderna Carlos Alberto González Sánchez explora en El espíritu de la imagen. Arte y religión en el mundo hispánico de la Contrarreforma* las conexiones entre el arte y la religión en la España de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Como él mismo señala, “En estas páginas la palabra ‘Contrarreforma’ sobre todo incide en su dimensión cronológica, contextual, cultural y religiosa. Nuestro hilo conductor, como fuere, es la ideología y señas identitarias de aquel enrevesado periodo histórico, a través de su concepción artística. Sustancia de la gestación de imágenes con una finalidad propagandística e impactantes en las mentes de los fieles, su manera de ver el mundo y su integración en un imaginario visual, trasunto de experiencias estéticas y psíquicas de diversa índole”. Y más adelante añade: “En este libro el lector encontrará la digresión de unos discursos religiosos, y otros laicos en la misma dirección, que justificaron y predispusieron determinadas tipologías iconográficas y artísticas, las garantes de la tradición e ideología de los poderes civiles y eclesiásticos, en una coyuntura de cambios y novedades imprevisibles. De ahí la reacción de las autoridades intelectuales integradas en el sistema que se creía amenazado desde dentro y fuera”.

Para acometer su estudio, González Sánchez se apoya en la denominada historia cultural (o historia de la cultura visual), disciplina de reciente adscripción que mezcla distintas ramas de la Historia y de la Historia del arte. En ella confluyen la antropología, la literatura, la filosofía y otras ciencias sociales que buscan entender las implicaciones culturales y sociales de la iconografía desde distintos puntos de vista. De hecho, el prefacio de la obra está dedicado a explorar la evolución de esta corriente historiográfica y presentar el enfoque que el autor confiere a su investigación. Así lo expresa González Sánchez, apoyándose en las palabras del maestro Gombrich: “No puedo creer que seamos solo marionetas bailando de los hilos movidos por una marioneta invisible que representa el espíritu de la época o, quizás, la lucha de clases, ¿No podrían el arte y los artistas haber al menos contribuido en la creación de lo que denominamos espíritu de la época?”.

EL ESPIRITU DE LA IMAGEN - VALDES LEAL

La importancia del arte y de la iconografía en la construcción de la identidad religiosa constituye el núcleo de la obra. El trabajo de González Sánchez, de sumo interés, requiere, sin embargo, algunos conocimientos previos, sin los que el lector profano podría sentirse abrumado, tal es la erudición y la información que facilita el autor. La obra se erige sobre continuos ejemplos de escritos y representaciones de artistas que probablemente no sean conocidos del gran público. Por suerte, la edición cuenta (lo que no es habitual) con una prolífica colección de imágenes que apoyan las tesis del historiador sevillano y permiten entender las principales manifestaciones de la construcción iconográfica durante la Contrarreforma española. Mediante cuadros, retablos, libros o estampas, el relato se construye sobre el impacto de los hábitos y los usos visuales en la producción artística de los siglos XVI y XVII, así como sobre las formas de asimilar y entender las construcciones iconográficas de aquella sociedad.

En los distintos capítulos del libro se abordan temáticas en apariencia tan dispares como los instrumentos utilizados para difundir la doctrina de la Iglesia, bien sean materiales (el libro o la estampa, a partir de la consolidación de la imprenta) o abstractos u orales (los sermones o la oración); la construcción de la “ideología” de la Contrarreforma a través de la imagen y de los nuevos modelos doctrinales acordados en el Concilio de Trento; la transformación de los patrones iconográficos sobre los que se apoyaban los artistas, incluido el rechazo a la temática utilizada en el Renacimiento; la aparición de nuevos marcos de enseñanza, en los que la vista y las impresiones sensoriales cobraban una mayor relevancia; el uso de las imágenes como instrumentos de adoctrinamiento en el Nuevo Mundo o la eclosión del Barroco en cuanto corriente artística propia de la Contrarreforma. Todo ello asociado al uso que la Iglesia hacía de los resortes culturales, escritos u orales, para hacer llegar su doctrina y combatir el espíritu iconoclasta promovido por la Reforma.

Concluimos con esta reflexión que González Sánchez realiza en el epílogo de su obra: “El cerco a la imaginación y la invención no solo concernía a las artes plásticas sino también a cualquier manifestación de la creatividad humana. La interdicción desplegada por los moralistas de la Contrarreforma, nuestros testimonios historiográficos, del mismo modo, y con una acritud peculiar, iba dirigida a la literatura de ficción. El discurso oral y escrito, como la iconografía, fue objeto de control y selección, de clasificación y distribución dentro de unos cauces definidos y mediante un sistema normativo concebido con el fin de anular los riesgos, ciertos o previsibles, que los distintos poderes establecidos perciben en cada momento. Estos entramados culturales, según M. Foucault, siempre aspiran a la tutela de la opinión pública, el monopolio de la verdad, la delimitación de pautas de conductas uniformes y, en última instancia, la marginación de las ideas opuestas a un orden social pretendidamente homogéneo”.

Carlos Alberto González Sánchez (Sevilla, 1963) es catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Sevilla. Sus investigaciones giran en torno a la historia cultural, en concreto a la del libro, y, en general, a la cultura escrita del Mundo Hispánico de los siglos XVI y XVII. Es autor, entre otros títulos, de Los Mundos del libro (1999), Homo viator; homo scribens (2007), Atlantes de papel (2008), New World Literacy (2011), y coautor de De todos los ingenios los mejores. El Condestable Juan Fernández de Velasco y Tovar (2014).

*Publicado por la editorial Cátedra, mayo 2017.