TUSQUETS - AMARGO SABOR DE LA VICTORIA

El amargo sabor de la victoria. En las ruinas del Tercer Reich
Lara Feigel

Cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial, gran parte del planeta se había transformado en una inmensa escombrera; las ruinas pasaron a constituir el paisaje habitual de ciudades en cuyos sótanos millones de individuos se refugiaban y malvivían como podían. Los bombardeos indiscriminados de unos y otros provocaron la destrucción sistemática de las infraestructuras enemigas y la antigua técnica militar de “tierra quemada” se aplicó con efectos devastadores, gracias a los avances en el armamento bélico. La obstinación de los dirigentes nazis por seguir luchando una guerra que ya habían perdido hizo que los aliados tuvieran que recuperar cada palmo de terreno a un coste desorbitado, obligándoles a llevar a cabo una encarnizada campaña de sangre y fuego. El resultado fue una Alemania irreconocible, hundida y destruida, en la que milagrosamente sobrevivieron algunos edificios en pie; ciudades como Dresde o Colonia fueron del todo arrasadas por las bombas.

A medida que los aliados se adentraban en territorio germano surgía la pregunta de ¿qué hacer con el pueblo alemán? El miedo a repetir los errores cometidos tras la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles contrastaba con el odio y el deseo de venganza que provocaron el descubrimiento de los campos de concentración. Los soldados, curtidos por los horrores de la guerra, no fueron capaces de soportar lo que hallaron en esos centros de exterminio ¿Cómo castigar a toda una nación por llevar al mundo al borde del abismo en dos ocasiones, en apenas tres décadas? ¿Quién debería ser el responsable? ¿Hasta qué punto los alemanes conocían y apoyaban la matanza generalizada de judíos? No eran preguntas fáciles de responder y generaban un verdadero quebradero de cabeza a las autoridades aliadas; además, el empuje soviético introdujo una nueva variable, obligando a Estados Unidos y a Inglaterra a actuar con más cautela aún.

La historiadora inglesa Lara Feigel se sumerge en esta Alemania de posguerra en El amargo sabor de la victoria. En las ruinas del Tercer Reich*. A diferencia de otros trabajos que abordan, con cifras y datos, el resultado de la contienda y el calamitoso estado de la economía y sociedad germana de estos años, Lara Feigel se apoya en las experiencias vitales de reputados escritores, periodistas o cineastas, que conocieron de primera mano los estragos de la guerra, para relatar qué se encontraron las fuerzas aliadas al entrar en un país arrasado y moralmente aniquilado. Así lo explica en la introducción de su obra: “Este libro es en parte un intento de conciliar o al menos desenredar estas dos historias. Los cuatro primeros años después del conflicto son el puente entre dos mundos que conocemos bien: la devastación y el horror de la Segunda Guerra Mundial y la poderosa y pacífica Europa occidental de hoy, dominada por una Alemania próspera y liberal. Entre ellos hay otro mundo que hubiera podido ser, un mundo que los protagonistas de estas páginas esperaban crear; pero no lo consiguieron, primero a causa de la intransigencia alemana y después como consecuencia del abrumador pragmatismo de la política de la Guerra Fría. Ésta es la historia de un grupo de artistas que lucharon por dar vida a un nuevo orden y luego, al desvanecerse la esperanza de lograrlo, lloraron por todo lo que se había perdido”.

AMARGO SABOR DE LA VICTORIA - COLONIA 1945

Los protagonistas de la obra no son, por tanto, ni soldados, ni políticos; sus decisiones u opiniones apenas afectaron al devenir de la reconstrucción alemana pero, dada la reputación que ostentaban, pudieron, en cierto modo, influir en la imagen que sus contemporáneos se hicieron de la nación germana surgida tras la guerra. Entre los personajes de Feigel se hallan figuras tan conocidas como Thomas Mann (premio Nobel de literatura y autor de La montaña mágica) y dos de sus hijos, Klaus y Erika; la actriz Marlene Dietrich o el cineasta Billy Wilder; la corresponsal de guerra y escritora Martha Gellhorn; la novelista inglesa Rebecca West; el dramaturgo germano-norteamericano Carl Zuckmayer; o la pintora Laura Knight. También aparecen, aunque con un papel secundario, Ernest Hemingway, John Dos Passos, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Bertolt Brecht, Evelyn Waugh, Humphrey Jennings o Paul Hindemith.

Todos ellos estuvieron en Alemania en algún momento entre 1945 y 1949 y fueron testigos de su devastación. Los motivos que les llevaron a tierras germanas divergen: unos fueron a informar sobre el avance aliado, otros querían ver lo que quedaba de su hogar y, en la mayoría de las ocasiones, fueron invitados por las autoridades estadounidenses o inglesas para reconstruir la cultura alemana e imponer el estilo de vida occidental. Lo que allí encontraron les afectaría el resto de sus vidas: años después, seguían recordando aquellas experiencias con gran vivacidad (“Al final, la mayoría de las figuras que se examinan aquí tuvieron una influencia en Alemania menor que la que Alemania tuvo en ellas”). Cada personaje y cada historia que Lara Feigel expone tienen en común la sensación de estar ante algo único e irrepetible, un momento trascendental que empuja a sus protagonistas al límite de sus sentidos. La pasión, la angustia o el odio se exacerban y muchos canalizaron estos sentimientos en aventuras románticas y amoríos muy intensos.

Aunque el relato se vuelve a veces muy personal, centrándose exclusivamente en las vidas de las figuras estudiadas, siempre hallamos de fondo una Alemania sombría y postrada, más preocupada por sobrevivir que por expiar sus pecados. La sensación de impunidad que expresan amargamente muchos de los protagonistas sobrevuela todo el trabajo de Lara Feigel. Las ruinas se convierten en la metáfora más adecuada para describir lo que queda del III Reich. El orgullo y la altivez prusiana dieron paso, tras la derrota, a una sociedad que quería pasar página y volver a la normalidad. Cómo conseguirlo era el gran interrogante. Berlín, escenario de muchas de las páginas del libro, refleja las tensiones que pronto surgirán entre americanos y soviéticos, imposibilitando cualquier atisbo de paz.

La obra se divide en dos grandes bloques. El primero abarca de 1944 a 1946, “un período de reconstrucción urgente e idealismo cultural; una época en la que los aliados planearon fundamentalmente la desnazificación de Alemania y trataron de usar la cultura para conseguirlo”. Su punto y final estuvo marcado por los Juicios de Nuremberg, donde no solo se juzgó a dirigentes nazis, sino que se buscó condenar a toda la nación alemana. En esos años, nuestros protagonistas intentaban crear un nuevo marco cultural que desterrara para siempre el nazismo y su ideología de masas; se creía que las artes podían ser el principal instrumento para construir la nueva Alemania. Así lo expresa la historiadora inglesa: “La mayoría de los artistas, sin embargo, buscaron una forma más personal de reconstruirse por medio de la creación artística. Oscilaban entre ver Alemania como un lugar real, con problemas prácticos, burocráticos, o un marco de ensueño en el que todos los objetos eran simbólicos. Al afrontar el dilema de la reconstrucción de Alemania, crearon un género artístico que exploraba cuestiones de culpa, expiación y redención sobre un fondo de ruinas apocalípticas”.

AMARGO SABOR DE LA VICTORIA - LEE MILLER

El segundo bloque, que engloba el periodo comprendido entre 1947 y 1949, supuso un duro varapalo para estos idealistas. La Guerra Fría implicó que Alemania se convirtiese en un nuevo campo de batalla cuyo objetivo no era ya reeducar a los alemanes, sino conseguir su apoyo para “combatir” a los soviéticos. Muchos se sintieron decepcionados y frustrados, pues la pragmática realidad se impuso a las esperanzas puestas en el renacer germano. Varios de ellos, que habían colaborado de manera entusiasta con las autoridades al final de la guerra, empezaron a criticar el nuevo enfoque que se estaba dando a la cultura y se alejaron de la política seguida por los estadounidenses.

Ajeno al habitual análisis de las obras historiográficas de la Segunda Guerra Mundial, el trabajo de Lara Feigel nos enseña, a través de los ojos de varios artistas, una Alemania más humana. Apenas hay datos y los hechos se presentan sin un orden causal aparente, pero reconocemos la desoladora realidad de un país devastado. La condición humana queda reflejada en las diferentes historias y trayectorias de sus protagonistas, para quienes esa Alemania significó mucho más que una simple experiencia en sus vidas. Se trata, en suma, de un libro sumamente interesante que nos aporta tanta información sobre la posguerra germana como sobre la visión del mundo de unos artistas que se adentraron en las ruinas del infierno.

Lara Feigel es doctora en Letras por la Universidad de Sussex y profesora en el King’s College de Londres. Como historiadora de la cultura y crítica literaria, sus trabajos se centran en la literatura, el arte y la historia política de los años treinta y la segunda guerra mundial. Es autora de Literature, Cinema and Politics, 1930-1945 y The Love Charm of Bombs y colabora en medios como The Guardian, Prospect o History Today.

*Publicado por la editorial Tusquets, octubre 2016.