El absolutismo en la Edad Moderna
Consuelo Martínez-Sicluna y Sepúlveda

A quienes han nacido en regímenes democráticos y disfrutan de todo tipo de libertades les cuesta comprender cómo millones de personas se hallaban subyugadas por la voluntad de un solo individuo o sometidas a la tiranía de un sistema que les reducía a meros súbditos carentes de derechos. Esa incomprensión resulta de la (fácil) costumbre de juzgar el pasado sin tener en cuenta el contexto en que se producían los hechos objeto de estudio. Implica, además, la suposición de que aquellos sistemas opresivos ya no son posibles, por pertenecer a un tiempo pretérito. Nada más lejos de la realidad. Si algo nos ha enseñado la historia es que el hombre rara vez aprende de sus errores y tiende a repetir las mismas acciones que le conducen a su perdición. Lograr la libertad de la que hoy disponemos ha costado siglos, pero nada excluye que se pueda volver a perder.

En el siglo XVI se produjo una de las transformaciones políticas y culturales que han tenido una decisiva influencia en la historia. Al inicio de la conocida como Edad Moderna y de la mano del Renacimiento, asistimos a la puesta en marcha de un cambio que marcó un punto de inflexión en Europa y, por extensión, en el conjunto del planeta. Pocas facetas de la organización social y política que regían el mundo conocido se mantuvieron inalterables: en un periodo relativamente corto de tiempo (algo menos de una centuria) emergió una nueva realidad que apenas guardaba relación con la anterior. Escapa a esta reseña analizar este fenómeno en todos sus pormenores, pero hay que subrayar que los cambios, lejos de ser simplemente cosméticos, se enraizaron en la mentalidad de la época y germinaron una nueva forma de entender el mundo y su configuración política.

Para los españoles, este periodo tiene una singular importancia, pues corresponde al cenit del Imperio. La Monarquía Hispánica jugó un papel destacado, como actor principal en el teatro político europeo. Aunque se la asocia más, por lo general, a cuestiones militares o a la conquista del Nuevo Mundo, obviando su contribución al mundo de las ideas, la realidad es que sin España no se puede entender el devenir intelectual de la Europa de los siglos XVI y XVII. La aportación de los pensadores hispanos a los principales debates de la época modeló la polémica y determinó, en gran medida, las respuestas a los cambios que se estaban produciendo.

La profesora Consuelo Martínez-Sicluna y Sepúlveda analiza en El absolutismo en la Edad Moderna* uno de los fenómenos más característicos de aquel periodo: la aparición de un nuevo sistema político en el que los reyes se atribuyen y acaparan todo el poder. Sintetizado en la famosa expresión atribuida al monarca francés Luis XIV “El Estado soy yo”, el nuevo modelo instauraba un régimen complejo y con numerosos matices, cuyas ramificaciones se extendían por el conjunto de la sociedad. El nuevo orden nacía en paralelo al Estado-nación y a una teoría política que buscaba darle acomodo.

En palabras de la autora, “a mediados del siglo XVI ya era evidente que se había producido un cambio de estructura y de coordenadas a la hora de definir y configurar la compleja política de las monarquías y de las redes de poder que se entablan entre ellas. John Elliott, para referirse a la monarquía hispánica, nos habla de “historia en marcha”, destacando cómo son los acontecimientos que se suceden a ritmo vertiginoso los que obligan a la propia monarquía a la actualización de sus funciones y de su misión. Pero ese dinamismo es una característica común al resto de monarquías coetáneas y a la época, que marca un antes y un después a la hora de concebir y explicar el poder”.

El libro de Martínez-Sicluna es una magnífica muestra de cómo se ha de combinar el trabajo historiográfico con la accesibilidad a un público más amplio. Concebido como un manual (preferentemente para estudiantes universitarios), esboza las principales líneas del absolutismo y ofrece un nítido retrato del contexto político y cultural en el que aparece. Al mismo tiempo, viene acompañado de una antología de textos de distintos autores y orientaciones, que ilustran las cuestiones tratadas a lo largo de las más doscientas páginas que lo componen. La autora logra sintetizar un tema sumamente complejo y explicarlo de forma que el interesado puede hacerse una idea bastante exacta de los fenómenos políticos que estaban acaeciendo en aquella época.

Definir el absolutismo no es tarea fácil, pues no existe una acepción canónica y sus rasgos son bastantes vaporosos. Al fijar su significado, o bien corremos el riesgo de omitir características relevantes, si adoptamos una perspectiva excesivamente reduccionista, o bien vaciamos al término de contenido, si intentamos abarcar demasiado. Para evitar estos errores, Martínez-Sicluna opta por analizar primero las claves que conforman el Estado absolutista y perfilar sus principales trazos, recurriendo al precursor de esta nueva concepción del poder, Maquiavelo.

Una vez puestas las bases, estudia la evolución de las tres principales monarquías de la época: la inglesa, la francesa y la española (a cada una le corresponde un capítulo del libro), acompañando su análisis de un apartado que titula “la escuela europea de Derecho Natural”. En él pasa revista a las relaciones de poder entre los distintos entes que condicionaron la política europea (la Unión Protestante y la Liga Católica, por ejemplo, así como el Sacro Imperio Romano) y a las implicaciones de la Guerra de los Treinta Años, deteniéndose en el pensamiento de Juan Altusio y de Samuel Pufendorf.

El recorrido por la historia de las tres monarquías europeas no se circunscribe a la mera descripción de algunos acontecimientos destacados. Su principal interés es descubrir y detallar los cambios que se producen en el seno de cada Corona y cómo estas se amoldaron a las nuevas ideas que transitaban por el continente. A pesar de que cada una tuvo su propia intrahistoria y sus conflictos internos a los que hacer frente, las tres Coronas evolucionaron de forma más o menos similar. Enrique VIII, Luis XIV y Felipe II, arquetipos de monarcas absolutistas, son reflejo del proyecto político que se estaba debatiendo en las universidades y en las cancillerías de Europa. Como trasfondo emerge la Reforma, que vino a socavar aún más los frágiles cimientos de la convivencia en el continente.

A caballo entre el análisis histórico y la teoría política, por la obra de Consuelo Martínez-Sicluna transitan los grandes pensadores del momento: Hobbes, Bodino, Bossuet, Erasmo… Se exponen en ella sus principales planteamientos y se explica la influencia que tuvieron en la mentalidad de la época. El resultado es un lúcido análisis sobre el absolutismo en la Edad Moderna y sobre sus implicaciones en la historia del continente europeo durante los siglos XVI y XVII.

Consuelo Martínez-Sicluna y Sepúlveda es profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Complutense de Madrid y directora del Departamento de Derecho de la Unión Europea y del Mediterráneo del EMUI (Euro-Mediterranean University Institute). Entre sus publicaciones destacan “Autoridad, poder y jurisdicción en la Monarquía Hispánica (2020), “El pensamiento político del Emperador” (2017) y “Preservar la Monarquía. El tacitismo político” (2017).

*Publicado por la editorial Síntesis, noviembre 2020.