Debussy. Un pintor de sonidos
Stephen Walsh

La segunda mitad del siglo XIX fue una época revolucionaria, en cuyo transcurso la política, la economía, la cultura, las ciencias o las artes sufrieron profundas transformaciones que socavaron los cimientos de la civilización occidental, tal como se entendía hasta entonces. Tras miles de años de evolución gradual, los cambios en ese periodo son exponenciales y adquieren una magnitud nunca vista. Tesis que se tenían como verdades absolutas pasan a ser papel mojado y todo se pone en duda. Los avances técnicos implican cambios en modos de vida profundamente asentados y los científicos sientan las bases de los increíbles descubrimientos que se realizarán en el siglo XX. Si transportamos a una persona de principios del siglo XIX a finales de la misma centuria, probablemente sería incapaz de reconocer ese mundo.

Las artes, un terreno supuestamente menos abonado para cambios radicales inmediatos, también sufrieron una fuerte sacudida. Los cánones tradicionales comenzaron a ser cuestionados, cuando no abiertamente rechazados, por nuevas corrientes de artistas que, minoritarios al principio, lograron imponer sus visiones y conformar un marco diferente, cuyo triunfo sería definitivo en el mundo contemporáneo. Ese fenómeno es fácilmente perceptible en la pintura, paradigma de cómo se rompe con la tradición. Los impresionistas fueron la vanguardia de un movimiento que, en las décadas siguientes, aniquilará los conceptos vigentes desde tiempos inmemoriales. De nuevo, si mostramos a una persona de, digamos, 1812, un cuadro pintado en 1912, la sorpresa será quizás la reacción más leve. Aún hoy gran parte de la sociedad no llega a asimilar la pintura no figurativa: imagínense lo que supuso para quienes no conocían sino la figuración clásica.

A finales del XIX, la música también se hallaba inmersa en un profundo proceso de transformación. La figura que distorsiona todo es Richard Wagner, cuya ascendencia sobre el escenario musical es tal que muchos han dividido este periodo entre wagnerianos y anti- wagnerarios. A nadie dejó indiferente. Junto al compositor alemán, emergen figuras como Puccini, Mahler, Brahms o Rimski-Kórsakov, por citar ejemplos de artistas que ponen en duda los paradigmas clásicos. Entre ellas sobresale el francés Claude Debussy, quizás no muy conocido por el público español, pero cuya fama en Europa fue y es considerable. Se le suele considerar el primer (o, al menos, el principal) músico impresionista y uno de los precursores de la música atonal que marcaría el siglo XX.

El crítico británico Stephen Walsh disecciona la biografía del compositor francés en Debussy. Un pintor de sonidos*, ofreciéndonos un recorrido minucioso por su vida y su obra, así como por el mundo de la música de aquella época. Con estas palabras expresa su objetivo: “Lo que sigue es una biografía muy especial, pero no deja de ser una biografía, con la diferencia de que procura tratar la música de Debussy como la expresión crucial de su vida intelectual, en lugar de presentar, como sucede en muchas «vidas de compositores», una serie de incidentes más bien agotadora que da contenido a la historia sin brindarle demasiado interés narrativo. Mi enfoque exige inevitablemente cierta cantidad de disquisiciones musicales, si bien espero que no resulten impenetrables para el lector no especializado al que le interesen”.

Probablemente, la biografía de Walsh sea uno de los trabajos más exhaustivos sobre Debussy. A lo largo de sus más de cuatrocientas páginas analiza la vida del compositor galo con una minuciosidad que llega a apabullar. Pocos rasgos de personalidad quedan sin tratar y se analizan todos los hitos notables (y otros muchos menos relevantes) de su trayectoria. Quizás ese descenso al mínimo detalle abrume al lector poco acostumbrado, pero vale la pena. Walsh retrata a uno de los grandes músicos contemporáneos y nos muestra cómo era la vida de un artista a finales del siglo XIX, cuando ser bohemio resultaba fascinante, a la vez que conllevaba sufrir unas penalidades no fáciles de llevar.

Si algo nos muestra la biografía del crítico británico es la de un personaje al que le costó abrirse camino en la vida, cuya escasez de dinero fue una constante y cuya fama no siempre le fue económicamente recompensada. Además, refleja a un hombre complicado, temperamental, mujeriego y a veces de difícil trato. Su biografía está repleta de altibajos y conflictos con amigos y con familiares. No obstante, su genialidad se observa ya desde muy joven, así como su interés por las disciplinas artísticas. Mantuvo una estrecha relación con poetas y pintores que le sirvieron de inspiración en sus composiciones. Su paso por el conservatorio reflejaba ya una mentalidad rupturista y una nueva forma de entender la música, alejada de los parámetros tradicionales. Poco a poco descubrimos cómo va construyendo un estilo propio, que a la postre terminó por consagrarle como uno de los grandes compositores de la época.

Walsh también se ocupa con detenimiento de la obra musical de Debussy. La examina desde un punto de vista crítico, con un lenguaje más especializado, pero que ilustra con claridad las innovaciones que introdujo nuestro protagonista en el panorama de finales del siglo XIX. Pasa revista a la mayoría de sus trabajos, desde los más famosos (como Preludio a la siesta de un fauno, el Mar o su ópera Peleas y Melisande) hasta los menos conocidos, y se detiene en su compleja relación con Wagner, su intento por trasladar a la música imágenes de gran belleza pictórica, su gusto por lo oriental y su desinterés por las obras sinfónicas.

Concluimos con estas palabras de Walsh: “Mucho de lo que aconteció en el ámbito de la música —y del arte en general— en el siglo XX supuso una ruptura, consciente o inconsciente, con el siglo XIX. El pasado era un padre huérfano, rechazado por sus hijos, despreciado por sus nietos. También Debussy encontró defectos en sus antepasados e intentó hacer las cosas de otra forma. Sin embargo, aunque cuestionó sus métodos, nunca dudó de la intención fundamental que los movía, que era la de crear belleza y compartir su sensibilidad, transmitir asombro ante la riqueza del mundo que nos rodea y los diversos modos que nuestros sentidos nos ofrecen para responder a él. Su música carece de ideología y de doctrina. Como el mundo, se limita a ser, sin más”.

Stephen Walsh (Chipping Norton, 1942) es catedrático emérito de la Universidad de Cardiff, donde ocupó la cátedra de música entre 2001 y 2013. Durante muchos años fue crítico musical adjunto de The Observer, colaboró asiduamente en The Times, The Daily Telegraph y Financial Times, y fue un reconocido locutor de la BBC. En la actualidad, escribe críticas para el sitio theartsdesk.com. Entre sus obras más recientes se cuentan una biografía en dos volúmenes de Ígor Stravinski y un estudio sobre el grupo de músicos rusos conocido como «Los Cinco», Musorgsky and His Circle: A Russian Musical Adventure.

*Publicado por Acantilado, noviembre 2020. Traducción de Francisco López Martín y Vicent Minguet.