Corren tiempos inciertos para el periodismo. Que se está produciendo una revolución en la forma de transmitir y plasmar la información es algo tan evidente como reiterado por los nuevos tótems de esta disciplina. El mundo digital y las redes sociales están sustituyendo (si no lo han hecho ya) al papel, hasta el punto que el público, especialmente el más joven, ya no quiere esperar al día siguiente para obtener los datos que le interesan. Los necesita y los requiere ahora, a tiempo real. Los medios que no logren satisfacer está “imperiosa” necesidad acabarán marginados.
Los riegos de este nuevo modo de hacer periodismo son obvios: la inmediatez obliga, casi siempre, a suprimir el análisis y la reflexión. Si se trata de comunicar más rápido la noticia, serán progresivamente menos los artículos que ahondan en sus implicaciones y, de forma simultánea, aumentarán aquellos cuya única finalidad sea captar la atención del lector. Además, empiezan a proliferar prácticas nocivas que solo buscan obtener un mayor número de clicks. Lo que antes era una profesión con poso, se va convirtiendo en un museo de los horrores.
El periodismo, como el político profesional (a pesar de lo que pueda parecer), es una profesión relativamente reciente, con apenas dos centurias de vida. Más reciente es su encumbramiento, que se produjo en Europa y en el mundo a finales del siglo XIX. En aquella época tenía, como hoy aunque por diferentes motivos, unas connotaciones positivas y negativas, pero lo que estaba fuera de duda era la calidad de las plumas que firmaban en los periódicos o en las revistas del momento. A principios del siglo XX, la Edad de Plata de las letras españoles alumbró un renacer de la literatura en la Península y en el continente sudamericano. Muchos de esos ilustres escritores no dudaron en publicar sus textos en los incipientes medios de comunicación. En La Vanguardia, en El Sol, en El País, en El Imparcial o en el ABC encontramos a Azorín, a Unamuno, a Ortega y Gasset o a Ramiro de Maetzu, entre otros famosos nombres, juntos a autores no tan conocidos pero no menos relevantes.
Miguel Ángel del Arco, periodista y profesor de periodismo, indaga en su obra Cronistas bohemios. La rebeldía de la Gente Nueva en 1900* sobre la vida de cinco figuras cuya relevancia y popularidad en aquellos años fueron notorias, pero que hoy son prácticamente desconocidas por el gran público e incluso por muchos especialistas. Estos cinco precursores del periodismo español fueron Antonio Palomero, Alejandro Sawa, Pedro Barrantes, Joaquín Dicenta y Luis Bonafoux.
Así describe el autor esta generación de periodistas y escritores: “Tanto los que alcanzaron la fama —aunque luego quedaran relegados al olvido—, como los que lograrían la gloria imperecedera, o los que merodeaban en su búsqueda, ejercían al mismo tiempo de literatos, periodistas, desocupados y bohemios. Los hermanaban sus sueños artísticos, su juventud, su existencia difícil, precaria y poco convencional, pero sobre todo el estampar su firma en la prensa del momento. Estaba naciendo el periodismo como profesión, y ellos fueron los pioneros, los primeros que se dedicaron a ella tal y como la entendemos hoy día. Bastantes de ellos tenían talento, estaban preparados, habían leído mucho, conocían lo que pasaba fuera de España, no se casaban con nadie, vigilaban las acciones y torpezas que cometía el gobierno para luego denunciarlas. Constituyeron una cumplida hornada de grandes profesionales, una generación esplendorosa digna de estudiarse hoy en las escuelas y facultades de periodismo. En las hemerotecas se pueden encontrar hoy sus crónicas, sus reportajes y sus columnas. Al leerlas se comprueba su vigencia, su altura intelectual, su sentido profesional, en suma, las aportaciones, tanto en el lenguaje como en los contenidos o los planteamientos”.
Aunque la obra se centra en esos cinco protagonistas, la introducción del libro, que abarca cien páginas aproximadamente, recorre el universo periodístico del tránsito del siglo XIX al XX y de la también conocida como Edad de Oro del periodismo español. En aquellos años, España, empobrecida, sin apenas ascendencia en los asuntos europeos y sin un proyecto de futuro, se enfrentaba a una triste realidad. El desastre del 98, con la pérdida de las colonias que aún se conservaban, sirvió como detonante de una transformación en la mentalidad hispana, de la que se nutrieron muchos escritores que conformarán las Generaciones del 98, del 14 o del 27. En ellos se mezclaban inquietudes políticas, culturales, sociales y literarias, traducidas en un sinfín de géneros y estilos. Algunos se adentraron en el periodismo, que, además, les confería los recursos para dedicarse a otros quehaceres más literarios.
Los protagonistas del trabajo de Miguel Ángel del Arco pertenecen al grupo autodenominado “Gente Nueva”, que él define como un “heterogéneo conjunto de jóvenes preparados y ambiciosos, que negaban lo viejo por caduco o por ser responsable de los males de España”. Entre sus filas figuraban estudiantes, profesionales liberales y, por supuesto, periodistas. Compartían inquietudes y tenían una presencia combativa, social y científica, que no dudaban en trasladar a la calle. Eran minoritarios en una España adormecida y mediocre, pero intentaron que sus reclamaciones transcendiesen los círculos intelectuales en los que se movían. Muchos de sus artículos (seleccionados y transcritos por el autor) muestran ese interés por la España real, por las penosas condiciones de vida de los trabajadores y por las nuevas corrientes sociales que empezaban a ganar fuerza en un sistema político corrupto y estancado.
Eran, además, personajes bohemios en el sentido más literal del término. Transitaban por los cafés y tertulias y sus devaneos solían concluir a altas horas de la madrugada; su estilo de vida se adecuaba a este espíritu desaliñado, extravagante, algo caótico, rebelde y contestatario. Su mayor instrumento de lucha contra el poder eran las crónicas en las que combinan la sátira social, las experiencias personales, la búsqueda de la belleza (tenían mucho de modernistas), el cuidado del lenguaje y la reivindicación política.
La obra de Miguel Ángel del Arco contiene una introducción y un repaso biográfico de cada uno de los cinco periodistas, al que se añade una selección de sus crónicas más famosas. Muestra una sociedad en tránsito, que busca reconstruir su identidad y cuenta, para ello, con la ayuda de jóvenes valientes y rebeldes, sin miedo a usar la pluma para denunciar las injusticias, manteniendo las formas estéticas y la calidad de su prosa. Recuperar su legado nos ayuda a comprender mejor los fundamentos y la esencia del periodismo, una profesión comprometida y de calidad que nació en aquellos años, amparada por intelectuales conscientes de la importancia de este nuevo medio de masas. Ojalá el libro sirva para recuperar ese espíritu y para inculcarlo en las nuevas hornadas de periodistas, ahora que esta disciplina se halla asediada por unos y por otros y se la ha tenido, quizás prematuramente, por defenestrada.
Concluimos con esta reflexión de Miguel Ángel del Arco: “Con tanto nombre olvidado, es comprensible que unos aportaran más que otros al asentamiento del oficio. Pero estamos en condiciones de asegurar que los cinco cronistas bohemios que hemos escogido como muestras fueron de los que más hicieron por el periodismo. No cabe ninguna duda de que sí estuvieron y de que sí fueron importantes. Probablemente son los nombres que podrían recibir mayor consenso entre los estudiosos del periodismo, de la literatura y de la bohemia. Todos fueron bohemios sin disimulo, como veremos por sus biografías; todos participaron como profesión principal el periodismo; todos colaboraron en un buen número de periódicos, y la firma de todos ellos fue admirada y respetada durante aquellos años finales del siglo XIX y de inicios del XX”.
Miguel Ángel del Arco es periodista y profesor de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. Ha sido reportero y redactor jefe en Tiempo y La Clave. Es autor de la novela El crimen de Julián el Guiñote, de los blogs Visióndeconjunto, Un cuento real y Crónicaynegra y coautor del libro de cuentos Muelles de Madrid. Se doctoró con la tesis Periodismo y bohemia (alrededor de 1900). Los bohemios en la prensa del Madrid absurdo, brillante y hambriento de fin de siglo. En FronteraD ha publicado Espía en la FNPI. El ingenio de García Márquez periodista.
*Publicado por la editorial Taurus, febrero 2017.