En el invierno del año 1391 el emperador bizantino Manuel Paleólogo sostenía en la capital de Anatolia un interesante diálogo con los persas acerca de la vocación expansiva del Islam, diálogo del que seis siglos más tarde aún resonarían los ecos en la catedral de Ratisbona. En ese mismo año los castellano-
La Crónica Anónima de Enrique III de Castilla (1390-
El manuscrito Ms.II/755 es una copia muy posterior (posiblemente de finales del siglo XVI) de lo que fue, a su vez, la «relectura» o reelaboración de una de las Crónicas, bien conocidas, del Canciller Ayala, que sólo incluye los dos años iniciales del reinado de Enrique III. Pero el libro del profesor Michel García no se limita a ofrecernos la trascripción literal del códice, esto es, el apasionante relato de aquellos dos años decisivos, sino también un estudio ilustrativo sobre la propia historia del manuscrito y los problemas codicológicos que presenta (su grafía, su sistema lingüístico, las correcciones y enmiendas añadidas, entre otros), para finalizar con un valioso comentario sobre las diferencias entre la versión fuente (la crónica de Ayala) y la ulterior, anónima, que el libro reproduce.
Ese comentario final, a modo de investigación policíaca, nos descubre las «pistas» de la personalidad del autor anónimo y los principios que inspiraron la redacción del manuscrito. En vez de ceñirse a la «prosa notarial de Ayala» –por emplear la gráfica expresión de Michel García-
La Crónica Anónima refleja en lo sustancial, a lo largo de sus veintiocho capítulos, las maniobras de uno y otro bando para alzarse con el poder, a menudo bajo la invocación de la voluntad del difunto rey Juan I (incluidas las vicisitudes del descubrimiento de su testamento, que quienes resultaban por él perjudicados en sus expectativas mandan quemar en la misma chimenea de las estancias del rey) o bajo la apelación a las leyes de Partidas sobre la sucesión al trono. Pero la Crónica incluye también el relato de otros acontecimientos destacados de 1390 y 1391, como son las relativas a la devaluación de la moneda o al «levantamiento que ovo en Sevilla e Cordoba e otros lugares contra los Judíos«. Particular interés presenta la descripción de las embajadas que el Papa de Aviñón –el reconocido como legítimo en Castilla-
La respuesta diplomática castellana (la guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra estaba aún sin concluir) al ofrecimiento de los Lancaster es todo un clásico de la no-
La lectura de la Crónica Anónima de Enrique III de Castilla es, pues, doblemente gratificante. Lo es en cuanto el contenido del manuscrito, cuya extraordinaria intensidad narrativa (de hecho, inaugura un nuevo estilo de crónicas reales) nos permite conocer con detalle, como si de un periódico se tratara, los comienzos tormentosos de aquel reinado y, a la vez, corroborar que no hay nada nuevo bajo el sol y que todas las intrigas políticas, de todas las épocas, y las luchas descarnadas por el poder se parecen entre sí como gotas de agua. Y es igualmente gratificante adentrarnos, de la mano de un consumado especialista, en el mundo –desconocido para muchos-
*Publicado por Marcial Pons Ediciones de Historia, noviembre 2013.