MITRE - CATEDRA - CIUDADES MEDIEVALES

Ciudades medievales europeas
Emilio Mitre

No siempre es fácil medir el impacto de las invasiones bárbaras en el sistema político y social europeo. En el siglo V d.C. el Imperio romano estaba ya en plena decadencia y la llegada de los pueblos germanos tan sólo supuso la constatación de su inexorable declive. La intensidad del impacto en las estructuras sociales de las distintas provincias que componían el dominio romano fue, sin embargo, diferente según las regiones. Resulta obvio que el tránsito del Imperio al medievo estuvo marcado por un empeoramiento de los índices sociales y económicos que no a todos afectó de la misma manera y con la misma fuerza.

Un elemento común a todas las regiones occidentales fue la ruralización de las sociedades. Las grandes urbes desaparecieron y se multiplicaron las aldeas diseminadas por todo el territorio. Los nuevos dirigentes poco pudieron hacer frente a este fenómeno que se generalizó de forma imparable. La ciudad, símbolo del poderío romano y centro político y fiscal de la edad antigua, se diluyó en un complicado entramado de pequeños enclaves cuyos señores, si es que los había, apenas ejercían su poder sobre un radio limitado. Incluso Roma redujo drásticamente su población y su influencia política (que no espiritual).

La Edad Media se erige, en apariencia, como una época aciaga y compleja, regida por el caos y el desgobierno. Pero durante los mil años que abarca son muchos los matices que en ella pueden advertirse. No todo es penumbra, existen verdaderos focos de actividad intelectual y mercantil que acabarán por culminar en el Renacimiento. Estos reductos de vida y de conocimiento son, junto con los monasterios, las ciudades que poco a poco fueron retomando su importancia en un mundo cada vez más feudalizado. Será en ellas donde se produzcan los grandes avances científicos y políticos que guiarán a la sociedad medieval durante su particular «travesía del desierto».

Emilio Mitre analiza en Ciudades medievales europeas. Entre lo real y lo ideal*, publicada por la editorial Cátedra, sus características más destacadas y el lugar que ocupan en el pensamiento y en el imaginario popular medieval. Su obra constituye un estudio exhaustivo (como reflejan las más de mil notas marginales que contiene en sus trescientas páginas) sobre todos los aspectos que componen la ciudad medieval. Morfología, evolución espacial, funcionalidad, demografía, idealización, arquitectura, estructura social, redes comerciales son otros tantos objetos de examen por Emilio Mitre.

Consecuencias Buen gobierno LorenzettiTras la lectura de Ciudades medievales europeas llama poderosamente la atención la difícil, y en principio antagónica, relación entre la heterogeneidad de los diversos sistemas urbanos que cohabitaban en el continente europeo (existen grandes diferencias entre las ciudades del norte de Europa y las de las penínsulas ibérica e italiana, por un lado, y las ciudades islámicas, por otro) y la homogeneidad que se observa al profundizar en los rasgos más destacados de estos mismos núcleos urbanos. Entre sus elementos comunes destacan, y así lo señala Mitre, la importancia del comercio, de la actividad mercantil, y el componente religioso en su desarrollo y consolidación (cuya manifestación más notoria fue la construcción de las catedrales). También sobresale su papel defensivo frente a las amenazas exteriores, como queda reflejado en la construcción de murallas y baluartes para hacer frente a los ataques.

Desde un punto de vista filosófico y cultural las ciudades fueron el foco de difusión de las diferentes escuelas del pensamiento medieval: las grandes corrientes intelectuales nacen o se expanden entre sus muros y están en constante pugna con los monasterios como centros de enseñanza y divulgación. Con el cambio de milenio estas características se acentúan y las ciudades emergen como vanguardia del progreso.

El profesor Mitre dedica también un capítulo, el segundo del libro, a las ciudades islámicas. Las diferencias con las «europeas» son palpables en el terreno urbanístico y funcional. Los famosos adarves de las ciudades andaluzas –algunos de los cuales aún hoy se conservan- son uno de los rasgos más característicos de este modelo urbano, en el que lo público y lo privado se entremezclan hasta casi desaparecer sus diferencias. Las ciudades más populosas de esta época fueron musulmanas (calificadas en la obra como «microscópicas Bagdades») y entre ellas destacaba por encima del resto la Córdoba omeya.

Otro de los temas tratados en el libro son las duras condiciones de vida en la ciudad. Las hambrunas, epidemias y guerras las asolaban periódicamente y dificultaban su crecimiento. Las condiciones higiénicas eran muy deficientes y la acumulación de personas en arrabales malsanos facilitaba la propagación de todo tipo de enfermedades. A pesar de la alta tasa de natalidad que reflejan los registros parroquiales, la mortalidad era igualmente elevada y condicionó un régimen demográfico, denominado «antiguo», marcado por el estancamiento. Tan sólo a finales del medievo se promulgaron medidas y se acometieron mejoras en las infraestructuras urbanas para paliar aquellas deficiencias.

PANORAMINCA FLORENCIATambién es analizado en el libro el microcosmo interno de las ciudades. Las divisiones sociales, la organización gremial o corporativa y los conflictos entre las «clases» que componen la estructura urbana son tratados minuciosamente. Será durante este período cuando aparezca el germen de la futura burguesía. Destaca Emilio Mitre cómo el término «burgueses se encuentra por primera vez en una carta del conde de Anjou Fulco Nerra de 1007 en que se establece la sanción de setenta libras a los burgueses del «burgo franco» situado junto a la abadía de Beaulieu en caso de que se levanten contra los monjes«. En el seno de las ciudades eran las familias acaudaladas las que ostentaron casi siempre el poder: valgan como ejemplos más recurrentes las ciudades italianas o las hanseáticas capaces de hacer frente (y vencer) a reyes y emperadores. Junto a aquéllas, las corporaciones profesionales tuvieron un importante control sobre la política local y las redes clientelares fueron frecuentes, como lo fueron los enfrentamientos (en ocasiones violentos) entre facciones.

La tercera y última parte del libro (que lleva por título «Ideales y representaciones») aborda la imagen que la colectividad popular tenía de la ciudad, en ocasiones vista como la Nueva Babilonia y otras como la Nueva Jerusalén, traslado de la dicotomía entre la ciudad de Dios y ciudad terrenal expuesta por San Agustín. Esta visión de la ciudad como ente abstracto y utópico será representada infinidad de veces por las artes, modelándose, de este modo, un imaginario idealizado cuyo máximo exponente serán Florencia y Venecia.

La obra de Emilio Mitre es, en suma, un magnífico y completo análisis de las ciudades a lo largo de la Edad Media. Aun siendo un tema de estudio profusamente tratado, recoge la esencia de una época complicada y mal conocida por el público general. La obra concluye con una ilustradora transcripción, a modo de antología, de textos medievales que sin duda ayudan a comprender el estado de las ciudades en cada época, a partir de la lamentación de San Jerónimo (406) sobre la conquista de la Galia por los bárbaros.

Emilio Mitre (Valladolid, 1941), catedrático de Historia Medieval de la Universidad Complutense de Madrid durante buena parte de su vida académica, ha publicado también en esta misma editorial: Historia y pensamiento histórico (1997), Ortodoxia y herejía entre la Antigüedad y el Medievo (2003) e Historia de la Edad Media en Occidente (4ª ed., 2008).

*Publicado por la Editorial Cátedra, septiembre 2013.