Cinco días en Londres, mayo de 1940
John Lukacs

El 1 de septiembre de 1939, los panzer alemanes se adentraron en la llanura polaca y en escasos siete días llegaron a las puertas de Varsovia. Pocas veces un país había sido conquistado en tan poco tiempo. En los sucesivos meses, Noruega, Dinamarca, los Países Bajos y Bélgica también sucumbieron ante el poderío alemán sin apenas oponer resistencia. Sin embargo, lo más sorprendente llegaría en abril de 1940: Francia se rendía ante Hitler. La Wehrmacht rompió el frente francés por Sedán y dividió a las tropas inglesas, francesas y belgas que buscaban contrarrestar el empuje germano en el norte de Europa. El armisticio franco-alemán se firmaría el 22 de julio de ese mismo año, pero Francia ya había claudicado meses atrás.

La única potencia europea que aún se mantenía en pie era Gran Bretaña, aunque su situación era muy delicada. La Fuerza Expedicionaria Británica enviada al continente se encontraba arrinconada en el puerto francés de Dunquerque y el ejército alemán se dirigía hacia ella. Tras unos días de actividad frenética, la flota inglesa consiguió evacuar a más de 300.000 soldados (una de las mayores operaciones de rescate de la historia) y evitar lo que hubiese sido, sin lugar a dudas, la victoria nazi.

John Lukacs describe en Cinco días en Londres, mayo de 1940. Churchill solo frente a Hitler* el período comprendido entre el viernes 24 y el martes 28 de mayo. Durante esos días el futuro de Europa se jugó en las aguas del Canal de La Mancha y en los pasillos del Gabinete de Guerra en Whitehall. El escenario era desolador: Francia derrotada, el ejército inglés a un paso del aniquilamiento y Alemania mostrando una superioridad apabullante. Será entonces cuando emerja la figura de Churchill. Los ingleses barajaron varias opciones: negociar con Hitler y ceder a sus pretensiones o continuar con la guerra. Ambas posiciones, contrapuestas, se verán personificadas en Halifax y en Churchill. Finalmente, este último logró imponerse y salvar a Europa de un oscuro futuro.

Como explica su autor, “este libro intenta reconstruir la historia de cinco días que hubiesen podido cambiar el mundo. Londres fue el telón de fondo, y esos cinco días abarcan desde el viernes 24 hasta el martes 28 de mayo de 1940. En ningún otro momento, y en ningún otro lugar, estuvo Hitler tan cerca de obtener la victoria en la Segunda Guerra Mundial, su Guerra. Una persona que sí fue consciente de hasta qué punto tuvo Hitler el as en la manga fue Winston Churchill. […] En mayo de 1940 fue Churchill quien no perdió la guerra. En este momento y en ese lugar, la salvación de Inglaterra, de Europa, de la civilización occidental hubiese sido inconcebible sin él”.

La obra de Lukacs es un minucioso trabajo de investigación (que le llevó a sumergirse en los papeles del departamento británico de Publicaciones Oficiales durante varios años), al tiempo que atrapa el espíritu de esos terribles días en los que la amenaza alemana era tan real. Por momentos nos sentimos espectadores privilegiados de aquellos días de finales de mayo en los que todo pudo pasar y se decidió la suerte de Europa.

Que nadie piense que Lukacs ha escrito una hagiografía sobre Churchill. La imagen que hoy tenemos sobre el estadista británico se halla muy condicionada por su legado, pero a finales de los años treinta los ingleses desconfiaban enormemente de quien era entonces un polémico personaje. Su extrovertida personalidad y sus errores en la gestión de la Royal Navy levantaban gran suspicacia en el pueblo inglés y en sus propios compañeros del Partido Conservador. Solo su oposición a las negociaciones con el régimen nazi y su firme oposición a Hitler le empujaron a ser elegido Primer Ministro, cuando quedó claro que las ambiciones alemanas iban más allá de la anexión de Austria y de los Sudetes checos. La obra recoge las dudas, las equivocaciones y los temores de Churchill en esos decisivos días. La inteligencia y el tesón de nuestro protagonista permitió que Gran Bretaña se mantuviese en pie: ese fue su gran logro.

El libro, que se lee con una pasmosa facilidad, cautiva desde las primeras páginas. Lukacs combina las turbulentas sesiones en el Gabinete de Guerra en Londres con la asfixiante situación de los ejércitos franceses e ingleses en Calais y Dunquerque y la errática, pero efectiva, estrategia de Hitler en aquellos días. La obra salta de un escenario a otro, pues los sucesos se hallaban estrechamente unidos y muchas de las decisiones adoptadas estaban condicionadas por el desarrollo de los acontecimientos, a un ritmo vertiginoso y en medio de una gran incertidumbre. Ese ambiente de tensión y miedo está muy bien reflejado por Lukacs, quien no omite las referencias al estado de la opinión pública y de los medios de comunicación, que empezaban a ser conscientes de lo que estaba en juego. Pocos libros han sabido recoger mejor aquellos trascendentales instantes.

Concluimos con esta reflexión del autor, a modo de síntesis de su trabajo: “Debo abundar en este fundamento para defender mi tesis de que quien se cruzó en los designios de Hitler no fue otro sino Winston Churchill. En mayo de 1940 ni los Estados Unidos ni la Unión Soviética estaban en guerra con Alemania. En ese momento, había razones para que un gobierno británico sopesase la posibilidad de una salida negociada, al menos temporal, con Hitler. Churchill reflexionó y dijo: no, hasta los más prudentes contactos iniciales implicarían peligro, caer por una pendiente resbaladiza; tenía razón, y no solo en el sentido moral. Si Gran Bretaña hubiera depuesto las armas en mayo de 1940, Hitler habría vencido SU guerra. Nunca saboreó tanto la victoria como durante esos cinco días, en mayo de 1940. Por fortuna, no llegó a ser consciente de ello. Pensaba que antes o después (a ser posible antes), Churchill tendría que dejar su puesto. En esto Hitler se equivocó, porque fue Churchill quien se impuso. Y en este punto debo repetir lo que ya manifesté en la primera página de este libro: Churchill y Gran Bretaña nunca podrían haber obtenido la victoria en la Segunda Guerra Mundial; Estados Unidos y Rusia compartirían ese honor. Pero en mayo de 1940, fue Churchill quien no la PERDIÓ”.

John Lukacs (Budapest, 1924) fue profesor de Historia en el Chestnut Hill College de Filadelfia durante casi cincuenta años, presidente de la American Catholic Historical Association y miembro de la Royal Historical Society del Reino Unido. Autor de una treintena de libros, recibió el Premio Ingersoll en 1991 y se le considera uno de los historiadores más relevantes sobre la Segunda Guerra Mundial. Entre sus ensayos destacan El Hitler de la historia, Sangre, sudor y lágrimas, Historia mínima del siglo XX, Junio de 1941, Últimas voluntades y El futuro de la Historia.

*Publicado por Editorial Turner, marzo 2020. Traducción de Ramón García.