La imagen exterior de España, generalmente asociada al buen tiempo y al turismo de playa, gana considerablemente cuando el visitante descubre su legado cultural, equiparable al de otras grandes naciones del mundo. Su patrimonio histórico y artístico no tiene nada que envidiar al de Italia o Francia: no solo por la riqueza de ciudades como Toledo, Sevilla, Granada, Santiago, Salamanca o Barcelona, que cuentan con espléndidos monumentos, sino también por los tesoros que se pueden descubrir en pequeñas ciudades o pueblos, cuya antigüedad se remonta a varios siglos. De hecho, no son pocas las superproducciones que han utilizado como escenarios algunos de estos emplazamientos, que hasta entonces habían permanecido marginados y hoy son lugares de “peregrinaje” para los fans de esas películas o series.
Las transformaciones socioeconómicas han ido modificando el paisaje de España. Las ciudades (en especial, las costeras) se han convertido en focos que fagocitan su entorno y le imprimen sus propias características, pero el interior (con la excepción de Madrid) se va desangrando y abandonando paulatinamente. Es la “España vaciada” de la que tanto se habla ahora. Gran parte de la vida cultural se desarrolla en las medianas y grandes urbes, pero no llega al resto del país. En realidad, el paisaje urbano ha terminado por imponerse sobre los demás, fenómeno relativamente reciente.
En este contexto, los castillos resultan un elemento extraño y ajeno al mundo urbanita. Aunque hay ciudades que cuentan con murallas y castillos en su interior, como restos o herencias de otros tiempos, la mayoría de las fortificaciones se hallan diseminadas por toda la Península. Solo las vemos cuando viajamos en coche (normalmente por carreteras secundarias), y entonces nos transmiten una cierta impronta mágica y nos evocan un pasado lejano.
En un trabajo excepcional, el dibujante y escultor Miguel Sobrino ha intentado rastrear el origen y evolución de esas construcciones fortificadas. Con el título Castillos y murallas. Las biografías desconocidas de las fortalezas de España*, el autor hace un espléndido retrato de la función y la relevancia de ambos tipos de edificaciones y cómo han ido adaptándose a las circunstancias temporales y al contexto político de la época en la que se construían. Aunque la finalidad inicial fuera la de protegerse del ataque enemigo, no siempre tuvieron tal cometido. Así ocurría cuando la amenaza había desaparecido o cuando, ante su desuso, se les buscaba un desempeño alternativo, a falta del cual muchas veces acababan por abandonarse o por derruirse. El ejemplo más claro son las murallas: si resultaron indispensables en cualquier enclave disputado, con el tiempo, acabaron por desaparecer ante el empuje de los emplazamientos que protegían. Hoy, las que han sobrevivido son una atracción turística más, como las de Lugo o de Ávila.
Así explica el autor el propósito de su obra: “El posible valor de este libro estará en evitar los puntos de vista más recurrentes —el castillo como parte de la historia de la técnica militar y de los lances bélicos; como elemento paisajístico o, peor, «identitario»; como escenario de cuentos y leyendas— para centrarnos en otros que deben ser reivindicados. Intentaremos comprender los castillos y murallas como obras pertenecientes al mundo de la arquitectura, al que sin duda han aportado multitud de hallazgos y particularidades; también nos detendremos en los múltiples caminos por los que las fortalezas han inspirado al pensamiento y a otras artes. Por eso habrá de centrarse nuestra atención, como se decía al principio, en aquellos castillos que conserven su interior o que, al menos, mantengan los testimonios suficientes para desentrañarlo. Porque de eso se trata: de ahondar, intentando comprenderlos como organismos arquitectónicos completos, en su completa y coherente anatomía”.
Como apunta Miguel Sobrino, el lector no debería buscar en estas páginas grandes relatos de hazañas bélicas ni de tomas heroicas de fortalezas inexpugnables. No estamos ante un trabajo de poliorcética, en el que se detallen los avances militares, ni se estudia el papel que jugaron los castillos en los distintos conflictos bélicos que asolaron la península. En otras palabras, no se trata de una obra de historia militar. El autor orienta su análisis a los elementos arquitectónicos que configuran la esencia de estas construcciones. Aborda desde un punto de vista técnico (aunque accesible para el lego) sus principales características, sus elementos más destacados y el objetivo que se atribuía a las distintas estructuras que las conformaban, así como los cambios que fueron produciéndose con el paso del tiempo.
El libro adopta un criterio cronológico. Parte de la prehistoria y concluye en el siglo XX con una reflexión final sobre el destino futuro de los castillos y de las murallas que han sobrevivido al tiempo y a la acción humana. Como es lógico, la mayoría de los epígrafes están dedicados a la Edad Media y a la Edad Moderna (quizás más al Medievo), períodos en los que florecieron este tipo de construcciones.
Aunque la sistemática de la obra es lineal, hay capítulos que se solapan, es decir, abordan un mismo espacio temporal, pero en lugares diferentes (por ejemplo, uno dedicado a los castillos castellanos y otro a los musulmanes). Lo mismo sucede con la tipología (templos, casas particulares o fortalezas reales, por citar algunos ejemplos) de ciertas construcciones. Esta distribución permite al lector acudir a un capítulo concreto que le interese más, sin necesidad de leer las páginas anteriores. El índice geográfico es particularmente útil para quien quiera informarse sobre un enclave en concreto.
Mención especial merecen las ilustraciones del libro, distribuidas a lo largo de sus más de ochocientas páginas, que son una verdadera delicia para el lector. Dibujadas a mano alzada, trasladan con gran acierto las ideas que busca transmitir el autor al reflejar las diversas edificaciones. El trabajo de edición ha sido impecable, lo que contribuye a hacer del volumen un pequeño tesoro para los amantes de este tipo de obras.
Concluimos con esta reflexión de Miguel Sobrino: “Entre las funciones que cumplían los castillos y las murallas, la militar era solo una más […]: estaba también su papel simbólico y fiscal, su capacidad para señalar límites y posesiones, su misión residencial… No puede decirse que las fortalezas hayan sido olvidadas por la historiografía, como demuestra la multitud de publicaciones y guías que las tratan; pero sí que han sido encasilladas, como actores a los que se asignan determinados papeles, desperdiciando su potencial capacidad de explorar otros posibles registros. […]. Las antiguas fortalezas son entonces tratadas desde el punto de vista de la poliorcética (según la RAE, «arte de atacar y defender las plazas fuertes»), situándolas sin remedio en la historia militar, y no en la historia de la arquitectura. Es como si de los templos griegos nos interesasen tan solo los ritos que tenían lugar en ellos, dejando en segundo plano sus virtudes en el campo de la construcción y el diseño arquitectónico. Hablar de los castillos sin tratar más que sus almenas, ladroneras y rastrillos nos puede llevar, en fin, a olvidar el valor de esas construcciones como representantes de un tipo arquitectónico. Es esto último lo que más va a interesarnos en el presente libro. No, desde luego, las leyendas, que en el campo de la arquitectura fortificada proliferan más que en ningún otro: al acercarnos a un castillo nos rodean tantas sugestiones procedentes de la ficción («un castillo de cuento», se dice a veces elogiosamente) que no parece necesario que encontremos luego gran cosa al franquear sus puertas. Sus muros desnudos serán entonces vestidos sin esfuerzo por la fantasía, alimentada (aunque, generalmente, con muy poco rigor) por incontables novelas y películas”.
Miguel Sobrino González (Madrid, 1967) es dibujante y escultor. En los años noventa dirigió en Burgos, junto a Julio Peña, el Taller Siloé, y desde 2004 trabaja en la Escuela de Arquitectura de Madrid (UPM). Ha publicado numerosos trabajos sobre arte y arquitectura y ha trabajado para diferentes editoriales e instituciones como el Instituto del Patrimonio Histórico Español, el Instituto Cervantes, la Fundación de Cultura Islámica, la Fundación Las Edades del Hombre, entre otros. Como escultor, ha participado en diversas restauraciones y es autor de obra pública en diferentes poblaciones de Castilla, País Vasco y Cantabria. En La Esfera de los Libros ha publicado dos volúmenes que, junto a la presente obra, componen una trilogía sobre el patrimonio histórico español: Catedrales. Las biografías desconocidas de los grandes templos de España y Monasterios. Las biografías desconocidas de los cenobios de España.
*Publicado por Esfera de los Libros, octubre 2022.