No creemos que nadie se extrañe si afirmamos que el monarca Carlos III fue la principal figura del denostado y olvidado siglo XVIII. Ese siglo que ha pasado de puntillas por los libros de historia y cuya única virtud, según algunos, fue ser la antesala de los profundos cambios que arribarán en la centuria siguiente, ya bajo la tutela del liberalismo. Nada más lejos de la realidad. El siglo XVIII es un período fascinante, lleno de contrastes y de transformaciones que dotaron a España de un aparato intelectual y político imprescindible para comprender los sucesos del siglo XIX. Durante él asistimos a una reformulación de la identidad de España. Tras perder la mitad del Imperio en los tratados de Utrecht, y en una situación económica y social calamitosa, emergen grandes personalidades que buscaron denodadamente, a veces con éxito y otras estrellándose contra la inmovilidad de ciertos sectores, recuperar la iniciativa e implementar las reformas necesarias para modernizar un país hecho añicos.
La llegada al poder de los Borbones cambió la dinámica del país. La descentralización y el impulso centrífugo que había regido la Monarquía Hispánica de los Habsburgo dio paso a un intento por recuperar el poder central. La pérdida de las posesiones europeas permitió que se volviese a prestar atención a los problemas nacionales. Los monarcas del siglo XVIII tampoco fueron grandes políticos, a diferencia de lo que se cree (incluso si los comparamos con los Austrias menores); la mayoría de ellos se mostraron apáticos y poco interesados en los asuntos de gobierno y prefirieron ocuparse de otros menesteres, la caza principalmente. No obstante, supieron rodearse de personalidades capaces y decididas que lucharon contra una sociedad exánime. Esta heterogénea mezcla de desidia, voluntad reformista y preocupación por el país y sus súbditos dio lugar a lo que la historia ha denominado “despotismo ilustrado”.
Carlos III es el arquetipo español del despotismo ilustrado. Este año celebramos el tercer centenario de su nacimiento, de modo que serán numerosas las biografías, exposiciones y actos culturales que lo conmemoren. Por su calidad, interés y amenidad destacamos la biografía escrita por el profesor de Historia Moderna de la Universidad de Mesina, Giuseppe Caridi, cuyo título adelanta las líneas maestras de su obra: Carlos III. Un gran rey reformador en Nápoles y España*. Con la ceguera que caracteriza a nuestra historia, a veces olvidamos que Carlos III fue, antes de acceder a la Corona española, monarca durante veinticinco años de las Dos Sicilias. Caridi analiza el tiempo que pasó en Italia y en España, además de estudiar las reformas que acometió en ambos reinos. En palabras del autor: “Al trazar la biografía de Carlos II, nos ha parecido, pues, oportuno dedicarle el mismo espacio al período napolitano que al español. La forma en la que el rey afrontó las problemáticas de uno y otro reino arrojan un haz de luz sobre cómo evolucionó su personalidad”.
Como sucede a toda figura histórica, existe un vivo debate sobre sus logros y deméritos. Sin embargo, y esto es algo inusual, priman las críticas positivas acerca del reinado de Carlos III. Por supuesto, hay aspectos negativos y muchos otros mejorables, pero la tónica general es bastante favorable al monarca. Es cierto que no hubo de afrontar problemas de gran envergadura y que los conflictos armados en los que participó nunca llegaron a ser tan peliagudos como la Guerra de los Treinta años o la Guerra de Sucesión española; no obstante, supo resistir con resolución numerosos envites, algunos muy relevantes, y mantuvo en su entorno a buenos consejeros que le guiaron sabiamente en situaciones delicadas. Además, y por eso se le recuerda especialmente hoy, emprendió una serie de mejoras en las infraestructuras del país, de modo particular en Madrid y en Nápoles.
Giuseppe Caridi se aproxima a la figura del monarca desde una doble óptica. Por un lado, adopta un enfoque intimista pues acude reiteradamente a la correspondencia de Carlos III para entender sus inquietudes y sus decisiones. Por otro lado, la historia política prima por encima de cualquier otro punto de vista; aunque haga alusión a la economía, a la cultura o a la sociedad, el eje de la obra lo constituye el desarrollo de la monarquía de Carlos III. En este contexto la diplomacia y la política exterior ocupan un lugar muy destacado, a partir de un corte frontal: la muerte de su hermano, Fernando VI, permitió a Carlos acceder a la corona española. Caridi divide su trabajo en dos grandes bloques: el reinado en Nápoles (1734-1759) y el reinado en España (1759-1788).
Llama la atención la personalidad que dibuja el historiador italiano de Carlos III: “Fue durante este viaje [que realizó por Sicilia en 1735 cuando contaba con 19 años, ya como monarca napolitano], de hecho, cuando empezaron a manifestarse algunos de los rasgos esenciales de su personalidad, desde su desmedida afición por la caza —de la que ya había dado indicios— a la actitud paternalista con la que trataba a sus súbditos —a los que no dejó de dispensar, generosamente, gracias y prebendas —, pasando por su escaso interés hacia los asuntos de gobierno, de los que se ocupaban, diligentemente, los secretarios adscritos a los distintos despachos”. Todas estas particularidades son una constante en la vida del monarca y perdurarán hasta su muerte. Es preciso matizar que el escaso interés por los asuntos de gobierno no implicaba, en su caso, dejadez. Carlos III, a diferencia de su hermano o de su padre, participó activamente en las cuestiones de Estado, sobre todo tras contraer matrimonio y la muerte de Felipe V.
La llegada al trono de las Dos Sicilias en el año 1734 no estuvo exenta de contrariedades. No debemos olvidar que con el Tratado de Utrecht España había perdido todas sus posesiones continentales. Que Carlos accediese a la corona napolitana fue un empeño personal de su madre, Isabel de Farnesio, quien desde su matrimonio con Felipe V hizo todo lo posible para que sus hijos consiguieran reinar en los distintos estados italianos. A pesar de los denodados esfuerzos maternos, que llegaron a provocar una guerra entre España y las grandes potencias europeas, Carlos solo consiguió la Corona tras la conocida como Guerra de Sucesión Polaca. Tres años antes, había heredado de su madre los ducados de Parma, Plasencia y Toscana, que hubo de abandonar posteriormente. El 18 de noviembre de 1738, tras la firma del Tratado de Viena, Carlos de Borbón fue reconocido internacionalmente como legítimo monarca de los reinos de Nápoles y Sicilia.
A los 19 años y sin apenas experiencia política, el joven Carlos emprendió su viaje a Nápoles. Giuseppe Caridi utiliza como principal instrumento del estudio de este período la constante y fluida correspondencia entre los progenitores y su hijo. El historiador italiano enfatiza el control que Isabel desplegaba sobre Carlos y la asfixiante tutela que ejerció sobre el monarca su mayordomo mayor, José Manuel de Benavides y Aragón, conde de Santisteban del Puerto, quien se encargó realmente de las cuestiones de Estado y gobernó de facto el reino, dejando poco margen de actuación a su tutelado. Habrá que esperar hasta la muerte de su padre, que implicó el alejamiento de Isabel de Farnesio de la Corte madrileña, y su matrimonio con María Amalia de Sajonia, para que Carlos empiece a desempeñar activamente su papel de monarca y destituya a Santisteban. Fue entonces cuando aparecieron figuras esenciales para comprender su vida y su reinado: el duque de Salas, Bernardo Tanucci o el marqués de Montealegre, por citar solo algunos. Caridi examina las reformas acometidas en el Reino de Nápoles, algunas de gran calado, así como la oposición de ciertos sectores italianos en aplicarlas. También se abordan las obras públicas acometidas y las excavaciones en Pompeya y Herculano, sin olvidar, por supuesto, las gestiones diplomáticas de aquellos años.
La muerte sin descendencia de su hermano, Fernando VI, le abrió las puertas de la Corona española. Carlos entró triunfalmente en Madrid el 13 de julio de 1760, dejando a su hijo Fernando en el trono de las Dos Sicilias. Giuseppe Caridi analiza con detalle los rasgos del reinado y la política exterior seguida por el monarca a lo largo de los casi treinta años que estuvo en el poder. Destaca, por la gravedad del hecho y sus implicaciones, el motín de Esquilache, a cuya explicación el historiador italiano dedica todo un capítulo. Junto al desarrollo del motín, Caridi expone el debate historiográfico creado en torno a él en estos términos: “La posible raíz política de los tumultos ha dado lugar a un interesante debate entre historiadores. Aunque todos coinciden en señalar la complejidad del problema, se han posicionado, por lo general, en dos bandos contrapuestos. Unos, como Pierre Villar, sostienen que el motín fue fruto de una revuelta popular espontánea; otros, de acuerdo con Rodríguez Casado, mantienen que en su génesis hubo una conspiración, urdida por los opositores al reformismo ilustrado que instrumentalizaron el descontento popular para sus fines antigubernamentales”.
A pesar de las dificultades que parte de la sociedad española puso a las reformas propuestas por Carlos III a sugerencia de sus consejeros, el trabajo de Caridi refleja una verdadera voluntad de cambio en el estamento político. Figuras como Floridablanca, Campomanes, Aranda, Grimaldi, Olavide, Wall, y tantos otros, son un ejemplo para muchos de nuestros actuales políticos. Concluimos con la reflexión que realiza el historiador italiano al final de su trabajo: “Durante el gobierno de Floridablanca, cuyas iniciativas secundó con sincera convicción, en política interior se intensificó la labor reformista, dentro de un absolutismo monárquico inspirado, cada vez con más fuerza, en los principios de la Ilustración. Estos principios fueron perfectamente compatibles con el paternalismo que caracterizó el largo y complejo reinado de Carlos III, que tuvo siempre en muy alta consideración a la realeza y que no dejó nunca de pensar […] que el bienestar de sus súbditos y su placer personal eran una misma cosa”.
Giuseppe Caridi enseña historia moderna en la Universidad de Mesina. Es un estudioso del Mezzogiorno —el sur de Italia— desde la baja Edad Media al siglo XIX, periodo del que ha publicado numerosos libros y artículos.
*Publicado por la editorial Esfera de los Libros, noviembre 2015.