GRANDE - SILEX - CAMBIOS RESISTENCIAS SOCIALES

Cambios y resistencias sociales en la Edad Moderna
VV.AA.

La Revolución Francesa derribó, al menos en teoría, los muros que durante siglos habían separado a los distintos estamentos de la sociedad moderna. Con la famosa consigna de “Liberté, égalité, fraternité” dejaban de existir (insistimos, en apariencia) las barreras para la promoción y la movilidad social. Todos los ciudadanos pasaban a ser iguales ante la ley, sin que ninguno debiera gozar de privilegios y ventajas por razón de nacimiento. El Antiguo Régimen representaba, por el contrario, un mundo compartimentado y anacrónico cuyas categorías sociales marcaban a sus integrantes atribuyéndoles desde su nacimiento una función vital de la que era muy difícil escapar.

Esta imagen de la sociedad Edad Moderna, hoy tan extendida, se aleja de la compleja realidad de la vida en la España de los siglos XV a XIX (aunque lo mismo sucede con gran parte de los países de la Europa occidental). Es cierto que el orden social de aquella época estaba claramente jerarquizado, pero esto no implica que los estamentos fuesen grupos cerrados, sin posibilidad de progresar en ellos, o que no se relacionasen unos con otros. La realidad era mucho más poliédrica y entraban en juego múltiples factores que dinamizaron enormemente las relaciones sociales.

Resulta difícil clasificar el sistema político de la Edad Moderna bajo los parámetros actuales, pues se conjugan elementos centralizadores –tanto los Austrias como los Borbones mantuvieron un Monarquía cortesana afincada (casi siempre) en Madrid– con rasgos de un régimen descentralizado, como eran la existencia de fueros y privilegios en los Reinos que componían la Corona o la gran autonomía de los poderes locales. Lo mismo sucede con el “sistema social”. El Rey era el eje, pero se encontraba tan alejado que para gran parte de la población no era más que una figura difusa, en contraposición a la mayor presencia (y autoridad) que presentaba la nobleza o las élites locales.

CARLOS III COMIENDO CORTELa obra colectiva Cambios y resistencias sociales en la Edad Moderna. Un análisis comparativo entre el centro y la periferia de la Monarquía Hispánica* intenta alejarse de los tópicos y ofrecer una imagen más ajustada de la sociedad moderna a través de un mosaico de contribuciones (en total hay reunidos 48 artículos) que “ponen de manifiesto la importancia que el análisis de los procesos de movilidad y conflictividad social tienen para la comprensión de la evolución histórica de la Monarquía Hispánica durante la Edad Moderna”. Los textos que componen el libro son el resultado de los trabajos presentados en el congreso internacional (del que toma el nombre la obra) celebrado en Valencia entre el 23 y el 25 de octubre de 2013.

Quien se disponga a iniciar la lectura de esta obra debe tener presente dos prevenciones. Por un lado, estamos ante un libro con un marcado carácter universitario (o especialista). Es probable que su destinatario no sea el aficionado interesado por la Edad Moderna, sino más bien el investigador que busque alguna referencia o algún trabajo específico para apoyar su estudio. Nada impide que el lego en la disciplina histórica bucee entre sus páginas pero puede acabar abrumado por la abundante y heterogénea información que encontrará. Por otro lado, el gran número de artículos (48) que componen la obra dificulta su lectura fluida pues cada colaboración incide en un aspecto concreto e independiente de nuestro pasado; la conexión entre todos ellos es subliminal y requiere del lector un esfuerzo para vislumbrar el todo desde las distintas aportaciones.

¿Cómo organizar tan nutrida galería de pinceladas históricas? Lo explican los profesores Ricardo Franch Benavent, Fernando Andrés Robres y Rafael Benítez Sánchez-Blanco en la introducción de la obra: “El análisis de los cambios y resistencias generadas por los procesos aludidos se ha estructurado en tres partes diferenciadas: La primera de ellas integra los estudios centrados en las transformaciones y conflictos que se produjeron en la sociedad urbana. […] En la segunda parte de la obra se aborda el papel de las minorías, los marginados y la conflictividad social: se analizan en ellas grupos expuestos a la exclusión de la comunidad por su origen étnico, religioso o por su condición de esclavos o libertos […]. El elevado número de estudios integrados en la sección ‘Élites sociales y servicios a la monarquía’ [que constituiría la tercera y última parte del libro] constituye un refrendo de las actuales tendencias en la historiografía dedicada a la historia social”. Esta última sección se divide a su vez en dos apartados: el primero se ocupa “[…] de las tensiones entre la nobleza y corona durante el proceso de encaje de la primera en las nuevas estructuras políticas que conocemos como monarquía: en nuestro caso, claro está, en la monarquía hispana”; y el segundo se dedica a la “escalera social”, esto es, estudia las posibilidades de promoción y progreso entre las personas que prestaban servicios a la monarquía.

TRES MENDIGOS CERUTIJunto a esta división tripartita podríamos establecer otras categorías transversales que clasificasen los estudios reunidos, atendiendo, por ejemplo a su enfoque (hay trabajos que abordan cuestiones legales, filosóficas, económicas, demográficas…) o a su objeto (personas concretas, familias, colectivos profesionales, grupos sociales…). Sin embargo, el verdadero nexo de unión reside en la preminencia de la historia social como eje vertebrador de todos los artículos. También ha de tenerse en cuenta que la gran mayoría de éstos se centran o en la ciudad de Madrid (capital de la Monarquía desde 1561 y su centro neurálgico) o en el Reino de Valencia (y en menor medida en el de Cerdeña), hasta el punto de que más de las tres cuartas partes de las colaboraciones están relacionadas directamente o indirectamente con estos territorios.

Una vez leído el libro es imposible no replantearse algunos de los tópicos que rodean a la sociedad de la Edad Moderna, mucho más rica en matices que la imagen que habitualmente se suele proyectar sobre ella. Si bien el poder lo ostentaban unos pocos (más de los que creemos), nada impedía que distintos grupos sociales, humildes o nobles, contestasen ese poder a través de distintas manifestaciones, entre las que tenía cabida incluso la violencia. No debemos olvidar que el absolutismo fue algo novedoso en los siglos XVI y XVII y no siempre fue bien recibido por todos. También queda patente cómo el ascenso social estaba unido a la capacidad política del individuo, a sus influencias en la corte y, por supuesto, a la suerte. Lógicamente, un número reducido de personas contaban con más facilidades de prosperar (y buscaron preservar esos privilegios), mientras que el resto debía afrontar obstáculos casi insalvables. La turbulenta Edad Moderna, no obstante, siempre permitía algún resquicio por el que apoyarse.

*Publicado por Sílex, noviembre 2014.