ROCIO ORSI - PLAZA VALDES - BUTTERFIELD

Butterfield y la razón histórica
Rocío Orsi / Herbert Butterfield

«Lo que aquí se discute es la tendencia de muchos historiadores a escribir del lado de los protestantes y de los whigs, a ensalzar revoluciones una vez que han resultado exitosas, a hacer hincapié en ciertos principios de progreso en el pasado y a producir un relato que constituye una ratificación, si no la glorificación, del presente. Esta versión whig del curso de la historia se asocia con ciertos métodos de organización e inferencia propios de la historia –ciertas falacias a las que toda historia es propensa, a menos que sea investigación histórica.«. Con estas palabras resume Herbert Butterfield la finalidad de su obra La interpretación whig de la historia, escrita en los años cuarenta del siglo pasado, que tuvo una importante repercusión en el mundo académico inglés. Estamos ante una obra breve, concisa y de gran lucidez que, además de criticar una determinada concepción del estudio historiográfico, nos ayuda a reflexionar sobre nuestra comprensión del presente y de nuestra historia.

Antes de analizar el trabajo de Butterfield es necesario hacer tres precisiones. En primer lugar, aunque el historiador británico haga hincapié en el término «whig», no debemos identificarlo con el partido político británico pues su obra va dirigida a poner de manifiesto los errores de una interpretación historiográfica concreta, y no a los principios políticos de aquella formación. En segundo lugar, tampoco nos encontramos ante un libro sobre filosofía de la historia al uso, y así lo subraya el propio historiador en el prefacio de su obra: «No se aborda este asunto como un problema de filosofía de la historia, sino más bien como un aspecto de la psicología de los historiadores«. Por último, para entender mejor el pensamiento de Butterfield debemos tener en cuenta su conservadurismo metodista juvenil, su polémica con el positivismo de Namier y su antipatía hacía el liberalismo posterior a la Primera Guerra Mundial, rasgos destacados por Rocío Orsi en el estudio preliminar de la obra.

HERBERT BUTTERFIELDLa principal crítica que Butterfield recrimina a los historiadores whigs es su «estudio del pasado con referencia directa e inmediata al presente«. En vez de comprender el pasado desde la perspectiva de los hombres que lo vivieron, el historiador whig elabora su construcción historiográfica desde el presente y analiza comportamientos y hechos a la luz de los resultados que han perdurado. El ejemplo más utilizado en la obra es la Reforma y el uso partidista que de ella se hace como causa de las libertades y del progreso de la sociedad inglesa de principios del siglo XX. Para Butterfield esta visión de la historia está destinada a «desembocar en una simplificación excesiva de las relaciones entre acontecimientos y en un malentendido completo de las relaciones entre pasado y presente«.

La complejidad de los fenómenos que componen el pasado impide al historiador dilucidar cuáles son los efectos que tiene sobre el presente. Pero en vez de reconocer su incapacidad por abarcarlo todo, el historiador whig acude a la «abreviación» y, obviando la anterior complejidad, destaca aquello que considera más importante para comprender el presente. Butterfield vuelve a cargar contra esta técnica a la que acusa de parcial, de interesada y de crear una «ilusión óptica colosal».

Una vez expuesto el «supuesto de fondo» en el segundo capítulo de su obra, Butterfield continua su ataque a la historiografía whig en el capítulo «El proceso histórico«, donde analiza las «trampas» que estos historiadores utilizan para acercar el pasado al presente echando mano de las analogías y abstrayendo de su contexto los hechos, lo que acaba por eliminar las diferencias entre, por ejemplo, el hombre del siglo XVI y el del siglo XX. Este proceder supone una simplificación de la historia en la que aparecen bandos y existen buenos y malos, obviando, una vez más, los matices y el contexto, apartados de manera interesada. Frente a esta concepción de la historia Butterfield considera que ésta es «el estudio no tanto de los orígenes cuanto de las mediaciones que realmente conducen de algo viejo a algo que los historiadores pueden considerar nuevo. Es esencialmente el estudio de la transición, y para el historiador técnico el único absoluto es el cambio«.

Los tres últimos capítulos («La historia y los juicios de valor«, «El arte del historiador» y «Los juicios morales de la historia«) están dedicados, más que a la crítica de la interpretación whig, a esbozar los principios que deberían seguirse en la investigación, opuestos, ineludiblemente, a los que adopta aquélla. Butterfield previene «del deseo apasionado de llegar a un juicio de valor, de hacer que la historia responda a preguntas, decida disputas y conceda al historiador la última palabra en una controversia«. La labor del historiador, por el contrario, debe alejarse de las proposiciones generales y de las verdades absolutas, y centrarse en capturar un momento, aferrarse a los particulares y amarrar la contingencia. Para Butterfield un historiador debe ser ante todo un observador que «tiene que recuperar la riqueza de los momentos, la humanidad de los hombres, la disposición de las circunstancias externas y las implicaciones de los acontecimientos«.

PARLAMENTO INGLES TURNERJunto a la crítica a los juicios de valor, Butterfield también se opone a que los historiadores incluyan juicios morales en sus obras, en las antípodas de quien considera el arquetipo del pensamiento histórico whig, Lord Acton. A su entender, si el historiador «lidia con algún juicio moral, entonces trata de abrirse a una nueva dimensión, y abandona el ámbito de la explicación histórica, que es el único que puede denominar el suyo propio«. Butterfield vuelve a insistir en que ha de presentarse el mundo tal como es en la historia y describir los procesos que subyacen a los cambios, para contribuir así al conocimiento de los asuntos humanos. En ningún caso el historiador debe arrogarse el título de juez moral, función que no le corresponde.

La edición de Butterfield y la razón histórica. La interpretación Whig de la historia* en realidad incorpora dos obras diferenciadas. La primera vendría dada por la introducción y el estudio preliminar a cargo de Rocío Orsi; la segunda correspondería al texto del propio Butterfield, según la traducción que aquélla nos ofrece. Aunque lógicamente la primera es inseparable de la segunda, el excelente estudio sobre la vida y el pensamiento de Butterfield podría leerse casi por separado. Gracias a esta introducción comprendemos mejor algunas observaciones del texto de Butterfield que, en otro caso y para quienes no estén familiarizados con su obra, revestirían mayores dificultades. Este es el caso de la función de la Providencia en la historia, la denominada «historia técnica», la influencia de Leopold Von Ranke o el concepto de «agencia», por citar sólo algunos ejemplos.

Quienes consideren a la historia algo más que una simple sucesión de hechos y de personajes tienen en este libro una excelente oportunidad para conocer el pensamiento de uno de los grandes historiadores británicos de principios de siglo, lamentablemente poco conocido en España. A diferencia de los planteamientos, a veces enrevesados, de Vico, Dilthey o Croce, Butterfield elabora una concepción histórica más sencilla y directa, abandona cualquier pretensión manipuladora del pasado y se centra en mostrárnoslo tal como fue. Muchas de las reflexiones que encontramos en su obra tienen una vigencia innegable, a pesar de la evolución de las técnicas historiográficas.

*Publicado por Plaza y Valdés Editores, octubre de 2013.