Las grandes construcciones filosóficas que intentaban dar respuesta a las principales preguntas del ser humano cayeron en desuso en el siglo XX. Salvo alguna excepción (el existencialismo de Sartre o la fenomenología de Husserl), las corrientes filosóficas han dejado de ocuparse del todo para centrarse en cuestiones más concretas. Algo similar ha sucedido con los propios filósofos: las personalidades arrolladoras que, a principios de la centuria pasada, copaban los grandes debates intelectuales no han encontrado relevo. Aunque sigue habiendo grandes pensadores (la mayoría de ellos de una edad ya avanzada), ninguno ha alcanzado el renombre que tuvieron figuras de la talla de Heidegger, Russell, Wittgenstein, Popper, Aron, Adorno, Foucault, Schmitt, Arendt o Marcuse, por citar solo algunos. Sus ideas pudieron ser controvertidas, incluso cercanas a posiciones ideológicas extremistas, pero su bagaje intelectual era incuestionable. De alguna manera, sobre sus planteamientos se ha edificado la sociedad que hoy conocemos.
La disciplina filosófica ha mostrado, en las últimas décadas, un papel más combativo. Es cierto que los postulados de los grandes pensadores, aunque se moviesen en el plano teórico, siempre incidieron en las ideas políticas del momento. Pero, desde el siglo pasado, se les ha exigido que se involucren directamente en la dialéctica política y que se definan los debates que sacuden a la sociedad. Si el ejemplo paradigmático fue mayo del 68, todavía hoy podemos ver ejemplos de este proceder. Simultáneamente, parece como si la figura del “filósofo” se difuminase, perdidos los contornos y la gravitas que tenía a principios del siglo XX. Ya no se sabe muy bien qué es un filósofo y cómo se le puede distinguir de otra serie de personajes que pululan por el mundo de las ideas y que no dudan en considerarse a si mismo intelectuales.
El periodista inglés Stuart Jeffries dedica su obra Gran Hotel Abismo. Biografía coral de la Escuela de Frankfurt* a la que puede ser la corriente filosófica más importante del siglo XX. Indaga sobre su inmensa influencia en las ideas y en la cultura de las últimas generaciones. Como explica el propio autor, “Gran Hotel Abismo es en parte una biografía coral que intenta describir cómo las principales figuras de esta escuela se influyeron y pugnaron intelectualmente entre sí, y cómo sus experiencias similares de ser criados por hombres de negocios judíos en su mayoría ricos contribuyeron a que rechazaran la adoración del dinero y aceptaran el marxismo. Pero también espero que este libro hilvane un relato que abarque desde 1900 hasta ahora, desde la época de los coches de caballo hasta la era de la guerra con drones teledirigidos”.
Para el lector poco versado en temas filosóficos, señalaremos que se conoce como Escuela de Frankfurt al grupo de filósofos que se agruparon en los años veinte del siglo XX (aunque la mayoría de sus componentes vivieron e influyeron hasta bien entrado ese siglo) en torno al Instituto de Investigación Social creado en aquella ciudad alemana. De ideología marxista y muy críticos con el capitalismo, entre sus miembros destacaban Walter Benjamin, Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, Erich Fromm o Friedrich Pollock. Todos ellos aparecen la obra de Jeffries. El periodista inglés, sin embargo, no opta por dedicar un capítulo independiente a cada uno, sino que prefiere estudiarlos en bloque, siguiendo una vaga línea temporal, salpicada por digresiones temáticas. El resultado es un interesante trabajo que, a pesar de la materia densa y compleja que analiza, se lee con sencillez, agilidad e interés. No suele ser el caso en libros de temática filosófica, pero estamos ante una pequeña joya accesible para todos los públicos.
Citamos nuevamente a Stuart Jeffries para resumir sintéticamente el contenido de su obra: “Recorre las consentidas infancias alemanas de estos pensadores, la crianza que recibieron y cómo se rebelaron contras sus padres, sus experiencias de la Primera Guerra Mundial, su exposición al marxismo durante la fallida revolución alemana y en la teoría neo marxista desarrollada por ellos para explicar aquel fracaso, la intensificación de la producción industrial en masa y de la cultura de masas durante la década de 1920, el ascenso de Hitler, su ulterior exilio a una Norteamérica que les repugnaba y seducía, sus amargos retornos tras las Segunda Guerra Mundial a una Europa marcada para siempre por el Holocausto, su visceral confrontación en la década de 1960 con la euforia juvenil revolucionaria, y las luchas de la Escuela de Frankfurt en el nuevo milenio por comprender qué podría evitar el colapso de las sociedades multiculturales de Occidente”.
La obra no solo se ocupa de los planteamientos teóricos de la Escuela —una de sus primeras actuaciones fue intentar comprender por qué en Alemania no se produjo como en Rusia un estallido revolucionario tras la Gran Guerra—, sino que también presta especial atención a las vidas de sus componentes. Todos compartieron un cierto origen común y sufrieron las mismas experiencias vitales: pertenecían a familias adineradas de empresarios judíos alemanes, tuvieron infancias tranquilas y sus padres les financiaron sus primeros proyectos filosóficos. Esta vida “sencilla” se truncó con la llegada del nazismo al poder, que les obligó a exiliarse a Estados Unidos o a Inglaterra. La derrota germana les permitió volver e instalarse en las principales cátedras de las Universidades alemanas. Su fama y su prestigio fueron aumentando al mismo tiempo que lo hacían las críticas.
Este último punto, la feroz crítica contra la Escuela de Frankfurt, ocupa un lugar central (y numerosas páginas) en el trabajo de Jeffries. El propio título del libro, “Gran Hotel Abismo”, hace referencia a la acusación que hizo el filósofo húngaro Georg Lukács a los integrantes de la Escuela, a quienes afeó el hecho de haberse instalado en el “hotel Abismo”, un hotel equipado, dijo, “con toda clase de lujos, al borde de un abismo, de la vacuidad, del absurdo”. La contemplación diaria del abismo, añadía Lukács, “entre excelentes comidas y divertimentos artísticos, sólo puede sublimar el disfrute de las sutiles comodidades ofrecidas”. Lukács los acusaba de haberse pasado la vida observando ese despeñadero desde una distancia prudencial, o lo que es lo mismo, de falta de compromiso contra el avance del capitalismo global. Algo parecido les achacaron los estudiantes del 68, quienes consideraron que Adorno y el resto de miembros (salvo Marcuse, venerado como una especie de gurú intelectual) no habían hecho nada por derrocar al monstruo capitalista. Al grito de “si se deja en paz a Adorno, siempre habrá capitalismo” asaltaron su clase. Adorno, humillado y desolado, moriría ese mismo año.
El libro contiene un capítulo que se adentra en el siglo XXI para examinar la influencia que la teoría crítica de la Escuela de Frankurft ha tenido en nuestro tiempo y cómo muchos de sus postulados pueden ayudarnos a comprender el presente. Con esta reflexión concluye Jeffries su magistral trabajo: “El arte, en otras palabras, se ha hecho inviable gracias al empobrecimiento de la existencia misma que trata de honrar. En su lugar, solo nos quedan los productos de consumo fácil producidos por la industria de la cultura. Lo que Ernst Bloch denominó el espíritu de la utopía ya no logra encontrar un espacio en la industria cultural de la red de la cual son responsables, entre otros, Steve Jobs, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos; una industria que nos ofrece más de lo mismo, desarrolla algoritmos para continuar encadenándonos a nuestros gustos, y nos hace desear nuestra propia dominación. En tal cultura a la carta, que elimina el descubrimiento casual, se burla de la dignidad y convierte la liberación humana en una posibilidad aterradora, los mejores escritos de la Escuela de Frankfurt tienen mucho que enseñarnos; como mínimo, sobre la imposibilidad y la necesidad de pensar de una manera diferente”.
Stuart Jeffries (1962) es escritor, periodista y crítico cultural. Ha trabajado en el diario británico The Guardian, donde llegó a alcanzar el puesto de subeditor y fue corresponsal en París durante más de veinte años. Colabora, además, en otros medios como The Financial Times y Psychologies.
*Publicada por la editorial Turner, febrero 2018. Traducción de José Adrián Vitier.