Austrias. Imperio, poder y sociedad
Alfredo Alvar Ezquerra

Los Imperios no son construcciones abstractas, vacías de contenido. Son, más bien, instituciones que aglutinan una diversidad de territorios, órganos administrativos, pueblos y culturas, conectados por una figura central que da sentido y legitimidad al entramado burocrático y simbólico. Casi todos se han generado en torno a un emperador carismático, pero, para sobrevivir, tuvieron que trascender a su fundador. Parece una obviedad, pero esta afirmación esconde una serie de consecuencias sumamente relevantes para su continuidad, que no siempre está asegurada. Por ejemplo, los imperios macedónico, huno y francés (aunque esto último es matizable) se derrumbaron a la muerte de su creador. Otros, sin embargo, lograron perpetuarse en el tiempo, como ocurrió con el romano, el otomano o el inglés. No es este el lugar para reflexionar sobre las particularidades del ascenso y de la caída de los imperios, que requeriría un análisis más detallado sobre los elementos que ayudaron a su estabilidad o que propiciaron su derrumbe.

La Monarquía Hispánica no fue una excepción al resto de imperios. Gracias a la hábil política matrimonial de los Reyes Católicos, rápidamente logró convertirse en la principal potencia política, militar y cultural a escala mundial durante el siglo XVI y gran parte del XVII. Una vez en la cima, los problemas internos y externos fueron menoscabando su poder y terminó por languidecer durante un par de centurias, hasta que, en el siglo XIX, se desintegró definitivamente con la independencia de sus posesiones de Ultramar. Al margen de disquisiciones teóricas, puede afirmarse que se halló entre los imperios más extensos y con mayor proyección, geográfica y cultural, de la historia. Con unos recursos humanos y tecnológicos que hoy nos parecen relativamente rudimentarios, logró controlar alrededor de cuarenta millones de almas, repartidas por todo el globo y con distancias que se medían en miles de kilómetros. Lo llevó a cabo, además, sin apenas contratiempos y con una fidelidad de sus habitantes sorprendentemente estable (a pesar de los problemas económicos y financieros que tuvo).

¿Cómo logró la Monarquía Hispánica sobrevivir tanto tiempo y hacer frente a circunstancias difíciles? Aunque mucho se ha escrito sobre esto (el tópico de la decadencia ha sido abordado por unos y por otros), no existe un consenso unánime y cada especialista ofrece su propio punto de vista. Quizás esta sea una de las principales cualidades de la historiografía: siempre se puede aprender algo nuevo y los debates nunca están cerrados. De ahí que la obra del profesor Alfredo Alvar, Austrias. Imperio, poder y sociedad. Cómo España se convirtió en la gran potencia global*, sea tan interesante, pues ofrece una nueva aproximación a los cimientos del Imperio español y a las instituciones que lo sostuvieron. Sin perder un ápice de interés y con un estilo ágil y divulgativo, propio del autor, el libro se sumerge en las entrañas de la Monarquía Hispánica y disecciona sus principales características, sin temor a hacer frente a cuestiones tan controvertidas como la idea de España defendida en aquella época, el papel de la Inquisición o la existencia de distintos reinos en su seno.

Como explica el propio autor, “el libro que tienes entre manos he querido que fuera peculiar. Nació alrededor de dos o tres preguntas: ¿por qué duró el Imperio español lo que duró?; ¿cómo es que la Monarquía de los Austrias (o de los Trastámaras-Austrias) fue la más potente de los dos hemisferios del planeta durante el siglo XVI y casi todo el siglo XVII?; ¿por qué se vivió en paz en la Península a partir de los años veinte del siglo XVI, a excepción de algunos altercados a finales de siglo y se siguió —casi— en paz hasta la catastrófica década de 1640? Por tanto, no es, ni mucho menos, una historia más de la España de los Austrias, ni un libro de exaltación nacional, o anti leyenda negra, lo cual tanto abunda últimamente. El libro es una extensa reflexión sobre el ejercicio del poder en tiempos de un imperio, el Imperio español”.

A diferencia de otras obras que examinan de forma cronológica los hitos más destacados del Imperio español, en esta el profesor Alvar ha optado por adentrarse en aspectos o tan conocidos, pero no por ello menos relevantes. Prima, por tanto, una estructura temática en la que los distintos capítulos se dedican a cuestiones diversas, pero conectadas. La formación de las élites en los colegios y universidades, la carrera administrativa de los servidores públicos, el papel de la guerra en la Monarquía Hispánica, el pensamiento económico de la época, la visión del vecino musulmán, la “globalización” del Imperio o el propósito del tribunal de la Inquisición son algunas de las tratadas en este trabajo. En su enumeración ya se constata la dinámica que rige la obra, cuya parte institucional cobra un peso específico, por encima de otras.

Como el propio Alvar se encarga de puntualizar en distintas ocasiones, este gigante de pies de barro sobrevivió tanto tiempo gracias a dos elementos esenciales: la lealtad y la movilidad social. El primer elemento, la lealtad, no solo ha de entenderse, explica el autor, como una fe ciega en el soberano y en la dinastía gobernante: también entraba en juego la religión católica, convertida en pilar fundamental de la legitimidad imperial, tanto interna como externa. El segundo elemento, la movilidad social, lograda ya sea a través del dinero, de los estudios o de las armas, permitió a un pequeño (pero esencial) sector de la sociedad vislumbrar un futuro dentro de la administración y evitó que sus reivindicaciones de mejora social se canalizasen a través de revueltas, como sucedió en otros territorios.

Al análisis de estos dos factores, que explicarían por qué el Imperio español logró perdurar como uno de los más influyentes de la historia, se dedica gran parte de la obra. El estudio del poder en el seno de la Monarquía Hispánica y de sus redes de influencia permite sostener fundadamente las tesis que propugna, a la vez que destaca la importancia de las estructuras sociales en su conformación y en su consolidación.

Concluimos con esta reflexión del profesor Alvar sobre su trabajo: “El Imperio español fue una construcción ciclópea, envidiada y asaltada por los enemigos de la dinastía y la religión. Sin querer hacer alharacas, pues no es necesario, lo que resulta admirable es, sin duda, el canon español dado a la cultura mundial, pero me ha interesado mucho ver los menudos pilares sobre lo que todo aquello se sustentó. Lástima que a tantos y tantos españoles no les anime la grandeza y se sientan más a gusto en la poquedad… ¿y en el noventayochismo?” Y añade “sabedor de que no soy portador de toda la verdad, sino que con mucho gusto bajo a la arena a hablar con mis lectores, me gustaría darles respuesta a quienes alguna vez se hubieran preguntado sobre cómo los Austrias articularon su Imperio y su poder, con su sociedad. O al revés, como la sociedad mantuvo en alto el Imperio y el poder de los Austrias”.

Alfredo Alvar (Granada, 1960) es especialista en los Siglos de Oro, sobre cuyos personajes más notables y gentes más menudas (desde Isabel I la Católica a la emperatriz Isabel, de López de Hoyos a Cervantes, de Juan Sebastián Elcano al duque de Lerma) ha publicado numerosos trabajos. Profesor de Investigación en el Instituto de Historia del CSIC, es académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga). Ha recibido la Encomienda de Isabel la Católica. Entre sus líneas de su investigación destacan la historia de la Corte y del Madrid de los siglos XVI y XVII, el humanismo y la historiografía real castellana.

*Publicado por Esfera de los Libros, febrero 2023.