RIALP - ASI SE GOBERNO ROMA

Así se gobernó Roma
Francisco Javier Navarro

El Imperio romano no se construyó únicamente a través de la expansión militar. Si algo nos ha enseñado la Historia es que cualquier conquistador, para perpetuar sus logros, ha de hacerse con el control de las instituciones, o instaurar unas nuevas que se hallen bajo su mando. A Napoleón, que algo sabía de conquistas, se le atribuye la siguiente frase: “Ma vraie gloire, ce n’est pas d’avoir gagné quarante batailles; Waterloo effacera le souvenir de tant de victoires. Ce que rien n’effacera, ce qui vivra éternellement, c’est mon Code Civil”. Mi legado será recordado, decía, no tanto por las batallas ganadas, como por la promulgación de mi Código Civil. Doscientos años después de la muerte del general corso, como bien había predicho, la mayoría de los ordenamientos jurídicos continentales siguen directamente inspirados en el Código Napoleónico.

A la Roma Antigua le sucedió lo mismo. Más allá de las gestas militares, su verdadero tributo a la humanidad ha sido un cuerpo legal, político y administrativo que ha perdurado a lo largo de los siglos y que hoy, dos mil años después, sigue, en cierto modo, vigente. Roma construyó un cuerpo institucional y político sin parangón que supo adaptarse, a veces pacíficamente, otras de forma violenta, a las transformaciones y al crecimiento imparable de su autoridad por el Mediterráneo.

El paso de una pequeña e insalubre ciudad italiana a uno de los mayores imperios no se debió únicamente a la habilidad militar de sus dirigentes —hubo otros estrategas que lograron mayores proezas, pero cuyo legado es hoy imperceptible—, sino a su equilibrada constitución política y a su extraordinaria organización administrativa. Todos sus logros, además, estaban fuertemente arraigados en una polis conocedora de sus limitaciones, pero también de su potencial. Cada ciudadano anteponía los intereses de la urbe a los suyos propios, especialmente cuando aquella se veía amenazada por la destrucción.

Adentrarnos en los cimientos de su organización política implica sumergirnos en el núcleo de la civilización romana. Este es el propósito de Francisco Javier Navarro, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Navarra, quien busca con su obra Así se gobernó Roma* explicar de forma didáctica las causas del triunfo romano y de sus principales instituciones y modelos políticos. En palabras de Juan Francisco Rodríguez Neila, prologuista del libro: “Ahí radican muchas de las claves que este libro expone, y que se nos desvelan no solamente a través del uso y abuso de la ciencia política hicieron los romanos, y especialmente sus gobernantes, sino también analizando sus conexiones con otros importantes parámetros de la creatividad humana, como la Literatura, el Arte, el Derecho, la Religión, etc., en los que Roma nos dejó decisivas aportaciones. Y siempre teniendo en cuenta las diferentes etapas históricas por las que fue pasando, desde su nacimiento como pequeña comunidad junto al río Tíber, acosada por sus vecinos, hasta convertirse en el más grande imperio que conoció la Antigüedad”.

La obra de Navarro Santana, escrita con una prosa sencilla, clara y accesible, tiene distintas lecturas, todas ellas interconectadas. Se aborda tanto el desarrollo histórico de Roma como el pensamiento de algunas de sus grandes figuras intelectuales y los principios constitucionales que la rigieron a lo largo de su historia. Siguiendo una estructura cronológica, descubrimos las transformaciones habidas en el seno de la sociedad y cómo la expansión romana conllevó una evolución de las instituciones para dar respuesta a una nueva realidad, no contemplada en los principios tradicionales de la pequeña ciudad latina.

El autor destaca la preeminencia política de la aristocracia romana, en especial durante la República (la llegada del Imperio cambió sustancialmente la estructura administrativa de Roma). Para Navarro Santana, fue un reducido grupo de hombres y familias el que guió, casi sin contestación, al pueblo romano durante más de quinientos años. Así lo expresa: “La República romana nunca fue un sistema político en el que compartieran poderes el Senado y el pueblo, como señala el acrónimo [SPQR]. Su constitución era eminentemente aristocrática y en ella el Senado era la institución que manejaba todos los resortes del Estado. El pueblo, representado en su Asamblea, era mero espectador sin voz de las decisiones que tomaba su clase dirigente, y solo le cabía asentir a aquello que previamente se había consensuado en el Senado”. Y más adelante añade: “Posiblemente, la nota más característica de la clase dirigente romana fue su popularidad, su permanente aceptación por el conjunto de la ciudadanía. Durante quinientos años que duró la República, nadie puso en duda su derecho a gobernar”.

La caída de la República y el nuevo modelo político instaurado por Augusto privaron al Senado y a la aristocracia romana de muchas de sus prerrogativas, reduciendo su poder. La expansión tardorrepublicana e imperial provocó que las tradicionales instituciones se viesen incapaces de controlar eficientemente los nuevos territorios y que los emperadores tuviesen que “profesionalizar” su gestión. Se pasó, de este modo, de un sistema basado en el “origen” del individuo (factor que, sin embargo, siguió siendo tenido en cuenta), a un régimen liderado por funcionarios “de carrera”. A partir del siglo I asistimos, por tanto, a un proceso de funcionarización del sistema político de Roma y al establecimiento de un “aparato administrativo al servicio del ciudadano” cuya principal consecuencia, señala nuestro autor, fue la despolitización de la sociedad romana y la anulación de la acción del pueblo.

La obra no se limita a detallar el funcionamiento de las instituciones romanas. Su objetivo es más ambicioso, pues cada epígrafe incluye un somero análisis de cuestiones tan relevantes como la religión (y el sentir religioso del pueblo romano); la organización social con sus marcadas diferencias “estamentales”; la estructura económica y los medios para la obtención de los recursos necesarios para las campañas militares; la administración de la justicia y la aplicación del derecho (“Qué duda cabe que la principal cualidad del pueblo romano fue su mentalidad jurídica”); o la evolución del concepto de ciudadanía romana, por citar sola algunas. Por supuesto, el ejército romano también recibe una especial atención, ya que Roma no podría concebirse sin su principal arma diplomática. Todo ello engarzado en un contexto histórico que nos ayuda a comprender los casi mil años de Historia del mayor imperio de la Antigüedad.

Al final, de lo que se trata, como señala Juan Francisco Rodríguez, es “de dar respuesta a una cuestión esencial, que siempre surge cuando nos acercamos a la antigua Roma y nos hacemos ciertas preguntas: cómo llegó a forjarse aquel gran imperio; cómo los romanos supieron no solo conquistarlo, sino gobernarlo durante tanto tiempo; qué procedimientos fue adoptando su olfato político para resolver los diversos problemas planteados por la gradual integración de muy diferentes territorios, pueblos y culturas. En definitiva, sobre qué bases teóricas y soluciones prácticas se cimentó aquel sólido edificio político”.

La obra de Francisco Javier Navarro aborda uno de los aspectos menos conocidos de la República y del Imperio: sus instituciones y la teoría política que, de forma consciente o inconsciente, plasmó el pueblo romano a lo largo de su historia. El recorrido, que comienza con el despertar de Roma y sus denodados esfuerzos por sobrevivir en un escenario terriblemente hostil y concluye con los estertores de un Imperio asediado, nos pone de relieve un debate acerca de las ideas y de las tradiciones mucho más vivo de lo que podríamos figurarnos. Tradiciones que todavía hoy sentimos y de las que bien podríamos aprender muchas cosas

Francisco Javier Navarro Santana es titular de Historia Antigua en la Universidad de Navarra y profesor visitante en Milán, Carolina del Norte y California. Es autor de ocho libros y numerosas publicaciones científicas, en especial sobre la historia de Roma y su imperio. En Rialp ha publicado una biografía de Alejandro Magno.

*Publicado por la editorial Rialp, abril 2017.