Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad
José Antonio Millán

Si hubiese que elegir un año clave para hablar de la historia de España, sería sin duda 1492. Pocas veces se han condensado tantos sucesos extraordinarios en tan poco tiempo. En cuestión de meses, se descubrió un nuevo continente, con lo que se revolucionó el mundo conocido y, tras siglos de combates, los Reyes Católicos conquistaron el último bastión musulmán de la Península para entrar triunfantes en Granada. Ambos acontecimientos marcarían un antes y un después en nuestra historia (y, por extensión, en la historia de la humanidad). La Edad Media llegaba a su fin y España se colocaba a la cabeza de las naciones europeas en la Edad Moderna: dejando atrás reinados convulsos e inestables, los Reyes Católicos habían logrado conformar un ideario político cuyo objetivo era convertir su reino en una gran potencia.

En este afán por lograr la unidad de la Península y engrandecer España también jugaron un papel destacado los factores culturales y artísticos. Junto a las expediciones por el continente americano y a la renovación militar, los Reyes Católicos fomentaron una serie de proyectos para dotar al reino de un armazón intelectual y de prestigio que lo equiparase a sus vecinos europeos. El cardenal Cisneros fue el adalid de este proceso, que le llevará, por ejemplo, a fundar una nueva universidad (la de Alcalá de Henares) o a editar la Biblia Políglota Complutense. Otros muchos pensadores e intelectuales contribuyeron, cada uno a su manera, a este designio. Gracias al mecenazgo de monarcas, nobles y eclesiásticos, las artes florecieron y el pensamiento hispano alcanzó cotas hasta entonces no vistas. Al mismo tiempo, el castellano se asentaba y sustituía al latín como la lengua de la Corte. Incluso la Iglesia habría de emplear esta lengua romance para atraer a un mayor número de feligreses.

Si antes citábamos dos hechos sobresalientes acaecidos en 1492, hay otro que ha pasado más desapercibido, pero no por ello está exento de importancia: Antonio de Nebrija publicó en agosto de ese año su Gramática sobre la lengua castellana. No fue el trabajo por el que sería más conocido en su época ni el que le brindó fama entonces, pero es el que ha pasado a la posteridad. Su relevancia se debe a que fue el primer tratado que estudió y analizó una lengua romance. Nebrija fue un pionero, al que luego seguirán otros filólogos, muchos de los cuales copiaron sus planteamientos. Bien puede decirse que, junto a otros escritores, nuestro protagonista sentó las bases de la lengua hispana.

Con motivo del quinto centenario de su muerte, José Antonio Millán ha publicado una breve, pero muy interesante biografía que lleva por título Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad*. Un trabajo que busca acercarnos la figura de uno de los grandes pensadores del Renacimiento español y expone su encaje en el fascinante periodo que le tocó vivir. Como explica el autor en la introducción del libro, “a lo largo de una vida que bien podemos calificar de fértil, Antonio de Nebrija se dedicó básicamente a escribir y publicar sobre cosas muy variadas aunque manteniendo una coherencia, pero hay que advertir que lo que más se aprecia hoy (fuera de unos pocos investigadores) no era lo que más fama tuvo en su tiempo, ni probablemente lo que más le importaba. Asimismo, sus palabras más recordadas probablemente no tenían el sentido que hoy comúnmente se les atribuye. Ésta es la tragedia de Nebrija, y el fin de este libro (y de los varios y muy valiosos que le precedieron) puede ser poner de relieve, para un público amplio, sus logros de todo tipo, las luchas de un temperamento orgulloso y bien dotado por que resplandecieran muchas verdades que la sociedad de su época no quería ver”.

Antonio de Nebrija (su nombre original, atendiendo a los apellidos de sus padres, sería Antonio Martínez de Cala y Martínez de Jarana) vivió casi ochenta años, algo inusual en el siglo XVI. Su vida estuvo marcada por los libros y el estudio, a los que se dedicó prácticamente hasta su muerte. No se le conocen grandes aventuras, ni combatió en el campo de batalla, ni tuvo un papel significativo en la política de su época: su biografía transcurre principalmente entre Bolonia, los claustros universitarios (primero en Salamanca y luego en Alcalá de Henares) y los diez años que pasó en Extremadura junto a Juan de Zúñiga, maestre de la Orden de Calatrava. Sus logros, que fueron muchos, se deben exclusivamente a su labor intelectual. Fue una de las mentes más brillantes de su época, lo que le permitió acceder a las cátedras más codiciadas, a pesar de no tener padrinos tan poderosos como otros candidatos.

José Antonio Millán recorre las distintas etapas de la vida de Antonio de Nebrija, ofreciéndonos además pinceladas de su amplia producción literaria. Por supuesto, analiza su Gramática, pero también aborda otros trabajos suyos que tuvieron un mayor impacto cuando se publicaron (como las Introductiones latinae o el Vocabulario español-latino). También explica la compleja relación de Nebrija con la recién creada Santa Inquisición, a causa de sus observaciones sobre las traducciones de la Biblia. Solo su relación con la reina Isabel la Católica y con el cardenal Cisneros evitaron que el proceso iniciado contra él llegara más lejos.

La biografía de Nebrija nos sirve, a la vez, para descubrir cómo era una parte de la sociedad de finales del XV y principios del XVI. José Antonio Millán adereza el relato de la vida de nuestro protagonista con los principales sucesos que estaban ocurriendo en su entorno y se detiene en aquellos aspectos en los que tomó parte. De este modo, conocemos sucintamente cómo estaban organizadas las universidades españolas de la época (con sus defectos y sus virtudes), cómo se podía ganar la vida un intelectual (el mecenazgo y la cercanía al poder eran inevitables), cómo afrontaba los obstáculos un pensador que se salía de las pautas oficiales y cómo se articulaba el mundo académico en la Europa del Renacimiento, donde la transmisión de ideas y personas era más fluida de lo que se podía pensar.

Concluimos con esta reflexión que el autor incorpora al final de su trabajo: “En paralelo a la suerte de sus obras, la fama póstuma de Nebrija como sabio creció y al tiempo se fue desdibujando. El erudito de mediana estatura y nariz aguileña, el hombre sensual, pero también trabajador infatigable, el escritor celoso de su remuneración, y orgulloso luchador contra la ignorancia de sus coetáneos, el arrogante estudioso que no dudó en enmendar la plana a las tradiciones más respetadas, el fervoroso defensor de la libertad de pensamiento y conciencia pasó a la memoria de las generaciones posteriores no como ejemplo de estas virtudes, sino como paradigma del sabio universal que quizás no había sido”.

José Antonio Millán es editor y autor de obras de divulgación lingüística, entre las que figuran Tengo, tengo, tengo: los ritmos de la lengua; Perdón imposible: guía para una puntuación más rica y consciente y El candidato melancólico: de dónde vienen las palabras, cómo viajan, por qué cambian y qué historias cuentan, y de estudios sobre lectura y edición (tres volúmenes colectivos sobre La lectura en España: 2017, 2008 y 2002). Es autor, asimismo, de novelas, libros de relatos y obras infantiles y ha atendido también a las creaciones textuales al margen del sistema (Húmeda cavidad, seguido de Rosas y puerros y Flor de farola: los textos del margen) y a la comunicación icónica (No, Contra). Dirigió la primera edición electrónica del Diccionario de la lengua española de la Real Academia (CD-ROM, 1995) y ha ejercido la crítica lexicográfica en El País.

*Publicado por Galaxia Gutenberg, enero 2022.