GRANDE - CSIC - AMIGOS EXIGENTES

Amigos exigentes, servidores infieles: la crisis de la orden de Cluny en España (1270-1379)
Carlos M. Reglero de la Fuente

En el siglo X tuvo lugar un acusado fenómeno, que traería no pocas consecuencias para la Cristiandad, de renovación de la vida monástica, degradada tras perder los rasgos originales de la regla que San Benito había formulado a comienzos del siglo VI. Los centros de gravedad de la reforma se situarían en la Lotaringia y en las fértiles tierras de la Borgoña francesa, cerca de una de cuyas ciudades (Mâcon) el duque Guillermo de Aquitania fundó y dotó el monasterio de Cluny en septiembre del año 910 para que en él se siguiera la regla benedictina en su estricta observancia.

Desde su fundación Cluny y el resto de monasterios que con él se asociaron o agruparon bajo su liderazgo moral fueron puestos bajo la encomienda y los privilegios papales, independizándolos de los poderes seculares y también de los obispos territoriales. Casi un siglo después, al comienzo del siglo XI, la agrupación monástica cluniacense constituía todo un “éxito” espiritual, y la vida monástica había sido profundamente renovada. Ayudaba a este éxito que los monasterios cluniacenses tuviesen asegurado, en principio, su mantenimiento temporal: al dedicar especial atención en sus preceptivas oraciones a las plegarias por las almas de los difuntos, se hicieron destinatarios de cuantiosas donaciones y cesiones de tierras y bienes por parte de reyes y nobles que trataban, con ellas, de asegurar su salvación eterna.

La expansión de los cluniacenses, inicialmente en Francia y después en buena parte de la Europa central y meridional (Portugal, España, Italia, Inglaterra, Lotaringia), fue constante. Numerosos monasterios y conventos se pusieron bajo su tutela para conseguir los mismos fines reformadores y otros muchos, aun conservando su independencia, se guiaron por sus principios. Todos ellos fueron protagonistas de la renovación cristiana en una Europa en crisis al comienzo del segundo milenio, para lo que contaron con el apoyo de las familias reales y de casas nobiliarias. Al aumentar la cifra de monasterios subordinados, hubo que organizar prioratos dependientes, también en España.

CLAUSTRO SANTA MARIA NAJERAEl profesor Carlos M. Reglero de la Fuente había ya abordado, en una obra anterior (2008) a la que ahora reseñamos, la presencia de Cluny en España desde 1073 hasta 1270. Describía entonces las redes sociales creadas por los monjes cluniacenses durante aquella época, sus relaciones con los diversos centros de poder, políticos y sociales, así como la vinculación de los nuevos monasterios con la abadía matriz francesa. En su nuevo trabajo, bajo el sugestivo título Amigos exigentes, servidores infieles.La crisis de la Orden de Cluny en España (1270-1379)* dirige sus investigaciones al estudio, riguroso y concienzudo, de los prioratos españoles en un siglo ya alejado de los de esplendor y gloria cluniacenses.

El autor sintetiza en la introducción de su obra las dos partes que la componen. La primera viene dedicada, de nuevo, al análisis de las relaciones de los monasterios con los poderes que sobre ellos influían, temporales o espirituales: los reyes, los nobles, los obispos y la Sede Apostólica. Poderes a la vez protectores -frente a los abusos de terceros- y benefactores de los monasterios pero también explotadores, cuando no depredadores, de sus recursos económicos. De ahí la denominación de “amigos exigentes” que figura en el título del libro.

La segunda parte se centra en la vida interna de los monasterios, más concretamente, de los prioratos y de los propios monjes, sus “servidores no siempre fieles” (de ahí también el final del título del libro). A la descripción de la red de prioratos cluniacenses hispanos, su administración y los problemas de endeudamiento y enajenaciones se dedican sendos capítulos, mientras que otros abordan el régimen interno de la vida monacal incluyendo las cuestiones relativas al nombramiento de los priores, el comportamiento de éstos y de los monjes, las celebraciones litúrgicas y, de modo destacado, las relaciones con el monasterio matriz, Cluny, y con sus abades.

El libro incluye en sus páginas finales una “recapitulación y conclusiones” cuya lectura el propio autor sugiere que se haga con carácter previo para tener una visión global del trabajo investigador que él mismo ha realizado, de modo que cada uno pueda después profundizar en aquello que más le interese. Como toda síntesis – y esta sin duda es cumplida, pues a ella dedica el profesor Reglero de la Fuente no menos de veinte páginas- es de agradecer aunque, a nuestro juicio, sería un error quedarse sólo en ella y no saborear el contenido íntegro del libro, sus detalles de buena Historia basados en una apelación constante a las fuentes documentales.

Precisamente el uso de las fuentes documentales y el diálogo constante con los demás autores que han abordado la historia de Cluny (el autor destaca la escasez de la bibliografía española sobre los prioratos cluniacenses en estas épocas) marcan la impronta del libro. Sus referencias constantes a las dificultades económicas, derivadas bien de las usurpaciones de bienes y rentas, bien de las cargas, cánones y otras exacciones que debían pagar, situó a los monasterios cluniacenses en España en una precaria situación durante la época que el profesor Reglero aborda. Y esas referencias se perciben al escudriñar los archivos eclesiásticos o civiles (sobre todo, reales) en los que figuran testimonios de los pleitos, quejas y querellas remitidas desde los monasterios a la curia real, o en las actas de las visitas que los enviados del abad hacían a los prioratos de las cuatro provincias ibéricas, documentos unos y otros sobre cuyo análisis se construye gran parte de la investigación.

CONSAGRACION ORDEN CLUNYSanta María de Nájera y San Zoilo de Carrión fueron los dos monasterios cluniacenses más importantes, a los que los monarcas prestaron mayor atención. Del primero el autor transcribe las palabras de Alfonso X cuando afirmaba que era fechura de reyes onde nos venimos et ellos et nos lo heredamos. Uno y otro estaban próximos a la residencia habitual de la Corte y eran además panteones regios, aunque tras la exposición del capítulo dedicado al poder regio en sus relaciones con los cluniacenses, el autor concluye que los reyes de Castilla no sintieron por ellos ninguna “devoción especial”.

La conflictividad que existió, en general, entre los monasterios y la nobleza desde finales del siglo XIII hasta finales del XIV no excluyó a los monjes negros de Cluny, objeto de los abusos nobiliarios que acrecentaban sus rentas a costa de aquéllos. Cita Reglero a estos efectos, como muestra, un texto de las cuentas del monasterio de San Pedro de Arlanza (no cluniacense) de 1338 en el que los monjes se quejan de que “el monasterio no pudo aprovechar las rentas que avíe e los monjes no se podíen mantener en el monasterio non aviendo rentas […] E aun lo más que se empeño fue por los males, daños e fuerzas e yantares que nos tomaron e nos fazen los señores fijosdalgo de la tierra”.

Los miembros de la alta nobleza se hicieron con buena parte de los dominios inmobiliarios cluniacenses utilizando toda clase de instrumentos, legales o ilegales. Encomiendas, arrendamientos vitalicios a cuyo término no se reconocía la propiedad del monasterio, concesiones regias o meras usurpaciones, todo valía para despojar a los monjes de los bienes con cuyas rentas debían atender a su sustento. Existieron también, en sentido inverso, donaciones modales, condicionadas a que se dijeran misas y se rezara y cantara por las almas de los donantes “para siempre jamás”, pero incluso algunas de ellas encubrían en realidad (así la descrita en la página 98, a Santa María de Nájera) otros negocios.

Las relaciones de los prioratos españoles de Cluny con el poder episcopal y con la Sede Pontificia ocupan los capítulos III y IV de la primera parte del libro. No hay en ellas grandes diferencias con los problemas de otros monjes: la exención que los monasterios disfrutaban de la autoridad episcopal (sólo estaba sometidos, en principio, a Roma, a través del propio abad de Cluny) dio origen a no pocos conflictos. El profesor Reglero cita con toda honestidad intelectual el estudio de su colega alemán Jörg Oberste (“Contra prelatos que gravant loca et personis ordinis”) para describir las estrategias de confrontación y defensa a las que acudían los cluniacenses en estos casos. Era lógico, por lo demás, que la exención fuese tanto más cuestionada por los obispos cuanto mayor era la lejanía de los monasterios, aislados en sus territorios, respecto de la casa matriz francesa.

A la protección pontificia se dedica en el libro menos espacio, no necesariamente menos atención, quizás porque los problemas de los monasterios españoles no eran en realidad muy diferentes de los del resto de la Cristiandad europea. El afianzamiento del poder romano se reflejaba en diversos apartados, de los que son significativos la tenencia de prioratos por cardenales (sobre todo en el período de Aviñón), el control del Papa en el nombramiento de los priores, la provisión de beneficios y, en sentido contrario, el envío de jueces conservadores para la defensa de los derechos y heredades de los prioratos cluniacenses. Al igual que el poder regio, afirma el autor, el de Roma tenía un “aspecto bifronte, opresor y protector simultáneamente”.

CLAUSTRO CARRION CONDESLa segunda parte del libro se centra en la vida interna de los monasterios durante la época de crisis objeto del estudio. El profesor Reglero parte de las obras generales sobre los monasterios en la Baja Edad Media (Knowles para toda Europa, Robert, Pérez de Urbel y Pérez Celada para España) a fin de someterlas a la necesaria criba documental y realizar un estudio más detallado, en lo que concierne a los cluniacenses españoles. El resultado de sus trabajos le permite “mostrar un panorama mucho más matizado en el tiempo y en el espacio” que el negativo habitualmente descrito por aquéllas.

Las páginas de esta segunda parte del libro reflejan, también con cifras y cuadros, los diferentes prioratos españoles y los monjes que los componían, según los documentos contemporáneos y ulteriores (entre estos últimos, la relación publicada en 1614 en la Bibliotheca Cluniacensis). Sorprende comprobar que a mediados del siglo XIII no contaban, entre todos, con más de ciento cincuenta monjes, de los que casi la mitad pertenecían a Carrión y a Nájera. En otros monasterios el número era muy reducido, y de los priores una buena parte eran de procedencia francesa, con lo que se trataba de garantizar el mantenimiento del espíritu de Cluny. Mantenimiento no siempre conseguido pues los testimonios de la época –singularmente, los textos de las visitas- dan fe de una cierta relajación y el olvido de las costumbres monásticas.

Se pasa revista en estos capítulos a la siempre conflictiva administración de los monasterios, a su liturgia y a las relaciones con la abadía central, en las que jugaban un papel destacado las figuras de los camareros, vicarios, procuradores y visitadores enviados desde Cluny. Tras la reforma monástica promovida por Benedicto XII en 1336 (mediante la Bula Summa Magistri, o Benedictina) se celebraron los capítulos provinciales y generales que organizaban los monasterios cluniacenses bajo el modelo del Císter, y a partir de entonces se incrementó la asimilación entre ellos y el resto de la Orden de San Benito. La provincia de Cluny en España, concluye el autor, no era para entonces sino “un pálido reflejo, en todos los aspectos, de su época de gloria”.

Carlos M. Reglero de la Fuente es catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valladolid. Ha dedicado especial atención a las relaciones entre la Iglesia, la sociedad y el poder real en Castilla y León, y de modo particular a los monasterios cluniacenses en España y Portugal.

*Publicado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Biblioteca de Historia, octubre de 2014.