Almansa. 1707 y el triunfo borbónico en España
Aitor Díaz Paredes

La Guerra de Sucesión española fue, junto con la Guerra de los Treinta Años, una de las primeras guerras mundiales, aunque nunca se le haya dado ese nombre. En el enfrentamiento a lo largo de todo el globo participaron las principales potencias europeas de la época. Hubo batallas en casi todos los continentes debido a que el conflicto se desarrolló también en los territorios de ultramar. Durante algo más de una década, el número de recursos y de hombres empleados alcanzó cotas nunca vistas. Resulta casi imposible ofrecer un balance ajustado de la cifra de muertes, pero es probable que ascienda a varios cientos de miles (ya sea en el combate o a causa de las heridas y enfermedades derivadas). La muerte del monarca español Carlos II provocó un efecto dominó que desembocó en una lucha sin cuartel. No hubo un vencedor claro hasta que, ante el agotamiento de los contendientes (en especial de Francia), se optó por una paz de compromiso (la Paz de Utrecht) que condicionó la política europea en los siguientes decenios.

Hay batallas cuyas repercusiones trascienden el mero resultado del combate, pues su desenlace (sea ganar o perder) va más allá de la simple derrota del enemigo. Algunas incluso pueden alterar el curso de la historia y condicionar el futuro de una nación. Las de Gaugamela, Poitiers, Hastings o Waterloo, por citar algunas, fueron tan decisivas que condujeron a cambios de regímenes e incluso provocaron la caída de grandes imperios. La importancia de estos acontecimientos bélicos excepcionales radica en que no solo suponen la lucha de dos adversarios en un terreno dado, sino que conllevan unas implicaciones mucho más profundas, de orden político, social, económico e incluso cultural. Estudiarlos con un mínimo rigor historiográfico obliga a profundizar en una serie de elementos que trascienden la disposición de los ejércitos, las tácticas empleadas o las bajas sufridas.

En la Guerra de Sucesión no hubo batallas de tal envergadura que transformasen el mundo conocido, aunque algunas fueron decisivas para alterar el curso de la contienda. En España (recordemos que se combatió en distintos escenarios), encajaría en esta descripción la batalla de Almansa. La victoria del bando borbónico implicó la pérdida de casi todo el apoyo con el que contaban los aliados y el archiduque Carlos en nuestro suelo. Fue, sin duda, el enfrentamiento armado más importante acaecido en el territorio peninsular, aunque la guerra se prolongó varios años más. Conocer qué sucedió en Almansa nos puede ayudar a comprender qué estaba en juego, cómo eran los contendientes en liza y qué sucedía en la Península y en Europa en aquellos años. Esto es lo que se propone el historiador Aitor Díaz Paredes en su obra Almansa. 1707 y el triunfo borbónico en España*.

En palabras del autor, “sin caer en estos tipismos, podemos afirmar que lo sucedido aquel 25 de abril de 1707 marcaría la configuración geopolítica del siglo XVIII. No obstante, como ya hemos apuntado, este libro aspira a ser algo más que un libro sobre una batalla o, en un sentido más amplio, sobre una campaña militar. Aquella tarde de abril combatieron dos ejércitos formados por dos coaliciones con intereses contrapuestos que iban mucho más allá del mero conflicto dinástico. Por un lado, las monarquías francesa y española, amén de compartir la causa común de sentar –y asentar– en el trono de Madrid al nieto de Luis XIV, escondían proyectos políticos y comerciales en ocasiones contrapuestos, o, en el mejor de los casos, difíciles de compaginar. Las tensiones internas eran si cabe mayores en el seno del austracismo, con un candidato imperial, el archiduque Carlos, tenuemente apoyado por Austria y dependiente de sus aliados británicos. Todo esto iba a quedar retratado de forma dramática en Almansa. Relacionar y engarzar lo geopolítico, sociológico y macroeconómico con un hecho concreto no es sencillo, y la historiografía rara vez ha pretendido abordar algo tan específico como una batalla desde un enfoque global. Por nuestra parte, consideramos que, si no interiorizamos la escala del conflicto, a duras penas podremos entender la Guerra de Sucesión española, principio extrapolable a cualquier otra guerra de esta magnitud”.

La obra de Aitor Díaz Paredes es y no es, al mismo tiempo, un trabajo sobre la batalla de Almansa. Nos explicamos. De los diecinueve capítulos que conforman el libro tan solo uno aborda directamente el desarrollo del combate que tuvo lugar el 25 de abril de 1707. El resto tratan cuestiones de diversa índole. Ahora bien, sobre todos ellos sobrevuela el “fantasma” de la batalla y su lectura resulta imprescindible para comprender que sucedió en aquellos días de primavera, cuando los ejércitos capitaneados por el duque de Berwick, por un lado, y por el marqués de las Minas y el conde de Galway, por otro, se enfrentaron en un combate campal que duró apenas dos horas. De él salió victorioso el bando borbónico, que asestó un golpe tan duro a las fuerzas aliadas que ya no pudieron recuperar su empuje en la Península Ibérica. Uno de los principales propósitos de la obra es descubrir por qué el desenlace fue así.

Resultaría inadecuado catalogar el libro como un trabajo de pura historia militar. El autor trasciende esta categoría y ofrece un retrato muy completo de todo cuanto rodeó a la batalla de Almansa. Cuando decimos todo, no es una exageración. Pocas monografías alcanzan un nivel de exhaustividad como la escrita por Aitor Díaz, que analiza desde el estado de la política mundial, incluida la situación de las potencias en liza y sus objetivos, hasta la financiación y la logística de los ejércitos que combatieron en la localidad albaceteña. En su recorrido también pasa revista a la proyección pública y a la imagen que querían trasladar los pretendientes al trono español, a las estrategias seguidas por ambas fuerzas antes de la batalla o al destino de los heridos o de los prisioneros de guerra. Casi nada se escapa a la atenta mirada del autor quien, a pesar de la complejidad de los temas abordados, los trata con un estilo sencillo y accesible para el lego.

Almansa se convirtió en un punto de inflexión en el destino de España. La guerra continuó hasta la caída de Barcelona, en 1714. En esos siete años, los enfrentamientos prosiguieron (Almenar, Zaragoza, Brihuega, Villaviciosa…) e incluso el archiduque volvió a entrar en Madrid. En Europa la lucha también se recrudecía, aunque los recursos empezaban a escasear. La llegada al trono imperial del archiduque Carlos provocó que los planteamientos iniciales se revisasen y a los pocos años se firmara el Tratado de Utrecht. Tras decenas de miles de muertes, la paz conllevó un cambio de paradigma en el continente. Francia perdía parte de su prestigio, Inglaterra empezaba a despuntar como gran potencia y Holanda mostraba signos de agotamiento. España perdió casi todas sus posesiones europeas (además de Gibraltar y Menorca) y se asentaba en el trono una nueva dinastía que transformó los cimientos del reino.

Como apunta Aitor Díaz, “en definitiva, la batalla de Almansa permitió al gobierno borbónico aplicar unas políticas decididas tiempo atrás y que formaban parte del proceso general de reforzamiento de la autoridad real […]. Un modelo comisarial que, en cualquier caso, era común a la lógica política de las demás potencias europeas de la época. Con todo, los decretos —en plural— fueron encontrándose con una realidad demasiado compleja y diferente entre los distintos territorios de la Corona de Aragón, adaptándose en lo fiscal y judicial a cada lugar y sin conseguir el objetivo inicial de poner el conjunto de España bajo una misma planta. El fracaso relativo o la reforma parcial de estos decretos respecto a su diseño original no empañan la trascendencia de lo sucedido a partir del 25 de abril de 1707. La batalla de Almansa supuso, ante todo, la victoria que permitió al gobierno borbónico contar con el tiempo, la inercia y los recursos necesarios para asentar el nuevo Estado y poner las bases de la reforma en el conjunto de la monarquía, un proceso que no terminaría de consolidarse hasta una década más tarde, ya terminada la guerra, y que evolucionaría durante el siglo XVIII. Después de todo, había sido una batalla decisiva”.

Aitor Díaz Paredes es graduado en Historia y doctor en Historia Moderna por la Universidad de Navarra. Sus trabajos se centran en el proceso de cambio dinástico y en el asentamiento de la dinastía borbónica en España durante las primeras décadas del siglo XVIII, con líneas de investigación asociadas a la logística militar y a la producción armamentística preindustrial.

*Publicado por Desperta Ferro, octubre 2022.