Papel. Páginas a través de la historia
Mark Kurlansky

Como sucede con el petróleo, la muerte del papel se anuncia desde hace décadas. Las nuevas tecnologías y el universo digital iban a erradicarlo para siempre de nuestras vidas, sustituido por las pantallas o por otros instrumentos. La realidad ha demostrado que esas predicciones estaban equivocadas y la industria papelera (igual que la petrolera) sigue gozando de buena salud. Es cierto que, poco a poco, se impone lo digital, pero todavía existe un fuerte apego a la escritura y al tacto del papel: el libro prevalece aún frente al e-book y muchos de nosotros preferimos acercarnos a una librería que descargar de la red una obra. Habrá que esperar a las nuevas generaciones, educadas principalmente con herramientas 2.0., para saber el verdadero alcance de esta revolución.

La historia del papel se identifica con la historia de la cultura y, por extensión, con la del hombre. Aunque la oralidad siempre ha estado presente en las tradiciones sociales, desde que logró poner por escrito ideas y composiciones artísticas el ser humano ha tendido a inmortalizar sus pensamientos en soportes no perecederos, con el propósito de trascender su propia vida. Además, nos hallamos ante un invento, no ante un descubrimiento. Fue un adelanto tecnológico de una importancia trascendental para el desarrollo del hombre, ya que permitió y facilitó el intercambio de conocimientos de forma mucho más fácil y práctica. Aunque ya se intercambiaban ideas antes de su aparición, el nuevo útil dio un espaldarazo considerable a su propagación. Casi al mismo tiempo, junto a los procesos para crear materiales que soportasen la escritura, aparecieron enclaves en los que albergarlos, propiciando el auge de las bibliotecas.

El periodista estadounidense Mark Kurlansky indaga en su trabajo Papel. Páginas a través de la historia* sobre los orígenes y la evolución de este material, al que hoy nos hemos acostumbrado y consideramos imprescindible, pero que hace siglos era un bien casi de lujo, al alcance de unos pocos. Así lo explica el autor: “El papel parece un invento poco probable: el hecho de descomponer madera o tejido hasta llegar a las fibras de celulosa, diluirlas en agua y filtrar el líquido resultante por una rejilla de manera que las fibras se entrelacen de forma aleatoria para forma una hoja no es una idea que aparezca de forma espontánea, en especial en una época en la que nadie sabía qué era la celulosa. ¿Y si nadie hubiera pensado en el papel? Simplemente, se habrían encontrado otros materiales. Había que dar con un material de escritura mejor, ya que era lo que la sociedad necesitaba”.

Kurlansky sigue los pasos del papel a través de la historia. Nos explica sus orígenes, sus precedentes (el papiro, el pergamino), las causas que motivaron su aparición y el contexto sociohistórico en el que esta se produjo. Nos conduce por el Egipto faraónico, por la Grecia clásica, por la antigua China (donde se usa desde el año 105, gracias al eunuco Cai Lun), por la expansión musulmana, por la Europa medieval, por la América precolombina… hasta llegar al presente. Se detiene en cada una de esas etapas para explicarnos la función que se otorgaba al papel, cómo las sociedades de la época obtenían este material, qué técnicas utilizaban para fabricarlo y cómo se fueron perfeccionando. A medida que avanza el relato, no solo se describen los procesos de obtención, sino también las nuevas herramientas ideadas para aprovechar las ventajas que ofrecía, en especial tras el indisociable descubrimiento de la imprenta.

El autor reitera, sobre todo en el prólogo, que el papel es un mero instrumento, una tecnología que sirve a un fin. No por inventar el papel los pueblos antiguos empezaron a escribir: más bien sucedió el proceso inverso. Según Kurlansky, “el estudio de la historia del papel pone sobre la mesa una serie de errores históricos, el más importante de los cuales es la falacia tecnológica: la idea de que la tecnología cambia a la sociedad. Sin embargo, la realidad es que ocurre lo contrario: la sociedad desarrolla la tecnología para hacer frente a los cambios que se producen en ella”.

La obra está escrita con sencillez y se lee con facilidad, pues el autor sabe mantener el pulso narrativo y todo cuanto comenta tiene interés. Lástima que, como suele ocurrir con la historiografía anglosajona, los españoles aparezcamos como fanáticos religiosos (así califica a Isabel la Católica) y sanguinarios asesinos. No es que Kurlansky nos tenga especial inquina, pero se deja arrastrar por el viejo tópico, tan arraigado en la mentalidad de ciertos medios estadounidenses, sobre nuestra historia. Por lo demás, en particular cuando aborda lo relativo a la industria que rodea al papel, el libro es muy interesante y nos muestra una faceta poco conocida de la historia de la cultura.

Concluimos con esta reflexión del autor: “A principios del siglo XXI, se habló mucho de la muerte del papel; se decía que las nuevas tecnologías lo reemplazarían. Ahora poca gente lo piensa, y gran parte de los estudiantes de Historia nunca llegaron a creerlo, ya que la historia nos demuestra que rara vez una nueva tecnología reemplaza a la antigua. Normalmente solo ofrece una novedosa y preciada alternativa. En la actualidad se utiliza menos papel que antes, ya que algunas cosas se hacen mediante el uso de la electrónica, pero sigue habiendo ciertas situaciones en las que se prefiere el papel. Este libro se ha escrito utilizando la electrónica, pero con la ayuda de muchos libros en papel y numerosos cuadernos usados para las entrevistas o para las anotaciones rápidas. Al fin y al cabo, el libro se publicará tanto en papel como en formato electrónico”.

Mark Kurlansky, periodista del New York Times, ha publicado veintinueve libros publicados y ha trabajado como corresponsal en el extranjero para medios como The International Herald Tribune, The Chicago Tribune, The Miami Herald y The Philadelphia Inquirer.

*Publicado por Ático de los Libros, abril 2021. Traducción de Elena González.