MARCIAL PONS - DIEGO GELMIREZ

Diego Gelmírez (c.1065-1140). El báculo y la ballesta
Ermelindo Portela Silva

En un corto período de tiempo, el que va desde las razias de Almanzor a principios del siglo XI hasta la proclamación de Alfonso VII en la catedral de León como “Imperator totius Hispaniae”, en 1135, el panorama político de la Península Ibérica cambió radicalmente. El Califato de Córdoba, la gran potencia peninsular de aquella época, se derrumbó en lo que se conoce como la fitna, para dar paso a los inestables reinos de taifas y a la ulterior invasión almorávide. Al norte, los reinos cristianos empezaron a tomar la iniciativa y a consolidarse. Poco a poco, y no sin dificultades, aquellos incipientes reinos fueron perfilándose, los monarcas asentaron su poder y las fronteras territoriales comenzaron a fijarse. La muerte del rey pamplonés Sancho III Garcés, en 1035, supuso el origen de distintas Coronas que, con el tiempo, regirían los asuntos de la Península. A pesar de los avances, sin embargo, la fuerza de los territorios cristianos era precaria y estaba sujeta a vaivenes políticos y dinásticos. Habrá que esperar todavía casi cinco siglos para finalizar la reconquista.

De forma paralela a la consolidación de los nuevos reinos, el culto a Santiago el Apóstol se propagaba allende las fronteras españolas. Las primeras referencias a su tumba aparecen en el año 865, en el Martirologio de Usuardo de Saint Germain de Pres. El relato más antiguo sobre el hallazgo del sepulcro corresponde a un documento de 1077, suscrito por el obispo de Iria, Diego Peláez, y el abad del monasterio de San Payo de Antealtares, Fagildo. Atendiendo a su contenido, un anacoreta llamado Pelayo habría conocido, a través de una revelación, la existencia de la tumba y se lo habría comunicado al obispo de Iria, Teodomiro, quien descubrió el sepulcro hecho de losas de mármol. Al margen de los componentes religiosos, la importancia política y propagandística de este culto fue esencial en la construcción legitimadora de la Reconquista. Supuso, además, un dinamizador de la vida social y económica del norte peninsular. El Camino de Santiago sirvió para “europeizar”, en cierto modo, a los jóvenes Estados cristianos.

El catedrático Ermelindo Portela Silva dedica su trabajo, sumamente interesante, a quien fuera una de los personajes más importantes de este período: el primer arzobispo de Santiago de Compostela, Diego Gelmírez. La relevancia de su figura trasciende lo meramente eclesiástico, pues ostentó un papel protagonista en los reinados de Alfonso VI y, en especial, en el de su hijo, Alfonso VII. Así describe el autor el propósito de su obra: “Es esta asociación estrecha entre el báculo y la ballesta, en la medida en que expresa la acción política del obispo y primer arzobispo de Santiago, lo que nos importa en las páginas de este libro. El propio don Diego, al ocuparse de que sus hechos quedaran registrados para la posteridad, dio el impulso para que llegaran hasta nosotros los materiales con que responder a las preguntas que hemos decidido plantear. […]. Es esta, como decimos, una historia política. Y está hecha a petición de parte. Es, por tanto, una historia interesada. Y especialmente interesante, en la medida en que nos permite situarnos en el lugar de observación de uno de los participantes en la contienda por el poder, que ocupa un escalón intermedio, central, de su ejercicio. El análisis de los hechos del primer arzobispo de Santiago puede hacerse, sin duda, desde otros puntos de vista; pero nadie podrá negar pertinencia al que aquí adoptamos, el de la historia política. Y no sólo por el innegable interés de las preguntas, sino también por la cercanía que su formulación implica respecto a la posición escogida por quienes nos ofrecen los materiales con que elaborar las respuestas”.

A diferencia de otras personalidades de la Alta y Plena Edad Media, de las que tenemos escasos datos, sobre Diego Gelmírez contamos con una documentación abundantísima. Fue el propio obispo quien impulsó las crónicas sobre su episcopado. Entre ellas destaca la famosa Historia Compostelana, redactada por distintos escribanos pero encargada por Gelmírez. Ermelindo Portela, que construye su obra en torno a esas fuentes (aplicándoles, como no podía ser de otro modo, el correspondiente sesgo crítico), elabora un texto sólido y académico, pero muy accesible al lector profano. El resultado es un recorrido por el final del siglo XI y principios del XII en el que, además de abordar la vida del biografiado, se explora el contexto socio-histórico de su actividad, así como los mecanismos de proyección del poder político que empezaban a aparecer en aquel tiempo.

DIEGO GELMIREZ - BACULO Y BALLESTA

El catedrático de Historia Medieval divide su investigación en tres grandes bloques (“Las tres partes en que se divide el estudio que hemos realizado —la cristiandad, el reino, el señorío— responden a los tres ámbitos en que, en el siglo XII, se tejen las redes del poder”). El primero está dedicado a explorar las gestiones que hubo de acometer Diego Gelmírez para la consecución del báculo arzobispal, incluidos los entresijos diplomáticos. Al mismo tiempo, se aproxima a la construcción del sistema político jerarquizado que se iba estableciendo entre los diversos estamentos de la Europa del siglo XI. A lo largo de sus epígrafes nos trasladamos desde Roma a la abadía de Cluny y a Santiago, y de allí a la corte itinerante de doña Urraca o de Alfonso VII. Es la época dorada del Papado, cuya autoridad a escala continental compite con la de los grandes Estados. La Iglesia es, por entonces, una fuerza viva de la sociedad y los conflictos ideológicos que comenzarán a producirse en las décadas siguientes tienen su origen en estos años.

El segundo bloque es el más “político” de los tres. Citando nuevamente a Ermelindo Portela, “lo que verdaderamente tiene interés para las explicaciones acerca de la historia del poder que buscamos es que la acción de Gelmírez en el contacto con los centros de la cristiandad le permite alcanzar, defender y mantener una posición desde la que se hace más fácil y más decisiva la participación en la toma de decisiones que afectan a la comunidad”. En sus capítulos destaca el activo papel que desempeñó el arzobispo a lo largo del conflicto leonés, durante los reinados de Alfonso VI, Urraca y Alfonso VII (“Sus intervenciones contribuyeron a orientar, en ocasiones de modo substancial, el sentido general de la trama”). Su relación fue muy fluida con todos ellos, a quienes, según los casos, traicionó o apoyó en reiteradas ocasiones. Los problemas sucesorios y el matrimonio de la reina Urraca con el monarca aragonés Alfonso I el Batallador, que ponía en entredicho la legitimación de su hijo, el futuro Alfonso VII, para acceder al trono, desataron una verdadera guerra civil en la que la nobleza, la Iglesia y los monarcas se dividieron en facciones contrapuestas (en las que, por supuesto, cada participante tenía sus propios intereses políticos ocultos). La muerte de Urraca puso fin al contencioso en el que, por primera vez, se habían producido revueltas populares en algunas ciudades.

El último bloque del libro se ocupa de la gestión de las posesiones en Galicia tuteladas por el arzobispo de Santiago de Compostela. Portela Silva se centra en la comunidad política originada en torno al señorío gallego. Aborda, entre otras cuestiones, las funciones de los castillos en el entramado de poder, la legislación local o los conflictos sociales que emergen bajo el episcopado de Gelmírez. Que el arzobispo fuera una figura clave en la política leonesa del momento no significa que no se ocupase de su dominio señorial.

Diego Gelmírez (c.1065-1140). El báculo y la ballesta* no es una biografía al uso. No se abordan cronológicamente las etapas de la vida del arzobispo compostelano, ni el libro se estructura en torno a los hitos más importantes de esta. Gelmírez se convierte, más bien, en un instrumento para indagar en los componentes del poder político de la Plena Edad Media. La copiosa documentación de que disponemos sobre el personaje facilita el estudio y permite al historiador centrarse en cuestiones que, de otro modo, resultarían difíciles de analizar ante la carencia de información. Concluimos con estas palabras de Ermelindo Portela, que sintetizan el espíritu de la obra: “Firmemente apoyado en el báculo, pero sin desdeñar, cuando lo consideró conveniente, el uso de la ballesta, Diego Gelmírez es un guía bien preparado para mostrar, desde la base hasta el vértice, la pirámide política feudal”.

Ermelindo Portela Silva es catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Santiago desde 1982. Su actividad investigadora y sus publicaciones se han centrado preferentemente en la historia social de los siglos VIII a XIII. Entre sus obras destacan La colonización cisterciense en Galicia: (1142-1250) (1980), García II de Galicia, el rey y el reino (1065-1090) (2001) y La reina Urraca (coautor junto con María del Carmen Pallares Méndez) (2006).

*Publicado por Marcial Pons Ediciones de Historia, enero 2017.