KAGAN - EDHASA - TUCIDIDIDES

Tucídides. Guerrero, historiador, cronista
Donald Kagan

«Que ninguno de vosotros piense que la guerra es por un motivo poco importante; […] que nadie se sienta culpable de emprender la guerra por una pequeñez, porque en esta pequeñez se incluye la confirmación de vuestras personas y una prueba de vuestras convicciones: si ahora cedéis a sus pretensiones, os exigirán inmediatamente algo de más importancia, al creer que habéis obedecido por miedo; si, por el contrario, mantenéis vuestra decisión, dejaréis muy claro ante ellos que tienen que comportarse en un plano de igualdad. […] Pues cualquier demanda, la más importante o la más baladí, impuesta a otros por sus iguales antes de que se someta a juicio, equivale a esclavitud«.

Este es un extracto del discurso que Pericles dirigió a los atenienses para que votasen a favor de declarar la guerra a Esparta. Y este es el discurso pronunciado por George W. Bush al anunciar el inicio de la Guerra de Irak: «Nuestra nación ingresó en este conflicto con mala gana, pero con un propósito claro y firme. El pueblo de Estados Unidos, y nuestros amigos y aliados, no vivirán a la merced de un régimen despiadado que amenaza la paz con armas de destrucción masiva. Ahora que ha llegado el conflicto, la única forma de limitar su duración es aplicando una fuerza contundente. Esta no será una campaña de medias medidas. Es una lucha por la seguridad de nuestra nación y la paz del mundo».

El paralelismo es evidente aunque entre ambas declaraciones hayan transcurrido más de dos mil años. La actualidad de la obra de Tucídides, su Historia de la Guerra del Peloponeso, es indudable, de igual modo que las reflexiones sobre el hombre y su naturaleza y sobre las relaciones internacionales que el historiador griego vierte (generalmente de manera implícita) en sus páginas son máximas universales aplicables a cualquier momento. La influencia del pensamiento histórico de Tucídides ha pervivido hasta nuestros días, acentuada en el último siglo durante la Guerra Fría.

BUSTO PERICLESLa mayoría de quienes han estudiado al historiador ateniense destacan su objetividad e imparcialidad al abordar la narración de la Guerra del Peloponeso. Muchos le consideran el precursor de la historia «moderna» y el primero en utilizar técnicas historiográficas que sólo se volverán a recuperar a partir del siglo XIX. Pero ¿y si Tucídides no fuese tan objetivo e imparcial como creíamos? ¿Y si detrás de ese aura de rigor y veracidad que le envuelve se encontrase un hombre que adecúa su relato a sus propios intereses y opiniones?

Donald Kagan se plantea estas preguntas en su obra Tucídides. Guerrero, historiador, cronista*, en la que analiza la Historia de la Guerra del Peloponeso desde un enfoque distinto al que estamos acostumbrados, sin dejarse deslumbrar por el prestigio de su autor. Kagan compara el relato y las explicaciones de Tucídides sobre el desarrollo de la guerra con aquellos ofrecidos o aceptados por sus contemporáneos y por escritores más tardíos que conocían las opiniones anteriores y también las de Tucídides. En palabras de Donald Kagan, «[…] una lectura meticulosa del propio Tucídides y de otras fuentes antiguas prueba que existían opiniones diferentes en tiempo de Tucídides y que su Historia es una polémica efectiva y poderosa contra ellas. Recuperar esas opiniones coetáneas, arrinconadas y oscuras, y compararlas con las propias interpretaciones de Tucídides arroja una interesante luz sobre su mente y el significado de su trabajo«.

El resultado es, sin duda, sorprendente. Tucídides, para Kagan, no llega a tergiversar la realidad o a mentir deliberadamente, pero retuerce los hechos y omite cuestiones esenciales (generalmente discursos) que mostrarían una realidad distinta de la que él describe. Kagan considera que el historiador griego buscó cambiar la opinión que los lectores tenían sobre lo ocurrido durante la guerra con una nueva interpretación de los acontecimientos. De ahí que considere a Tucídides como el «primer historiador revisionista«.

Junto a los elementos históricos de la obra de Tucídides existe en ella un importante componente político que también es tratado por Kagan. El historiador griego consideraba que la pleonexia (la ambición por tener más) es propia del comportamiento del hombre, y por extensión de los Estados, a los que mueve a expandirse. Para él la verdadera causa que provocó la Guerra del Peloponeso fue el miedo de los espartanos al agresivo expansionismo ateniense. A este principio añadía la lógica incontestable del más fuerte, cuya voluntad prevalece sin sujetarse al principio de justicia: así lo refleja el discurso de los embajadores de la isla de Melos ante los atenienses.

Donald Kagan no se ocupa en verificar si los sucesos narrados por Tucídides ocurrieron o no, pues éste no era tan necio como para inventarse hechos que el receptor de su obra sabría identificar como falsos. Se centra, más bien, en desentrañar los sutiles instrumentos que el historiador ateniense utilizó para dirigir el relato hacía su particular interpretación de los acontecimientos. Lo que pone en duda es la forma o finalidad de la Historia de la Guerra del Peloponeso y no su contenido. Por ejemplo, en el segundo capítulo, dedicado a examinar las causas de la guerra, mantiene que «La opinión generalizada, ya lo hemos visto, responsabilizaba a Pericles de traer la guerra. Ésta fue precisamente la opinión que Tucídides quiso refutar, y la técnica que escogió para hacerlo fue tratar la decisión ateniense de manera impersonal, como una consecuencia de todas las deliberaciones de los atenienses y una respuesta inevitable a la situación«.

IMAGEN PARTENON ATENASUna de las cuestiones mejor tratadas por Donald Kagan es, en efecto, la imagen que Tucídides transmite de Pericles. La admiración que el historiador sentía por el dirigente ateniense no se oculta y queda plasmada en la famosa «oración fúnebre» a él dedicada. Los primeros capítulos de la obra de Kagan están destinados a explorar los recursos que utiliza Tucídides para justificar las decisiones de Pericles antes y durante la contienda, dibujando un escenario en el que la guerra resultaba inevitable pero omitiendo deliberadamente algunos discursos que podían reflejar una mayor influencia del dirigente ateniense en la decisión final. Al exponer la fallida estrategia de Atenas durante los primeros años de la guerra Kagan afirma que Tucídides «[…] sólo invita al lector a aceptar la política de Pericles como correcta e inevitable, y a ver a sus oponentes como cortos de mira, egocéntricos y carentes de valor, determinación y sabiduría. Únicamente se permite hablar a Pericles y la fuerza de sus palabras es magnificada por la concienzuda aprobación del historiador, que habla atronado, como un deus ex máchina«.

Otras de las cuestiones abordadas en el libro es la velada crítica al sistema democrático de Atenas, al que Tucídides consideraba despótico y voluble. El historiador griego resaltaba los vicios de la democracia en contraposición con la sabiduría y grandeza de figuras como la del propio Pericles, y mostraba en numerosos pasajes su preferencia por un sistema oligárquico/aristocrático que impidiera los excesos del demos. Volvemos a citar a Kagan: «[…] El juicio de Tucídides sobre la naturaleza del gobierno en la Atenas de Pericles es completamente incorrecto […] El historiador estaba convencido de que el éxito en el ámbito político exigía un tipo de sabiduría excepcional, que sólo poseían unos pocos«.

En el análisis de la obra de Tucídides también hay espacio para explicar cómo se desarrolló la Guerra del Peloponeso. Kagan no se limita a criticar, sino que sabe combinar la narración histórica del conflicto con sus propias observaciones sobre Tucídides. Al examinar el texto del historiador griego comenta los hechos destacados de la guerra y, quizás lo más interesante, las transformaciones que sufrió la mentalidad de Atenas dependiendo de cómo se decantara la suerte en cada momento.

Kagan concluye su obra con esta reflexión: «No existe el historiador inmune a las motivaciones humanas: el tema central de este libro ha sido argumentar que Tucídides se esforzaba por revisar las opiniones que deseaba refutar con pasión. Al mismo tiempo que escribía para un público anónimo del futuro, aspirando a que sus Historias enseñase verdades generales de valor, también escribía para que sus contemporáneos corrigiesen sus opiniones erróneas sobre los asuntos específicos con los que se sentía indignado«.

Donald Kagan (Lituania, 1932) es actualmente Sterling Profesor de Clásicas e Historia en la Universidad de Yale y está considerado como una autoridad en historia y cultura de la Antigua Grecia. Su curso «Los orígenes de la guerra» ha sido uno de los más populares en la universidad durante veinticinco años. Ha publicado numerosos títulos sobre historia antigua y militar, entre los que destaca La guerra del Peloponeso. En 2002 recibió la National Humanities Medal.

*Publicado por la editorial Edhasa, mayo 2014.