No habrá muerte. Letras del gulag y el nazismo
Toni Montesinos

Si el legado de los regímenes totalitarios perdura en la memoria de quienes lo sufrieron, con el paso del tiempo las nuevas generaciones comienzan a olvidar las penalidades que padecieron sus mayores. Surgen, incluso, quienes no dudan en defender lo indefendible y se aprestan a blanquear la actuación de unos dirigentes sanguinarios que asesinaron (este es el término) a millones de personas, por razones que no tienen ninguna justificación. Por desgracia, este fenómeno no es nuevo y retornan fuerzas políticas cuyas raíces germinan en las ideas de los movimientos extremistas del primer tercio del siglo XX. Aunque no haya que equiparar el presente con el pasado, en circunstancias y contextos históricos muy distintos, son perceptibles -e inquietantes- ciertas pautas y conductas similares que no auguran nada bueno. La generalizada sensación de desapego, la perdida de legitimación de las instituciones y la aparición de un lenguaje cada vez más radical nos conducen a un sendero peligroso.

En este descenso a los abismos, probablemente sean los artistas y los intelectuales quienes sufren en primer lugar los estragos del odio. La fuerza de sus escritos o de sus obras, su influencia en la sociedad o su capacidad de remover conciencias y movilizar a las masas se perciben como una amenaza para los regímenes totalitarios. De ahí que los dirigentes de esos regímenes o bien intenten atraerlos para que canten las bondades de su gobierno, o bien los expulsen del sistema (ya sea a través del exilio, de la cárcel o de la marginación) para evitar problemas. La Alemania nazi y la Rusia soviética utilizaron la censura, las amenazas, veladas o expresas, y la represión para tener bajo control a sus literatos y pensadores, como herramientas comunes a toda tiranía. Frente a ellas, la lucha contra un sistema opresivo, que se inmiscuye en todos los aspectos de tu vida, era prácticamente imposible. En este clima asfixiante vivieron (o sobrevivieron) artistas de la talla de Aleksandr Solzhenitsyn, Borís Pasternak, Marina Tsvietáieva, Primo Levi o Imre Kertész.

El escritor y crítico literario Toni Montesinos recoge en su obra No habrá muerte. Letras del gulag y el nazismo: de Borís Pasternak a Imre Kertész* los testimonios de algunos de los artistas que sufrieron en primera persona la sinrazón del nazismo y del comunismo. Como bien se explica en la contraportada del libro, “dos de las masacres humanas y los regímenes autoritarios más espeluznantes del siglo XX –la demencia nazi, junto con el Holocausto, y el sistema opresivo y sanguinario comunista– reciben desde hace años una atención inabarcable y cobran poco a poco más espacio a través de investigaciones, papeles desclasificados y novelas que parecen no tener fin, logrando una permanente actualidad según se van celebrando los distintos aniversarios. Con el paradójico y casi místico título de No habrá muerte, que remite a una cita de El doctor Zhivago, de Borís Pasternak, se ofrece una vista panorámica de lo que para cientos de escritores ha significado histórica y literariamente tanto la Revolución rusa y la creación de la Unión Soviética, más la dictadura de Stalin, como el nacionalsocialismo ascendente que eclosiona con la llegada al poder de Hitler y el asesinato indiscriminado de millones de personas en los campos de exterminio nazis”.

El libro de Montesinos es un compendio de tragedias, superación, valentía, orgullo, resignación, miedo y desesperación. Nos ofrece un recorrido a través de unos sistemas políticos inhumanos que anulaban la libertad de sus miembros y buscaban someterlos incondicionalmente. Pero también es un trabajo sobre cómo el hombre puede encontrar belleza hasta en las situaciones más deprimentes, cómo lucha por sobrevivir a las adversidades más crueles y cómo, al final, siempre sale triunfante, pues el miedo, cuando ya no se tiene nada que perder, se vuelve efímero. Los protagonistas que transitan por estas páginas son testigos de hasta qué punto puede llegar la mezquindad del ser humano y, al mismo tiempo, son reflejo de su grandeza. Obras monumentales y de una belleza extraordinaria se escribieron en la clandestinidad, furtivamente y en condiciones escalofriantes.

Con el propósito de exponer las experiencias de muchos de estos personajes, Toni Montesinos ha escrito una obra en la que, partiendo de la bibliografía más reciente (hemos tenido la suerte de reseñar algunos de los libros que cita), analiza sus biografías y sus obras, así como el contexto histórico en el que se enmarcaron. Si bien el trabajo no guarda un orden cronológico y, más bien, cada capítulo es en cierto modo independiente del resto, el resultado es una imagen coral de la vida de los intelectuales bajo las dos dictaduras que marcaron el siglo XX. Además, incluye en las últimas páginas un desgarrador apéndice titulado “Breve cronología literario-suicida”, para dar cuenta de las muertes de algunos de estos escritores, que se rindieron y pusieron fin a su vida.

En las páginas del libro podemos encontrar las experiencias de periodistas españoles (Ángel Pestaña o Josep Pla) que visitaron la Unión Soviética en los años en los años posteriores a la Revolución Rusa; las penurias, en el gulag al que fue desterrado, sufridas por el escritor, luego galardonado con el premio Nobel, Aleksandr Solzhenitsyn; las presiones ejercidas sobre otro premio Nobel, Borís Pasternak (autor del Doctor Zhivago), por los dirigentes comunistas; el paso por el campo de concentración del escritor húngaro Imre Kertész; o las terribles experiencias de Bogdan Wojdowski y Jan Karski en el gueto de Varsovia. Aunque la mayoría de los protagonistas padecieron la represión y la marginación, Montesinos también se refiere a aquellos autores que, por una u otra razón, se posicionaron al lado de estos regímenes y se convirtieron en sus portavoces. Todas esas historias se entremezclan en capítulos breves que nos muestran el terror imperante en una sociedad sometida a un férreo y cruel control, donde quienes no seguían las directrices del régimen eran duramente castigados.

Concluimos con esta reflexión de Toni Montesinos en uno de los pasajes de su obra: “El olvido, pese a haber pasado por las calamidades indescriptibles, nos es no obstante inherente. Stefan Zweig se asombró al ver, sólo un año después de la Gran Guerra, cómo la gente sufría de amnesia, ayudando así al Estado de turno a seguir con sus abusos por culpa de ‘la voluntad embrutecida de olvidar la verdad’. Estas palabras son de 1919 —‘Perspectiva trágica de una hora trágica en un mundo trágico’—, pero quién se atrevería a descartarlas hoy, cuando aún existe represión, totalitarismo, y tal vez nos encontremos, en alguna parte, con un hombre que vaya a pedirnos que memoricemos, antes de quemarlo, uno de sus poemas”.

Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es poeta, escritor y crítico literario. Colabora en el diario La Razón y en revistas culturales como Clarín y Cuadernos Hispanoamericanos. Autor de cuatro novelas –Solos en los bares de noche (2002), Hildur (2009), La soledad del tirador (2014); El fantasma de la verdad (2018)– y del libro misceláneo El gran impaciente. Suicidio literario y filosófico (2005), ha recogido sus versos en Alma en las palabras. Poesía reunida 1990-2010 y en la Antología poética del suicidio (siglo XX), ambas en 2015. Entre sus ensayos figuran La resistencia del ideal. Ensayos literarios 1993-2013 (2014); La suerte del escritor viajero. Crónicas literarias de Europa y América (2015); El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau (2017); Escribir. Leer. Vivir. Goethe, Tolstói, Mann, Zweig y Kafka (2017); y La ocasión fugaz: ensayos sobre poesía española e hispanoamericana (2018).

*Publicado por Fórcola Editores, noviembre 2018.