EDHASA - LA NACION IMPERIAL

La nación imperial (1750-1918)
Josep M. Fradera

La historia de los imperios ha fascinado a los grandes historiadores desde tiempo inmemorial. Su ascenso, caída y renacimiento ha cautivado a la humanidad y son miles las obras publicadas que han analizado sus causas ¿Qué convierte a un Estado en un Imperio? No hay una respuesta definitiva. A veces es la sanción religiosa, que transforma a un monarca en emperador, a veces el propio monarca se atribuye la púrpura imperial y en otras ocasiones es la historia quien otorga tal calificativo. La extensión territorial tampoco es un factor decisivo, pues han existido imperios relativamente pequeños (egipcio o austrohúngaro) junto a otros que han ocupado los confines del mundo (mongol, español o británico). Tampoco hay homogeneidad en sus estructuras e instituciones pues cada uno ha configurado su entramado administrativo siguiendo costumbres y leyes dispares, aunque, a veces, es palpable la influencia que unos han ejercido sobre otros.

Quizás una de las facetas menos estudiadas de los imperios haya sido el encuadre “constitucional” entre la metrópolis y las colonias o el resto de los territorios. Roma hubo de lidiar con este problema hace dos mil años y las controversias al respecto han perdurado hasta hace bien poco. Por un lado, es necesario abordar el marco jerárquico y organizativo de la relación entre posesiones dispersas; por otro, conseguir el encaje de millones de ciudadanos en un sistema poco igualitario y con persistentes contradicciones. La monumental obra del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra, Josep M. Fradera, La nación imperial (1750-1918)*, explora esta disyuntiva en un trabajo extraordinario, centrado en los cuatro imperios “liberales” más importantes de finales del siglo XVIII y del siglo XIX: el inglés, el francés, el español y el estadounidense.

Dejemos que sea el autor quien explique el cometido de su trabajo: “El argumento central del libro se articula en torno a cómo la idea y la práctica de la especialidad o de las ‘dobles constituciones’, esto es, la existencia de un marco legislativo distinto para metrópolis y colonias, puede identificarse como la columna vertebral del desarrollo político de los imperios liberales”.

NACION IMPERIAL - JAMES COOK TAHITINo solemos hacer afirmaciones tan rotundas, pero no creemos equivocarnos al afirmar que la obra de Josep M. Fradera es la investigación más completa que se ha publicado en España sobre la construcción constitucional de los imperios del siglo XIX. El esfuerzo intelectual y documental desplegado por el autor a lo largo de más de mil trescientas páginas es formidable. Obviamente, su lectura requiere tiempo y dedicación, pero es un tiempo enriquecedor y bien invertido. Aunque el libro posiblemente interese al lector ocasional que busca una historia política sobre el período decimonónico o la conformación de los imperios contemporáneos, su destinatario idóneo es más bien el público experimentado (aunque no tiene por qué ser especialista), acostumbrado a lidiar con textos más técnicos, pues los aspectos jurídicos/constitucionales priman sobre las cuestiones propiamente históricas.

La llegada de la Ilustración y la aparición durante el siglo XVIII de novedosas teorías políticas y sociales tuvieron un extraordinario efecto sobre el mundo occidental. Los cambios que derrumbaron el Antiguo Régimen surgieron en apenas una centuria y, progresivamente, fueron transformando las sociedades europeas hasta la llegada de la Revolución Francesa y la consolidación del liberalismo. A pesar de los avances alcanzados a finales del XVIII, las injusticias y las desigualdades pervivieron durante bastante tiempo. La nueva realidad implicó, no obstante, una reformulación y una reconfiguración de la mayoría de los principios que habían articulado durante siglos la vida en las naciones occidentales. Los derechos humanos y el ideal de igualdad convulsionaron radicalmente la estructura social y obligaron a desarrollar un nuevo sistema jurídico y legislativo que les diese cabida.

Si muchas de las monarquías del Antiguo Régimen habían sido entes compuestos por numerosos territorios y reinos, unidos por una frágil legitimación dinástica o por el derecho de conquista (cuyos habitantes, por tanto, estaban sometidos en ambos casos a la tutela real), los imperios liberales tuvieron que articular una nueva legitimación y un nuevo encuadre legal para todos sus ciudadanos. Las implicaciones de esta nueva comunidad nacional fueron excepcionales. Josep M. Fradera señala dos hitos fundamentales para comprenderlas: “La primera: en los imperios liberales, el nivel de los derechos de las sociedades metropolitanas señalaba el lugar que cada uno ocupaba en la escala jerárquica, no necesariamente inferior en todo y en todo momento para las colonias. La segunda de ellas es la siguiente: como desde finales del siglo XVIII las metrópolis se constituyeron en naciones modernas (la nación histórica es un punto de partida que precisaba de un salto de calidad para convertirse en nación en sentido contemporáneo), derechos y pertenencia a la comunidad nacional se confundieron en un todo único”.

Por mucho que, sobre el papel o en los cafés, se propagaran revolucionarias ideas sobre la igualdad de los hombres, el sistema de gobierno y la organización de los imperios precisó una configuración constitucional en la que la igualdad tuvo un encuadre complejo. En un primer momento, como señala Fradera, se puede hablar de dos tipos de constituciones: las “constituciones imperiales”, con vocación universalista que incluían a todos los hombres, y las “constituciones coloniales” que, o bien mantuvieron a las colonias al margen del sistema de derechos y de representación, o bien las ignoraron para que fueran gobernadas a través de ordenanzas o decretos. Tras un impulso inicial universalista, las autoridades, al comprobar los peligros que esta práctica conllevaba, se decantaron por las segundas. La principal herramienta de los gobiernos europeos para mantener el control sobre las colonias fueron las “leyes de especialidad”. Fradera dedica mucho espacio, como no podía ser de otro modo, a estudiarlas (“Las normas de la especialidad se forjaron, entonces, como resultado de y para resolver las tensiones entre la ‘comunidad de ciudadanos’ y el gobierno de los espacios imperiales”) y analizar el impacto que tuvieron en las relaciones entre la metrópolis y el resto de los territorios. Las respuestas que cada uno de los cuatro imperios dio a este problema fueron distintas, e incluso dentro de un mismo imperio las soluciones divergieron. Por ejemplo, el Imperio británico no actuó del mismo modo en Canadá que en Jamaica o en la India.

NACION IMPERIAL - REBELION INDIALa obra de Josep M. Fradera se compone de cuatro grandes bloques divididos, a su vez, en capítulos. El orden seguido es cronológico y espacial (cada capítulo casi siempre corresponde a un imperio). Por supuesto, las interacciones y nexos entre todos los epígrafes son constantes: no entenderíamos nuestra historia si no tuviésemos en cuenta el tránsito de ideas y códigos (morales y jurídicos) entre las grandes potencias europeas. El hilo conductor que sostiene la narración es el análisis de la construcción de la identidad de los imperios, así como la “superación” de los problemas originados por el surgimiento e implantación de los principios liberales.

De este modo, el primer gran bloque sirve como carta de presentación del estado en que se hallaban los imperios monárquicos durante los siglos XVII y XVIII. La segunda parte (“se ocupa del ciclo revolucionario entre los años 1770 y 1830”) explora los cambios políticos y sociales emanados de las revoluciones habidas durante esas décadas. El tercer bloque aborda los años centrales del siglo XIX, cuando los imperios liberales están consolidándose y ampliando sus dominios. Las fórmulas de especialidad serán la principal herramienta jurídica a la que acuda el cuerpo legislativo de las respectivas naciones. La cuarta y última etapa corresponde al período definido como high imperialism que alcanza hasta la Primera Guerra Mundial. Como explica el propio Fradera en estos últimos capítulos, “se dedica una considerable atención […] a la emergencia compleja y variopinta de motivaciones ‘racialistas’ y raciales […] En este sentido, se discute su coherencia e importancia en el desarrollo de las políticas imperiales, de las actitudes colectivas sobre determinados grupos humanos dentro de los propios países”.

No es fácil resumir un trabajo de más de mil páginas en el que hay tal profusión de ideas, matices, particularidades, explicaciones, alusiones, teorías, referencias y afirmaciones que es completamente inabordable sintetizar toda su riqueza y contenido en el espacio de una reseña. Hemos intentado describir sucintamente las premisas esenciales, pero dejamos mucho atrás e invitamos al lector a que descubra, desde la tranquilidad de su sillón, el complejo universo explorado por Josep M. Fradera.

Josep Maria Fradera es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Pompeu Fabra e Investigador Icrea. Ha sido profesor invitado y visitante en las universidades de Princeton, Chicago, Harvard y en la EHESS de París. Es también codirector de la publicación plurilingüe Illes i Imperis. Especialista en historia catalana y española de los siglos XVIII al XX, dedica una parte importante de su labor investigadora a la historia del imperio español así como a sus prolongaciones en las Antillas y Filipinas del siglo XIX.

*Publicado por la editorial Edhasa, junio 2015.